Llevaba
un rato largo delante del folio en blanco, y ya empezaba a desesperarme porque
las ideas no llegaban, cuando recordé que había leído, en una revista
científica, un caso de lo más extraño. El de un hombre que decía que podía predecir
el tiempo por el olfato. Me sorprendía que los científicos lo tomaran en serio
y la explicación era que podía oler una cianobacteria llamada Geosmina.
Asombroso.
Nunca conocí a nadie con semejante talento. La mayoría, a lo más que llegamos
es a utilizar el reuma para nuestros pronósticos. Algo que, por lo visto, sirve
de poco porque, según los científicos, no existe una correlación fiable entre
el dolor de huesos y el cambio atmosférico.
Allá
ellos. Yo no lo huelo, pero lo siento. La semana pasada, mis huesos me avisaron
primero que el móvil. Desperté hecho un guiñapo, cagándome en todo, y,
efectivamente, el frío había llegado y me esperaba en la calle.
Hay
tanta confusión con el cambio climático que mucha gente creía que este año el
frio había ido a Canarias a pasar el invierno. Todavía no. Hace menos
frio que cuando algunos éramos niños, pero el clima va cambiando a su ritmo. Ahora
ya no caen aquellas heladas que dejaban los charcos como cubiteras de hielo y las
orejas de un color morado que parecían dos berenjenas al fresco. Aquello sí era
frio. Un frío que tiritabas como un cantaor de flamenco.
Aunque cueste creerlo, el frio es distinto según sea el
sitio. En Suiza, por ejemplo, siempre hizo un frio elegante y aristocrático. Muy
distinto al nuestro, que era de gripes y catarros y horrorosas prendas de
abrigo como las pellizas de borrego.
Nuestro frio era pobre y doméstico. De cocina de carbón y ladrillo
para los pies. La memoria tiene sus caprichos y este día, cuando el reuma me
dio el aviso, recordé lo que digo. Y lo reitero: ahora el frio es distinto. El clima
ha cambiado, pero también es verdad que hemos cambiado nosotros. Mucho,
muchísimo. Con decirles que recuperé la inocencia y me volví más creyente… Ya lo
sé, un milagro.
Sucedió como en los cuentos de hadas. Desde que soy abuelo,
no solo he vuelto a creer en los Reyes Magos sino que, además, creo en Papa
Noel. Es por mi nieto. Sus padres sucumbieron a la moda de los regalos en
Nochebuena y en Reyes y el abuelo, por no dar la nota, también.
Ahora creo en los dos. El problema es que mi nieto ya está
en esa edad en que los niños empiezan a descubrir que Los Reyes Magos y Papá Noel
no pueden estar en todos los sitios a la vez, que las casas no tienen chimeneas
por donde colarse y que los camellos y los renos es imposible que puedan volar.
Así que, como temo lo peor, estoy preparado por si surge la pregunta terrible.
Abuelo… ¿Los Reyes Magos, existen de verdad? Bueno, verás,
existen mientras creas en ellos. Eso que seguramente has oído…. Eso de que los
Reyes son los padres, es mentira. Los padres compran los regalos, pero no son
los Reyes.
A los niños hay que decirles la verdad. Si les mientes y dices
que los padres son los Reyes, luego, cuando se hacen mayores, siguen pidiendo
de forma exagerada. No se conforman con unos calcetines o una bufanda.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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