En una entrevista reciente, la psicóloga
y antigua profesora de la Universidad de Stanford, Carol Dweck decía que, al contrario de lo que
se piensa, los años ayudan a nuestra sexualidad porque nos obligan a ser
tremendamente prácticos y disfrutar de los detalles olvidándonos de nuestras
limitaciones físicas y saboreando un erotismo que no tiene que ver con la edad
y sí con nuestra predisposición y nuestra actitud mental.
Se agradece que quiera animarnos,
pero la psicóloga americana, una autoridad mundial en el campo de la motivación,
tiene 77 años y tal vez no le quede otra que discurrir algunos trucos para
seguir disfrutando del sexo. Me parece estupendo. Otros, a esa edad, pasan de
motivarse y tiran la toalla. El escritor Juanjo Millás decía, hace poco, que si
le dieran a elegir entre follar como a los 40 o comer bien sin que le sentara
mal y sin engordar, elegiría comer.
No entiendo que la gastronomía y
el sexo tengan que ser excluyentes. No veo por qué. Y menos desde que descubrí que
aquí mismo, en el Polígono de las Arobias, hay una empresa avilesina que
unifica los dos placeres y ha patentado y vende “Dulces Orgasmos”; unas pastas
en forma de corazón que elabora con licor de manzana.
Animado por el inesperado hallazgo
me propuse investigar un poco y descubrí una repostería de rechupete, rica en
calorías y azúcares, que favorece la liberación de endorfinas y proporciona un
placer que, para algunos, es muy posible que sustituya al placer del sexo. No
imaginaba que tuviera ese poder. Pero debe tenerlo porque, además de los
“Dulces Orgasmos” avilesinos, en Cantabria, venden “Orgasmos a la crema de
orujo”, unas pastas, elaboradas con orujo y frutas del bosque. También “Chochitos
Ricos”, un dulce típico que viene a ser como una galleta con un agujero en el
centro para que nadie diga que nunca se ha comido un rosco.
En Salamanca ofrecen “Chochos
Charros” otro dulce típico. En la localidad madrileña de Chinchón, tienen
“Tetas de Novicia” y “Pelotas de fraile”, dulces basados en recetas ancestrales
de las monjas clarisas. Recetas que, supongo, serán las mismas, o muy parecidas,
que sirven para elaborar los dulces “Tetillas de monja” en Orihuela y “Pelotas
de monje” en Peñíscola. Mas irreverentes parecen los “Cojones del Anticristo”, unas
pastas de té artesanas, propias del Valle del Liébana. Además están los
“Casquetes”, dulces típicos de Aragón, rellenos de crema y cabello de ángel, y el
“Pedo de monja”, en Cataluña, unas olorosas mini galletas que inventó un
pastelero italiano afincado en Barcelona.
Son muchos los dulces que ofrecen
placer comestible con la particularidad de que, casi siempre, las monjas y los
frailes andan de por medio, quien sabe si siguiendo el consejo de esa psicóloga
americana que propone disfrutar del sexo sin tener en cuenta nuestras limitaciones
físicas y, en este caso, conservando intacto el voto de castidad.
Lo sorprendente es que contando,
incluso, con las citadas ventajas, esos dos grandes placeres que son la comida
y el sexo están perdiendo terreno. Un estudio publicado en el Reino Unido
señala que son mayoría quienes consideran que ir de compras puede ser tan
gratificante, o más, que practicar sexo o comer a la carta en un buen restaurante. Y no crean que quienes opinaron
así fueron los más mayores, fueron los que tenían entre 25 y 45 años.
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