Dicen por ahí que entre las especies
en peligro de extinción está la del Menú del Día. Primer y segundo plato, pan,
vino y postre por 13 euros, que es lo que sale de media en el conjunto de la
geografía española.
La culpa, al parecer, es de la inflación. La
inflación puede hacer que los bares y restaurantes dejen de sacar a la calle
esa pizarra que obra el milagro de convertir a los ateos del chollo en creyentes
de que se puede comer bien y barato. No obstante, los obreros en ropa de
trabajo, y los oficinistas, autónomos y otras tribus urbanas, incluidos los
solitarios, ya han recibido la amenaza de que no van a poder seguir disfrutando
de los martes lentejas y los jueves paella. Una comida casera que, en las
casas, se come cada vez menos.
Sería una tragedia que
desaparecieran esos menús en los que la calidad supera, con mucho, al precio. Comer
bien y barato tal vez fuera un lujo del que los pobres no éramos conscientes pero,
hasta ahora, era posible. Era, casi, como ir a comer los domingos a casa de tú
madre.
Si la amenaza, al final, se
cumple será malo para el país. La música de la crisis suena hasta en los restaurantes
de postín. Dicen que también está en crisis el Menú Degustación. En este caso
no por la tendencia inflacionista sino porque la gente ya se ha cansado de las
tonterías de los chefs. Está harta de ese empeño por transformar las cocinas en
laboratorios y hacer que las comidas se conviertan en una entelequia imposible
de discernir. Ahí tienen la tortilla deconstruida, que la sirven en una copa y
hay que comerla con cucharilla de café.
Por lo que a mí respecta, cuando me
hablan de la alta cocina, siempre se me va la olla y pienso en la alta costura.
Pienso en esos modelos que sacan en los desfiles y sabemos que nadie se los va
a poner. No estoy hecho para esos lujos, me gusta la sencillez. Llevo mal ir a
un restaurante, abrir la carta y encontrarme con algo así: "Delicia de
ternera con delicados frutos silvestres en cascada sobre duquesas perfumadas
con especias de gourmet". No crean que me acabo de inventar el plato, es
real. Tan real como que después de leerlo no fui capaz de imaginar qué podía
ser y acabé pensando que, fuera lo que fuera, no era para mí
La supervivencia del Menú del Día
la veo más necesaria que la del Menú Degustación. La veo imprescindible porque creo
que cumple una buena función social. Lo otro queda para quienes puedan darse un
capricho. Un capricho caro por más que Dabiz Muñoz dijera, hace poco, que no es
cosa de ricos pagar 365 euros por comer el Menú Degustación de su restaurante
DiverXo. Por ese precio cualquiera puede comer el Menú del Día durante todo un
mes. No será lo mismo. Seguro que no llorará de emoción por la experiencia culinaria,
pero se apañará como se apaña quien conduce un coche normal en vez de un
Ferrari Purosangue 2022.
Lo del Menú del Día, ojala se
arregle por el bien de todos. Y, si me lo permiten, especialmente, por el de
quienes venimos de una época en la que preguntabas: ¿Qué hay hoy para comer? Y respondían: Hostias en vinagre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño