Cuando ya teníamos asumido que la
robotización eliminaría millones puestos de trabajo, ahora nos vienen con que
una profesión que creíamos de futuro, la de astronauta, también puede quedar en
nada. El pasado miércoles, la nave espacial Orión partió rumbo a la luna con
una tripulación de tres maniquís y dos muñecos: los maniquís Moonikin, Helga y
Zohar, el perro Snoopy y la oveja Shaun.
Astronautas, ninguno. Dice la
NASA que más adelante, en 2025, intentarán poner en la Luna a una mujer y una persona
de color. A estas alturas, decir intentarán, supone adelantar a noviembre el
día de los inocentes. Es muy mosqueante que Armstrong pisara la luna el 21 de
julio de 1969 y ahora, 53 años después, manden tres maniquís y dos muñecos.
Solo faltaba que aquello que algunos creímos ver en directo fuera mentira.
Recuerdo que nos reíamos de la
gente que ponía en duda lo que, para nosotros, era incuestionable pero, a lo
largo de estos años, fue ganando terreno la teoría de que todo obedeció a una
operación de propaganda, montada por los americanos para demostrar su poderío
frente a la Unión Soviética. También tomó cuerpo otra versión, que algunos
consideran más creíble, en la que se acepta que Armstrong estuvo en la Luna, pero
que las fotos se hicieron en Houston debido a que las originales contenían
imágenes de ovnis y seres extraterrestres.
Cualquiera de las dos versiones certifica
que nos engañaron. Y, puestas así las cosas, lo mejor sería que la versión verdadera
fuera la falsa. No quiero pensar que sea cierto que Armstrong y Aldrin se
encontraran con lunáticos extraterrestres y que las autoridades americanas
destruyeran las fotos para que no viéramos lo que Cyrano de Bergerac contó,
hace siglos, en su obra “El otro mundo”.
Recurro a Cyrano porque su
versión me entusiasma. Cuenta que la luna está habitada, pero sólo los animales
andan sobre dos patas. Nuestros equivalentes, los lunáticos, son cuadrúpedos
que utilizan sus cuatro extremidades. Según Cyrano, en la luna hay dos idiomas:
el del pueblo y el de la grandeza. Éste último es melódico y, en caso de
afonía, puede suplirse con instrumentos musicales. El pueblo, en cambio, no
tiene voz, solo se expresa con sonidos guturales. Pero lo más curioso, lo llamativo,
es que los lunáticos se alimentan por el olor, de modo que en vez de comer se
desnudan ya que así absorben mejor los nutritivos vapores. Hay otro dato que me
parece definitivo. Dice Cyrano que los aborígenes de la luna lucen un enorme
pene que ciñen a su cintura y, a diferencia de los humanos, son tan desinhibidos
que no se avergüenzan de sus genitales.
Lo que dice Cyrano es
cuestionable, sobre todo lo relativo al tamaño del pene, pero llama la atención
que la NASA esté completando un estudio para averiguar por qué los astronautas,
cuando salen al espacio, sufren unas erecciones tremendas.
La luna sigue siendo un grandísimo
misterio como también lo es que en 1969 viéramos a un ser humano pisar la
superficie lunar, no volviéramos en 53 años y ahora manden a tres maniquís. Alguna
explicación habrá. Mientras no la encontremos seguiremos dándole vueltas a si
esto de mandar maniquís será para engañar a los extraterrestres, caso de que
los haya, o para engañarnos a nosotros, dado que los maniquís difícilmente podrán
contar lo que vean allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño