Habrán oído mil veces que llegará
el día en qué pagaremos hasta por espirar. Pues bien, ese día casi ha llegado. Por
coger aire todavía no nos cobran, pero si no lo devolvemos por donde lo hemos
cogido tocará pagar. Lo acaba de anunciar Jacinda, la presidenta del gobierno de Nueva Zelanda, que hace unos días presentó un nuevo impuesto
con el que pretende que, en 2025, los ganaderos paguen por los gases emitidos
por las vacas y las ovejas.
La excusa es frenar el cambio
climático y el efecto invernadero, pero el impuesto no frenará nada porque las
vacas seguirán tirándose pedos como usted y como yo, e incluso como las
princesas más delicadas y el propio Papa de Roma, que en esto no hay
distinciones. Nadie se libra de que el gas de sus intestinos se abra paso por
donde todos sabemos, haciendo ruido, silencioso o gimiendo, pues no se conoce
método que propicie que nuestra voluntad se imponga, de modo que salga cuando
queramos y sin un efecto sonoro que nos delate. Por algo los médicos y las
personas con estudios lo llaman meteorismo, porque es una fuerza de la
naturaleza, incontrolable, como el viento huracanado o los truenos.
Vuelvo a insistir sobre el tema
porque no son pocas las chifladuras que nos proponen en materia de impuestos. En
el año 2012, el famoso economista nipón Takuro Morinaga propuso al gobierno la
idea de aplicar un impuesto especial a los guapos. Según su fórmula, los
ciudadanos serían divididos en cuatro categorías por un jurado seleccionado al
azar. Así tendríamos a los guapos, a los normales, a los medianamente feos y a
los feos sin discusión. Los guapos pagarían un nuevo impuesto y los feos podrían
disfrutar de un 20% de deducción fiscal.
No lo digo porque, con toda
seguridad, saldría beneficiado, pero me parece un impuesto más racional y
sensato que el de los pedos de las vacas. De todas maneras, la medida nunca
llegó a aplicarse. Desconozco si fue que no tuvo el suficiente apoyo
parlamentario o se encontró con alguna traba legal que no pudo superar. La
cuestión es que ahí se quedó, en el archivo, como muestra de que en materia de
impuestos cabe cualquier propuesta por descabellada que parezca. Ahora mismo, en
Arkansas, quienes se hacen un tatuaje o se ponen un piercing pagan un 6% extra
de impuestos. En Maine existe un impuesto especial para los arándanos y en
Maryland solo está exento de impuestos un cuarto de baño por vivienda, quienes
se permitan el lujo de tener más, pagan un impuesto adicional por cada uno de
ellos.
Dice Jacinda, la presidenta de
Nueva Zelanda, que parte de lo que recauden con el impuesto de los pedos de las
vacas lo dedicarán a plantar árboles. Sería estupendo que cambiaran pedos por
árboles si la fiscalidad medioambiental estuviera pensada para reducir la
contaminación y ayudar en la lucha contra el cambio climático, pero, en
realidad, solo sirve como una nueva vía para aumentar la recaudación de los ingresos
públicos. No se paga por contaminar sino que se puede contaminar si se paga,
así que aquellos que se lo pueden permitir pueden seguir contaminando.
No creo que aquí se atrevan con
los pedos de las vacas, pero no me extrañaría que, con el tiempo, tuviéramos
que declarar cuantas fabadas comemos al año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño