Ser rico es algo que puede pasarle
a cualquiera; nadie está libre. Unos por genética, porque inevitablemente lo
heredan de la familia, otros por caprichos que tiene la vida y algunos porque
lo buscan aunque estén avisados de sus consecuencias. Lo advirtió Jesús hace ya
muchos años: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un
rico entre en el Reino de los Cielos.
La sentencia no ofrece dudas. Los
ricos van al infierno, seguro. Tal vez por eso, porque somos conscientes del
terrible destino que les espera, se ha suscitado una fuerte polémica en torno a
si es justo que el Gobierno les ponga un nuevo impuesto. Hay quien lo ve como
una tortura innecesaria. Como una venganza, alentada por esa envidia malsana
que siempre recurre a la crueldad. Después de todo, aunque sean ricos, siguen
siendo seres humanos. No debería cegarnos la soberbia de algunos ni aquel
desplante de María Antonieta cuando dijo: si los pobres no tienen pan que coman
pasteles.
Ahí queda eso. Pero, volviendo a
lo del impuesto, no creo que el Gobierno tenga fácil determinar quién merece la
consideración de rico. Algunos sostienen que lo es quien posee un patrimonio
superior al millón de euros y otros lo niegan alegando que nadie puede considerarse
rico hasta que le resulte difícil guardar su dinero y tenga que colocarlo en un
paraíso fiscal.
No faltan, tampoco, los que denuncian
que hay gente con mucho dinero que se viste de pobre y alega con voz
quejumbrosa que, por supuesto, es a otros, y no a ellos, a los que hay que
quitarles parte de lo que tienen. El
ejemplo que ponen es Pablo Iglesias y su chalet de Galapagar. Dicen que si
sigue contando como pobre, los ricos van a tener una buena disculpa para no
pagar.
Estaremos atentos a ver qué pasa.
La experiencia nos dice que, por más impuestos nuevos que pongan, será igual de
imposible empobrecer a los ricos que enriquecer a los pobres. La brecha
económica, entre ambos extremos de la sociedad, sigue creciendo al tiempo que cada vez son más las
triquiñuelas que se descubren, en cuanto a cómo se las arreglan los ricos para
no pagar. Según los últimos datos, el Estado español pierde cada año 7.222
millones de dólares por culpa de los impuestos que deberían pagar y no pagan
las grandes fortunas. De ahí que, en mi opinión, servirá de poco ese nuevo
impuesto que quieren poner a los ricos.
Si es por presumir, sacar pecho y
celebrarlo como quien marca un gol, no digo nada. Pero la realidad demuestra que los ricos se
valen de muchos trucos para no pagar. Al parecer esos 7.222 millones de dólares
que se calcula que defraudan todos los años son, solo, la punta del iceberg.
Así que antes de poner un nuevo impuesto
deberían poner más empeño en hacer que paguen los que es evidente que no
suelen pagar como pagamos los que vivimos de un sueldo. La democracia, además
de dictar las reglas del juego, tiene que hacerse respetar porque, de lo
contrario, se convertirá en el Reino de Jauja.
Gobernar no es, solo, dictar
muchas leyes es hacer que se cumplan. Por eso me temo, muy mucho, que ponerles
un nuevo impuesto a los ricos será, en la práctica, como hacerles cosquillas en
los testículos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño