La semana pasada recibimos la
noticia que confirma que el mundo es una familia asturiana. La sidra fue
declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y el acontecimiento bien
merece el esfuerzo de escanciar un “culin” a la salud de la Unesco que, además
de darnos visibilidad y prestigio, también se apunta un tanto con esta decisión
que tardó en llegar pero acabó llegando. Ahora solo falta que la jerarquía
eclesiástica y algunos historiadores estén a la altura y reconozcan y rectifiquen un error que nos
afecta y mantienen desde hace siglos.
Recordarán que una de las escenas
bíblicas más conocidas, que podemos ver en multitud de cuadros, son las Tentaciones
del Paraíso, donde Eva aparece dándole una manzana a Adán y convirtiendo
nuestra preciada fruta en la fruta del pecado. Pero, no solo eso, en la
narración, traducida, del Génesis también se apunta que la manzana es la fruta que
Dios ordena que no se coma.
Todo es mentira. Ni Eva le dio a
Adán una manzana ni la serpiente le aconsejó que se la diera. Menos mal que
aquí, en el paraíso asturiano, apenas hicimos caso de esa patraña y dispensamos
a la manzana el trato que se merece. Si nos atuviéramos a la errónea traducción
de la Biblia y las imágenes de algunos cuadros hubiéramos sido víctimas de un
bulo histórico.
Los bulos, y las noticias falsas,
aunque creamos que son de ahora, existen desde que el mundo es mundo y está
poblado de seres humanos y bichos. Hay bulos que se remontan a la noche de los
tiempos, se han mantenido durante siglos y ahí siguen sin que nadie, al
parecer, tenga intención de corregirlos.
La historia de Adán y Eva, la más antigua de
la Biblia, nos la cuentan incluyendo un error que clama al cielo y va más allá
de cualquier convicción. Lo que Eva le dio a Adán no fue una manzana, fue un
higo y así aparece en la representación de esta escena por algunos pintores ilustrados,
como es el caso de Miguel Ángel que la pinta en la Capilla Sixtina. La manzana
jamás se consideró como el fruto prohibido, fue un error de traducción. Jerónimo
de Estridón, que tradujo la Biblia del hebreo y el griego al latín, en el año
405, cometió ese error y la Iglesia lo sigue manteniendo de forma inexplicable.
En el original relato Bíblico no
aparece la manzana. Y, tiene sentido. Después de muchos años de estudio, los
arqueólogos sitúan el Jardín del Edén en un valle próximo a la actual Tabriz,
en el norte de Irán, donde no había manzanos.
Actualmente, el manzano es uno de
los frutales más extendidos por el mundo, pero entonces los árboles que había
en aquella zona eran las palmeras, los olivos y las higueras. Otro dato
importante es que si Adán y Eva, después de comer la fruta prohibida,
percibieron que estaban desnudos y les dio mucha vergüenza, difícilmente podrían
haber tapado sus vergüenzas con hojas de manzano. Es más lógico y verosímil que
lo hicieran con hojas de higuera.
Nuestra manzana es una fruta
deliciosa, una tentación, pero nunca fue la fruta prohibida ni la causa del
pecado original. Así que ahora que la sidra es patrimonio de la humanidad, no
parece que sea mucho pedir que corrijan el error y dejen de relacionar a la
manzana con el pecado.
Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
Viva Asturiad
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