lunes, 21 de noviembre de 2022

Tres maniquís rumbo a la luna

Milio Mariño

Cuando ya teníamos asumido que la robotización eliminaría millones puestos de trabajo, ahora nos vienen con que una profesión que creíamos de futuro, la de astronauta, también puede quedar en nada. El pasado miércoles, la nave espacial Orión partió rumbo a la luna con una tripulación de tres maniquís y dos muñecos: los maniquís Moonikin, Helga y Zohar, el perro Snoopy y la oveja Shaun.

Astronautas, ninguno. Dice la NASA que más adelante, en 2025, intentarán poner en la Luna a una mujer y una persona de color. A estas alturas, decir  intentarán, supone adelantar a noviembre el día de los inocentes. Es muy mosqueante que Armstrong pisara la luna el 21 de julio de 1969 y ahora, 53 años después, manden tres maniquís y dos muñecos. Solo faltaba que aquello que algunos creímos ver en directo fuera mentira.

Recuerdo que nos reíamos de la gente que ponía en duda lo que, para nosotros, era incuestionable pero, a lo largo de estos años, fue ganando terreno la teoría de que todo obedeció a una operación de propaganda, montada por los americanos para demostrar su poderío frente a la Unión Soviética. También tomó cuerpo otra versión, que algunos consideran más creíble, en la que se acepta que Armstrong estuvo en la Luna, pero que las fotos se hicieron en Houston debido a que las originales contenían imágenes de ovnis y seres extraterrestres.

Cualquiera de las dos versiones certifica que nos engañaron. Y, puestas así las cosas, lo mejor sería que la versión verdadera fuera la falsa. No quiero pensar que sea cierto que Armstrong y Aldrin se encontraran con lunáticos extraterrestres y que las autoridades americanas destruyeran las fotos para que no viéramos lo que Cyrano de Bergerac contó, hace siglos, en su obra “El otro mundo”.

Recurro a Cyrano porque su versión me entusiasma. Cuenta que la luna está habitada, pero sólo los animales andan sobre dos patas. Nuestros equivalentes, los lunáticos, son cuadrúpedos que utilizan sus cuatro extremidades. Según Cyrano, en la luna hay dos idiomas: el del pueblo y el de la grandeza. Éste último es melódico y, en caso de afonía, puede suplirse con instrumentos musicales. El pueblo, en cambio, no tiene voz, solo se expresa con sonidos guturales. Pero lo más curioso, lo llamativo, es que los lunáticos se alimentan por el olor, de modo que en vez de comer se desnudan ya que así absorben mejor los nutritivos vapores. Hay otro dato que me parece definitivo. Dice Cyrano que los aborígenes de la luna lucen un enorme pene que ciñen a su cintura y, a diferencia de los humanos, son tan desinhibidos que no se avergüenzan de sus genitales.

Lo que dice Cyrano es cuestionable, sobre todo lo relativo al tamaño del pene, pero llama la atención que la NASA esté completando un estudio para averiguar por qué los astronautas, cuando salen al espacio, sufren unas erecciones tremendas.

La luna sigue siendo un grandísimo misterio como también lo es que en 1969 viéramos a un ser humano pisar la superficie lunar, no volviéramos en 53 años y ahora manden a tres maniquís. Alguna explicación habrá. Mientras no la encontremos seguiremos dándole vueltas a si esto de mandar maniquís será para engañar a los extraterrestres, caso de que los haya, o para engañarnos a nosotros, dado que los maniquís difícilmente podrán contar lo que vean allí.

 Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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