lunes, 4 de septiembre de 2023

A Covadonga de promesa, o de excursión

Milio Mariño

Siempre que hablan de Covadonga, fiesta que celebramos en unos días, recuerdo haber oído que quienes inventaron la costumbre de peregrinar a los santuarios y las ermitas fueron las mujeres y no, precisamente, por devoción o fervor religioso. Al parecer utilizaban el pretexto de cumplir una promesa para que sus maridos las sacaran de casa y las llevaran de excursión, so pena de provocar la ira del cielo y que los castigara Dios.

Nunca me preocupó saber si la citada sospecha tenía algún fundamento. Lo que sí puedo decir es que cuando era niño todos los años íbamos a Covadonga y nunca supe por qué. El motivo era secreto y el pago por el favor también. En cualquier caso, si es que había favor, debía ser poco importante porque algunas mujeres subían las escaleras de rodillas y mi madre nunca lo hizo. Rezaba un par de minutos y asunto concluido.

Me encantaban aquellos viajes que hacíamos en familia. Jamás oí un reproche, de modo que una de dos: o La Santina concedía todo lo que mí familia pedía, o los míos aceptaban con resignación que no les concediera nada.

Mucho tiempo después, ya de mayor, me enteré de que las vírgenes y los santos no hacen milagros. Los milagros solo los hace Dios. Así lo establece la jerarquía eclesiástica y lo razona de forma sencilla: no pueden hacer milagros porque significaría que tendrían el mismo poder que Dios. Para la Iglesia está claro, pero como le interesa que la gente siga creyendo, no desvela que las vírgenes y los santos son meros intermediarios que hablan por nosotros y tratan de interceder ante Dios.

Dios viene a ser como la última instancia. Lo cual hace razonable que disponga de unos subalternos que criben nuestras peticiones. Es más, muchas, la mayoría, seguro que ni le llegan. Le llegó, porque ahí está la historia que lo confirma, la petición de Don Pelayo que Dios atendió como es debido provocando aquel argayo que derrotó a los árabes, pero las del Real Oviedo y el Sporting, que todos los años van a Covadonga y piden subir a primera, apuesto que La Santina las mete en un cajón y ahí se quedan.

La gente, aunque la medicina haya avanzado mucho, creo que debe seguir pidiendo tener buena salud. Habrá quien aproveche y, además de salud, pida acertar la primitiva y, si acaso, un poco de amor, pero serán los menos. Peticiones raras siempre las hubo y milagros extravagantes también. Contaba Boccaccio que una esposa fue sorprendida con su amante en la cama y le dijo al marido: Llevaba mucho tiempo pidiéndolo y, por fin, Dios me ha escuchado y me ha mandado a Fray Rinaldo, que está intercediendo con mucho ahínco para curarme de las lombrices.

En esto de los milagros, la Iglesia siempre ha sido más cauta y escéptica que el pueblo llano. Nosotros somos muy dados a creer que algunas cosas que nos suceden, y suceden a nuestro alrededor, son auténticos milagros. Los más creyentes dicen, incluso, que quien no se ha beneficiado de algún milagro es porque no lo ha pedido.

Milagros aparte, intervenga La Santina, o no, y en última instancia Dios, que seguramente tampoco, he decidido que, este año, vuelvo a Covadonga. El motivo, como manda la tradición, seguirá siendo secreto. Allá ustedes sí piensan que voy de promesa o de excursión.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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