Hay noticias que se instalan en
la cabeza y son como esos parientes que vienen para dos días y se quedan una
semana. Al principio lo aceptas, pero luego estas hasta las narices, que es
como estoy ahora con el famoso crimen de Tailandia cuya noticia amenaza con
quedarse hasta no sabemos cuándo.
Llevo demasiado tiempo dándole
vueltas a una idea que me parecía brillante. Definir la realidad como un striptease
interminable donde la desnudez nunca acaba por mostrarse del todo. Siempre deja
zonas ocultas que quedan al resguardo de las miradas y de esos escritores mediocres
que pretenden aprovecharse y sacar de ellas el argumento para una novela de
éxito. Algo que nunca consiguen porque no tienen la imaginación suficiente como
para escribir la historia de dos homosexuales que van a una isla paradisiaca
para disfrutar de su idilio, y de la luna llena de agosto, y resulta que uno
asesina al otro para librarse de la tiranía a la que se veía sometido. Fue lo que
dijo el asesino confeso que, al parecer, sabe lo que hizo, pero no sabe por qué
cortó a su novio en trocitos.
Podía haber sido una bonita
historia de ficción para leer este tórrido verano, a la sombra de un ciruelo, si
no fuera que la historia es real y la realidad, a veces, disfruta desconcertándonos.
Se divierte sacando a la luz nuestras atrocidades, pero ahí se queda. Compone
la trama y el nudo y deja el desenlace a nuestro criterio. Nos mete en un lio y
perdemos los papeles.
La realidad social, lo que se
conoce como opinión pública, acogió el crimen de Tailandia con el cinismo y la
desfachatez de disculpar al asesino y olvidarse del asesinado. No sabemos qué
pasaría si el asesino hubiera sido gordo, bajo y calvo, pero lo cierto es que,
en este caso, se asumió la belleza, el amor y la felicidad y, al mismo tiempo, se
castigó el vicio. Se aceptó la venganza y se compartió el motivo.
A ver: Un médico maricón, y además colombiano,
trata de someter a un chico joven y guapo, hijo y nieto de actores famosos. El
chico consiente en tener relaciones por el agujero de servicio, pero no está
dispuesto a que esa costumbre acabe en vicio y compra un cuchillo de carnicero.
Toma precauciones porque una cosa es la libertad y otra el libertinaje. Ser
homosexual en la intimidad tiene un pase, pero ser maricón de playa es
intolerable.
Muchos medios y buena parte de la
opinión pública, compraron esa versión porque viene bien para combatir el
aburrimiento y el insoportable calor de agosto. Retorcer la realidad de un crimen
morboso da para un culebrón del que ya se ha escrito el primer capítulo. Ahora
estamos en el segundo: las condiciones de la cárcel, los detalles desconocidos
y la pena de algunas televisiones y periódicos que se muestran afligidos porque
“al joven", así lo llaman, le han rapado la melena y lo han dejado como a los
demás presos. Pobre asesino. La esperanza es que Rama X, el extravagante y
controvertido Rey de Tailandia, indulte al reo confeso, conmutando la pena de
muerte por cadena perpetua y permitiendo que la cumpla en España. Aquí viviría
mejor y saldría en cosa de nada. Un final feliz por el que aboga mucha gente que
se tiene por gente de bien.
Buen relato y muy explicito y pragmático,así es Emilio.Buen día.🍀
ResponderEliminarGracias por leerme
ResponderEliminar🙏
ResponderEliminarMuy bueno Emilio
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