lunes, 9 de agosto de 2021

Tres “fortunas” a pique

Milio Mariño

Como estamos en verano y hay tiempo para todo, incluso para ver por televisión los programas de cotilleo, imagino que estarán al tanto de que el rey emérito Juan Carlos veranea en una mansión de lujo, valorada en 11 millones de euros, que está situada en la pequeña isla de Nurai, a 15 minutos en barco de Abu Dabi. Lejos de su querida Mallorca y su inseparable Fortuna. Me refiero al yate, no sean malpensados. Aclaro, por sí no lo saben, que don Juan Carlos tuvo tres yates con ese nombre y otro que se llamaba Fortunita. Un pequeño velero con el que navegó algunos veranos hasta que, en 1976, siendo ya rey, mandó construir el primer Fortuna.

Pasar del Fortunita al Fortuna tampoco supuso gran cosa. El Fortuna era un yate, de 20 metros de eslora, que no alcanzaba los 30 nudos y en el que podían estar, como mucho, diez personas. Tal vez por eso tuvo una vida efímera, pues fue vendido tres años después, en marzo de 1979, y sustituido ese mismo verano por el segundo Fortuna. El Fortuna II, un regalo del amigo de don Juan Carlos, el rey Fahd de Arabia Saudí, que le obsequió con un precioso barco de 30 metros de eslora, casco de aluminio y un sistema de impulsión que no necesitaba hélices. Lo último en yates. Pero se conoce que don Juan Carlos quería más Fortuna y en 1981 mandó que lo trajeran a San Juan de Nieva, al fondeadero de Mefasa, para que le hicieran una renovación a fondo.

Mefasa se encargó de reformar la cubierta, mejorar los camarotes, aumentar la potencia de los motores y acometer una obra de envergadura que fue seguida muy de cerca por don Juan Carlos, que vino a San Juan de Nieva hasta en siete ocasiones y todas de incognito, ninguna de forma oficial.

El caso que aquellos arreglos no le sentaron muy bien al Fortuna II. Enseguida empezó a tener averías, siendo la más sonada cuando tuvo que ser remolcado por un pesquero, estando a bordo, como invitados, el príncipe Carlos de Inglaterra y la princesa Diana.

Para evitar un nuevo bochorno, Javier de la Rosa, Juan Villar Mir y, sobre todo, Mario Conde decidieron que Mefasa construyera el Fortuna III. Tenían intención de regalárselo al rey. Era 1.989 y aquel regalo sobrepasaba los mil millones de pesetas, pero el Fortuna III nunca llegó a salir de San Juan de Nieva con ese nombre. Sabino Fernández Campo aconsejó a don Juan Carlos que no lo aceptara y no lo aceptó. Si aceptó años después, en 2000, el Fortuna III que le regalaron el Gobierno Balear y una treintena de empresarios, a quienes el regalo les supuso un desembolso de 21,5 millones de euros.

No deja de ser curioso que, a día de hoy, los tres Fortuna de don Juan Carlos estén a pique. Tanto es así que Patrimonio Nacional ha puesto a la venta el último y no hay quien lo compre. Ni ofreciéndolo por una cantidad irrisoria, 2,2 millones de euros, encuentran comprador. 

Es una pena. Pero ya saben… Cuando bautizan un barco se celebra por todo lo alto, sin que falte el rito de romper una botella de champán en el casco. Sin embargo, cuando el barco envejece y muere nadie acude a su entierro. Da igual que sea un Fortuna que un simple bote de remos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España 


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