lunes, 14 de agosto de 2023

Prometer o jurar en vano

Milio Mariño

Las diputadas y diputados que fueron elegidos el pasado 23 de julio, si no lo hicieron ya, estarán a punto de tomar posesión de sus escaños y, seguramente, de  repetir las mismas fórmulas que emplearon en el pasado.  

A efectos legales, no hay diferencia entre que juren o prometan, pero la ley admite interpretaciones y algunos y algunas aprovechan para interpretarla a su modo y hacer lo que no debería estar permitido por más que el Tribunal Constitucional haya dictaminado que cualquier fórmula que preceda o acompañe al inevitable “sí juro” o “sí prometo” es válida.

Quienes juran significa que ponen a Dios por testigo en el cumplimiento de su compromiso y quienes prometen adquieren un compromiso personal sin poner por testigo a nadie. La cuestión es que, además de jurar o prometer, los hay, y las hay, que sueltan un pequeño discurso, a modo de disculpa, y justifican que juran o prometen “por imperativo legal”, “por España”, “por la democracia y los derechos sociales”, “por las trece rosas”, “por la Republica Catalana” y hasta “por el futuro del Planeta”.

Hace cuatro años, cuando en 2019 se constituyeron las Cortes, hubo diputadas y diputados, de izquierdas y de derechas, que pronunciaron las citadas frases en la toma de posesión de sus escaños. Lo hicieron apelando a una libertad que se suele invocar para todo, venga o no venga al caso.

Solo con reflexionar un poco, se advierte que no tiene sentido que alguien jure o prometa acatar la Constitución y al mismo tiempo ponga una disculpa infantil y diga que lo hace porque le obliga la ley. Los diputados y las diputadas deberían saber que acatar la Constitución no significa estar de acuerdo con ella. También deberían saber que ninguna ley obliga a nadie a ser diputada o diputado. Quien no esté dispuesto a cumplir los requisitos que exige acceder al cargo puede dimitir o no presentarse a las elecciones. Es absurdo que se permita el paripé de acatar la Constitución sí pero no. Quienes se sirven de ese truco, da igual que juren por sus muertos o prometan por los clavos de Cristo. Es evidente que están mintiendo. Y si empezamos así, mal empezamos.

Apenas se le da importancia porque ahora todo se banaliza, pero se trata de una cuestión relevante ya que difícilmente se puede cumplir con el respeto a la verdad, al prójimo y a uno mismo si se empieza tomando a broma el juramento o la promesa. Compromisos que, aunque no estén muy de moda, son exigibles a cualquiera que ejerza un cargo público.

 Hace mucho, ya ni me acuerdo, me enseñaron que el análisis comparativo es una metodología de las más conocidas y empleadas en las Ciencias Sociales. Pues bien, puede servirnos, como comparación y ejemplo, plantear qué pasaría si el novio, en una boda, a la hora de refrendar su compromiso, dijera: si quiero por imperativo legal y siempre que mi futura esposa me permita ir al fútbol todos los domingos.

Doy por sentado que el cura diría al novio que se dejara de tonterías y respondiera, alto y claro, si quería casarse o no.

 Con los diputados y las diputadas debería pasar lo mismo. No debería considerarse valido que dijeran juro o prometo porque es necesario para sentarme en el Congreso, pero ello no quiere decir que me comprometa a respetar y acatar la Constitución.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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