Soy de los antiguos, de los que todavía van por casa
apagando las luces que los suyos dejan encendidas. No crean que lo hago por
aquello que cantaba Armando Manzanero en uno de sus famosos boleros: “Voy a
apagar la luz para pensar en ti y así dejar soñar a mi imaginación”. Lo mío es
menos poético. Apago la luz por costumbre, porque fue lo que me enseñaron de
niño. Pero ya ven qué cosas, antes me reñían por no apagarla y ahora me riñen porque
la apago.
Apagar la luz, sé que sirve de poco. Las eléctricas me
atracan lo mismo con la luz apagada que a plena luz del día. Me atracan a todas
horas, no me escapo ni poniendo la lavadora a las tres de la mañana, un horario
que mis vecinos agradecen porque dicen que cuando están en la fase rem del
sueño el centrifugado les arrulla.
Llamo atraco al precio de la luz porque me gusta llamar a las
cosas por su nombre. Creo que quien cobra la energía eléctrica al precio que tiene
ahora está cometiendo un atraco con total impunidad. Ya sé que las eléctricas lo
niegan, faltaría más. Niegan que haya abuso en la subida de los precios y dicen
que no se están beneficiando con este encarecimiento.
Lo que dice el Gobierno, por boca de la ministra Teresa
Ribera, es que no puede hacer nada porque Bruselas se lo impide. Y, como no
puede hacer nada, lo que hace, para asombro de las victimas del atraco, es
pedir empatía a las eléctricas. Algo así como: cuando les roben no se lo quiten
todo, déjenles cinco euros en el bolsillo para que puedan tomarse una caña y
volver a casa en autobús.
La culpa de todo esto, ahora, va para el Gobierno, pero la oposición
es igual de culpable o más. El PP y el PSOE, los dos, son responsables de los
tarifazos anteriores y de este también. Sus políticas durante décadas han
derivado en transigir y fortalecer al lobby energético hasta el punto de que,
incluso, cuando las compañías eléctricas defraudan cuentan con la complicidad
de las instituciones. Ahí tienen a la Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia, que se niega a publicar los nombres de las eléctricas que han
cobrado de más a los consumidores y no los publica.
La sumisión es total; en vez de aplicar medidas piden
clemencia. Piden empatía a las eléctricas cuando quien tiene que tener empatía,
y mucha, es quien gobierna. Empatía con los ciudadanos y mano dura con quienes se
dedican a vaciar los pantanos, maximizar los beneficios, inflar las tarifas y
campar a sus anchas haciendo lo que les viene en gana.
Lo exigible es que se tomen medidas, pero también hace falta
que la sociedad espabile y no permanezca pasiva ante lo que está sucediendo.
Que no se limite a patalear como un niño malcriado y se contente con una
rabieta que no tiene trascendencia, más allá del desahogo momentáneo.
Por lo visto, nos hemos olvidado de que, no hace tanto,
muchas cosas se conquistaban en la calle. Sería lógico, por tanto, que
plantáramos cara al atracador y a quien no hace nada por evitar el atraco. No
se entiende que nos revelemos y montemos un pollo para que nos dejen tomar
cañas en una terraza y en esto nos encojamos de hombros.
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Milio Mariño