Las diputadas y diputados que
fueron elegidos el pasado 23 de julio, si no lo hicieron ya, estarán a punto de
tomar posesión de sus escaños y, seguramente, de repetir las mismas fórmulas que emplearon en
el pasado.
A efectos legales, no hay
diferencia entre que juren o prometan, pero la ley admite interpretaciones y algunos
y algunas aprovechan para interpretarla a su modo y hacer lo que no debería
estar permitido por más que el Tribunal Constitucional haya dictaminado que cualquier
fórmula que preceda o acompañe al inevitable “sí juro” o “sí prometo” es
válida.
Quienes juran significa que ponen
a Dios por testigo en el cumplimiento de su compromiso y quienes prometen adquieren
un compromiso personal sin poner por testigo a nadie. La cuestión es que,
además de jurar o prometer, los hay, y las hay, que sueltan un pequeño discurso,
a modo de disculpa, y justifican que juran o prometen “por imperativo legal”, “por
España”, “por la democracia y los derechos sociales”, “por las trece rosas”, “por
la Republica Catalana” y hasta “por el futuro del Planeta”.
Hace cuatro años, cuando en 2019
se constituyeron las Cortes, hubo diputadas y diputados, de izquierdas y de derechas,
que pronunciaron las citadas frases en la toma de posesión de sus escaños. Lo
hicieron apelando a una libertad que se suele invocar para todo, venga o no
venga al caso.
Solo con reflexionar un poco, se
advierte que no tiene sentido que alguien jure o prometa acatar la Constitución
y al mismo tiempo ponga una disculpa infantil y diga que lo hace porque le
obliga la ley. Los diputados y las diputadas deberían saber que acatar la
Constitución no significa estar de acuerdo con ella. También deberían saber que
ninguna ley obliga a nadie a ser diputada o diputado. Quien no esté dispuesto a
cumplir los requisitos que exige acceder al cargo puede dimitir o no presentarse
a las elecciones. Es absurdo que se permita el paripé de acatar la Constitución
sí pero no. Quienes se sirven de ese truco, da igual que juren por sus muertos
o prometan por los clavos de Cristo. Es evidente que están mintiendo. Y si
empezamos así, mal empezamos.
Apenas se le da importancia porque
ahora todo se banaliza, pero se trata de una cuestión relevante ya que
difícilmente se puede cumplir con el respeto a la verdad, al prójimo y a uno
mismo si se empieza tomando a broma el juramento o la promesa. Compromisos que,
aunque no estén muy de moda, son exigibles a cualquiera que ejerza un cargo
público.
Hace mucho, ya ni me acuerdo, me enseñaron que
el análisis comparativo es una metodología de las más conocidas y empleadas en
las Ciencias Sociales. Pues bien, puede servirnos, como comparación y ejemplo, plantear
qué pasaría si el novio, en una boda, a la hora de refrendar su compromiso, dijera:
si quiero por imperativo legal y siempre que mi futura esposa me permita ir al
fútbol todos los domingos.
Doy por sentado que el cura diría
al novio que se dejara de tonterías y respondiera, alto y claro, si quería
casarse o no.
Con los diputados y las diputadas debería pasar
lo mismo. No debería considerarse valido que dijeran juro o prometo porque es
necesario para sentarme en el Congreso, pero ello no quiere decir que me
comprometa a respetar y acatar la Constitución.
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Milio Mariño