Los ricos y los poderosos, los
que lo tienen todo y aún les sobra para tener otro tanto, insisten en que
podemos ser felices con muy poco. Dicen que lo bueno para nosotros, y para la buena
marcha del mundo, es que llevemos una vida “low cost”. Una vida de bajo coste que
es, al parecer, lo que nos tiene reservado el destino. Así que lo nuestro sería
trabajar por menos del salario mínimo, vivir en un piso de sesenta metros, que nos
cueste la mitad del sueldo, olvidarnos del coche y viajar en patinete eléctrico,
por economía y por la salud del planeta, y vestirnos con camisetas que venden a
ocho euros en la estilosa tienda de Primark.
¿Quién dijo que no podemos ser felices con eso?
Por supuesto que sí. Ser felices depende de nosotros, no de lo que tengamos. Es
lo que apuntan los organizadores del Foro Económico de Davos, que han diseñado un
eslogan que aclara mucho las cosas: "En 2030 no tendrás nada, pero serás
feliz".
Pues mira qué bien. Es una
alegría saberlo. Si podemos alcanzar la felicidad sin tener nada, mejor que
mejor. Menos preocupaciones. No tendremos que rompernos la cabeza discurriendo cómo
gastar el dinero. Evitaremos que nos pase como al reciente fichaje del
Barcelona, “El Kun Agüero”, que acaba de comprarse un Ferrari SF90 Stradale, en
el que se ha gastado 500.000 euros, y no las tiene todas consigo. Hace un par
de años se compró un Lamborghini Aventador, que le costó el triple que este
Ferrari, y ahí está en el garaje. “Pagué un millón y medio de dólares por un
Lamborghini y no sé para qué mierda lo compré. En dos años hice menos de mil
kilómetros. Apenas lo uso”. Dijo el futbolista, arrepintiéndose del capricho.
Parece un derroche, pero es
calderilla si lo comparamos con lo que se gastó un misterioso millonario, se
desconoce su nombre, que a través de una subasta compró uno de los cuatro
billetes que había a la venta para viajar a la estratosfera en el Blue Origin, con
Jeff Bezos, el pasado 20 de julio. El efímero vuelo espacial, cuya duración apenas
superó los 10 minutos, le costó 23,5 millones de euros. Pero ahí no acaba la
historia. La historia es que el millonario no pudo hacer lo que era la ilusión
de su vida, realizar el viaje espacial, por un problema de agenda.
Dos auténticos pardillos. Éstos,
como otros muchos millonarios, todavía no se han enterado de que el dinero no
da la felicidad. Y la reflexión podría ser qué si ellos no son capaces de
verlo, anda y que les den. Pero, portándonos con crueldad no se arregla el
problema. Antes, deberíamos reconocer que los gobiernos tampoco hacen nada por quitar
a los ricos del vicio. No he visto que ningún gobierno promueva alguna campaña
alertando de los peligros de ser millonario. Qué se yo… Algo parecido a: “Fumar
mata”, o “Si bebes no conduzcas”.
Contra la riqueza no existe
prevención alguna. Los ricos pelean por amasar una fortuna y luego se quejan de
que no son felices. Por eso hacen las tonterías que hacen. Cosa que reconocen y
tratan de remediar con ese buen consejo de que lo mejor para nosotros, y para
la buena marcha del mundo, es que no tengamos nada. No quieren que hagamos el
ridículo como ellos.
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Milio Mariño