Es evidente que los animales se
adaptan mejor, y con más sensatez que nosotros, al cambio climático. Ya lo dice
el refrán: En febrero busca la sombra el perro; en marzo el perro y el amo.
Imaginen en julio y agosto, hasta
las lagartijas huyen del sol. Así que no les extrañe que el turista animal
igual no, pero el otro, el animal turista, intente escapar del calor y se
refugie donde no sude a chorros. Por ejemplo en Asturias, que no se llena de
turistas, se llena de refugiados del cambio climático. Los turistas disfrutan
como pollos al horno, pero quienes eligen Asturias para pasar el verano
pretenden no achicharrarse durante el día y por la noche dormir tapados bajo la
colcha y las sábanas, como mínimo. Entre medias está el trámite de la comida,
que también cuenta porque aquí se come mejor y más barato que en todo el mediterráneo.
Las citadas ventajas explican
que, este verano, Asturias haya vuelto a batir el record de visitantes. El año
pasado tuvimos dos millones y medio y
este año, a falta de que se concreten los datos, ya se sabe que serán muchos más.
Por ahí abajo se extendió el rumor de que somos el refugio perfecto y Asturias
se llenó de refugiados.
En plena avalancha, preguntaron
al Presidente Barbón que opinaba y dijo que no quiere un turismo de masas, que
Asturias no puede convertirse en un segundo Benidorm. Sería lo deseable. En su
día fue premonitorio, y un gran acierto, “Asturias, Paraíso Natural”. Un eslogan que se
creó en los años 80 y, de momento, sigue siendo válido. Todavía somos un
paraíso; falta saber hasta cuándo.
El pasado mes de agosto aseguraban
en Llanes, cuya población es de 13.600 habitantes, que en la villa y sus
alrededores había más de 100.ooo personas. Un exceso difícil de soportar que, probablemente,
vaya en aumento. A la bondad del clima habrá que añadir qué, en cosa de uno o
dos meses, el AVE llegará a Oviedo y Madrid quedará a solo tres horas de viaje.
La mejora de las comunicaciones y
el buen tiempo inducen a pensar que Asturias, por fin, está de suerte. No
echaría yo las campanas al vuelo. Todo debería tener un límite y el turismo
también. No creo que nos beneficie ni sea la solución que Asturias se convierta
en un destino turístico como lo fue la Costa del Sol. Ni siquiera por lo del
empleo porque ya me dirán si es un chollo que pasemos de tener mineros y
siderúrgicos a kellys y camareros.
Más que solución puede ser un problema.
El turismo, por supuesto que es deseable, pero en exceso afecta al entorno
físico y también el humano. Lo ideal sería un punto intermedio entre cortar por lo sano y
abrir las puertas de par en par. Tal vez no lo arregle, pero hay quien dice que
podría ayudar la Ecotasa. El impuesto que cobran en Baleares, de 2 a 4 euros
por persona, pernoctación y día, en cualquier establecimiento hostelero. Al
parecer ya se han hecho cálculos y estiman que la recaudación podría estar en
torno a los diez millones de euros, cantidad que luego podría destinarse a
proyectos vinculados con el medio ambiente.
Algo habrá que hacer. Ahora mismo, el Paraíso es gratis para
todos menos para los asturianos, que ya empezamos a pagar y pagaremos las
consecuencias.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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