lunes, 25 de septiembre de 2023

Chimeneas que fueron humo

Milio Mariño

Viendo las imágenes del derribo de la chimenea de Ensidesa sentí una pena tan grande que estuve por salir de casa y liarme a tomar gin-tonics a ver si, así, conseguía reírme de lo tonto que soy. No sé qué me pasa, pero cada vez me entristece más que se pierdan los establecimientos antiguos, los edificios emblemáticos y todo lo que me recuerda que la vida se va. No me atrevo a decir que disfrutaba de las chimeneas porque no son como un pájaro o un árbol que te alegran la vida por el mero hecho de estar, pero creo que me pertenecían en usufructo, que es el derecho a usar los bienes de otros y disfrutar de sus beneficios, con la obligación de conservarlos y cuidarlos como si fueran propios.

 Reclamar el usufructo de las chimeneas no está reñido con tener muy claro que no poseemos nada ya que todo, incluidos nosotros, puede desaparecer en cualquier momento. Las cosas se acaban y la vida sigue como sí nada. Ahora bien, esa realidad no puede dar pie para que justifiquen la demolición de las chimeneas con tonterías como las que se dijeron cuando la primera ya estaba en el suelo. Eso de que vivimos un cambio desde el pasado hacia un futuro que abre nuevas oportunidades y es el principio para posicionar Avilés en una nueva etapa que mantenga viva esta ciudad.

Cum Laude para los discursos de cortar y pegar y las soluciones tontas de atar. Ahora resulta que por derribar cinco chimeneas la ciudad se revitaliza y progresa un montón. Nos toman por tontos, con el agravante de que les trae sin cuidado la carga simbólica de esas chimeneas, la identidad que suponen o que la gente pueda valorarlas como parte del patrimonio industrial. Al parecer, conservar testimonios y elementos simbólicos que identifiquen lo que somos gracias a lo que fuimos es contraproducente para progresar. Entienden que el patrimonio industrial no es un vestigio ni una seña de identidad de Avilés y de la memoria colectiva de varias generaciones, es como un paréntesis vergonzoso que lo mejor es volarlo y olvidarnos de que existió.

La identidad de un lugar no se improvisa ni se inventa, es una colección única y heredada de activos, historia, edificios y cultura. En este caso no son solo los soportales de Rivero y Galiana, la iglesia de Los Padres, Sabugo y la Muralla, también cuentan los Almacenes de Balsera, la Curtidora, Ensidesa, la Térmica de Valliniello, los Gasómetros, las Chimeneas… No estoy diciendo que haya que conservarlo todo, pero sí que deberíamos conservar todo lo que se pueda.

¿A quién molestaban, o qué estorbaban esas chimeneas que ya no echaban humo? Neutralizado el peligro, no se entiende que las condenaran a muerte. Los alemanes, que no parecen enemigos del progreso, encargaron al arquitecto Peter Latz el diseño de un gran proyecto para preservar las chimeneas y las viejas estructuras de las fábricas siderúrgicas de la cuenca del Ruhr. Aquí no. Aquí, lo que han diseñado es un calendario de derribos cuya próxima cita será el 30 de septiembre. Luego habrá derribos todos los sábados y se reserva un domingo para derribar el Gasómetro.

 Como avilesino, me consideraba viudo de la siderurgia y de todo lo que supuso, pero es que ahora, a este viudo, le han quitado lo que tenía: la herencia de las chimeneas en usufructo.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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