lunes, 17 de octubre de 2022

Impuestos que van de culo

Milio Mariño

Habrán oído mil veces que llegará el día en qué pagaremos hasta por espirar. Pues bien, ese día casi ha llegado. Por coger aire todavía no nos cobran, pero si no lo devolvemos por donde lo hemos cogido tocará pagar. Lo acaba de anunciar Jacinda, la presidenta del  gobierno de Nueva Zelanda,  que hace unos días presentó un nuevo impuesto con el que pretende que, en 2025, los ganaderos paguen por los gases emitidos por las vacas y las ovejas.

La excusa es frenar el cambio climático y el efecto invernadero, pero el impuesto no frenará nada porque las vacas seguirán tirándose pedos como usted y como yo, e incluso como las princesas más delicadas y el propio Papa de Roma, que en esto no hay distinciones. Nadie se libra de que el gas de sus intestinos se abra paso por donde todos sabemos, haciendo ruido, silencioso o gimiendo, pues no se conoce método que propicie que nuestra voluntad se imponga, de modo que salga cuando queramos y sin un efecto sonoro que nos delate. Por algo los médicos y las personas con estudios lo llaman meteorismo, porque es una fuerza de la naturaleza, incontrolable, como el viento huracanado o los truenos.

Vuelvo a insistir sobre el tema porque no son pocas las chifladuras que nos proponen en materia de impuestos. En el año 2012, el famoso economista nipón Takuro Morinaga propuso al gobierno la idea de aplicar un impuesto especial a los guapos. Según su fórmula, los ciudadanos serían divididos en cuatro categorías por un jurado seleccionado al azar. Así tendríamos a los guapos, a los normales, a los medianamente feos y a los feos sin discusión. Los guapos pagarían un nuevo impuesto y los feos podrían disfrutar de un 20% de deducción fiscal.

No lo digo porque, con toda seguridad, saldría beneficiado, pero me parece un impuesto más racional y sensato que el de los pedos de las vacas. De todas maneras, la medida nunca llegó a aplicarse. Desconozco si fue que no tuvo el suficiente apoyo parlamentario o se encontró con alguna traba legal que no pudo superar. La cuestión es que ahí se quedó, en el archivo, como muestra de que en materia de impuestos cabe cualquier propuesta por descabellada que parezca. Ahora mismo, en Arkansas, quienes se hacen un tatuaje o se ponen un piercing pagan un 6% extra de impuestos. En Maine existe un impuesto especial para los arándanos y en Maryland solo está exento de impuestos un cuarto de baño por vivienda, quienes se permitan el lujo de tener más, pagan un impuesto adicional por cada uno de ellos.  

Dice Jacinda, la presidenta de Nueva Zelanda, que parte de lo que recauden con el impuesto de los pedos de las vacas lo dedicarán a plantar árboles. Sería estupendo que cambiaran pedos por árboles si la fiscalidad medioambiental estuviera pensada para reducir la contaminación y ayudar en la lucha contra el cambio climático, pero, en realidad, solo sirve como una nueva vía para aumentar la recaudación de los ingresos públicos. No se paga por contaminar sino que se puede contaminar si se paga, así que aquellos que se lo pueden permitir pueden seguir contaminando.

No creo que aquí se atrevan con los pedos de las vacas, pero no me extrañaría que, con el tiempo, tuviéramos que declarar cuantas fabadas comemos al año.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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