Hubo un tiempo en que creímos, yo
el primero, que solo era cine. Luego nos dimos cuenta de que también influía sobre
nuestra conducta, los valores personales y las costumbres. Ahora sabemos que el
cine, con sus películas, nos estaba preparando para muchas cosas y, entre
ellas, para que pudiéramos hacer frente a cualquier catástrofe y salir airosos.
Los guionistas de Hollywood trabajaron a destajo y lograron hacer películas de
mil calamidades: de terremotos, huracanes, tsunamis, edificios en llamas,
zombis macabros, virus asquerosos y hasta de extraterrestres feos y guapos unos
ingenuos y otros malvados.
Fueron muchas las películas en
las que corríamos un grave peligro y en todas acabamos triunfando. Detalle que
deberíamos tener muy en cuenta pues gracias a esas películas aprendimos a
enfrentarnos con situaciones difíciles y a ellas les debemos buena parte del
éxito en nuestra lucha contra el covid19. Es evidente que durante la pandemia muchas
veces reaccionamos como si hubiéramos vivido una situación parecida porque algo
así ya lo habíamos visto en el cine. Pero, claro, las películas acaban cuando
los protagonistas se casan o superan una desgracia. Entonces en la pantalla
aparece “The End” y lo que viene luego, lo de fueron felices y comieron
perdices, es cosa nuestra. Acabada la película, cada cual gestiona la felicidad
de los protagonistas como mejor sabe y puede.
Debería ser la parte más fácil.
Celebrar el triunfo sobre cualquier desgracia no tendría que ser un problema.
Pero lo es. Es justo en lo que fallamos. Lo vemos en esas otras películas que
nos pasan en los telediarios a la hora de la cena. Borracheras, botellones,
peleas en plan salvaje y la policía pidiendo ayuda porque no puede con la
cantidad de gente que hace el tonto en la calle como si no hubiera un mañana.
¿Qué está pasando? ¿Acaso hay
miles y miles de tontos y no nos habíamos dado cuenta? No lo creo. Los tontos
de verdad no se dedican a emborracharse y liarla parda, bastante tienen con lo
suyo. Éstos, los de los botellones y las borracheras en plan gamberro, que se
abrazan para celebrar que acaban de conocerse y beben a morro diez por la misma
botella, son tontos entontecidos. Una categoría que descubrió ese genio de la
medicina que fue Santiago Ramón y Cajal. El Nobel español definió como
entontecidos a quienes no quieren usar el cerebro, a los listos que hacen el
gilipollas porque dicen que es lo que les pide el cuerpo.
No es muy alentadora la imagen que
está dando la juventud. Uno no puede ocultar la frustración y la pena cuando
contempla a esos miles y miles de jóvenes que presumen de saltarse las normas
básicas sanitarias y desafían a la autoridad convirtiéndose en una marabunta
vandálica que clama por una libertad que consiste en ponerse ciego a copas y hacer
el tonto en la calle.
Ahí es nada la diferencia con
otros tiempos, vaya una libertad que reclaman, ahora, los jóvenes. De acuerdo
que no son todos, pero lo que muchos jóvenes entienden por libertad es salir de
juerga, beber y montar una bronca. Alguien debería decirles que eso no es
libertad, que la libertad hay que defenderla por encima de todo, pero que
emborracharse y hacer el tonto en la calle no es defendible porque no tiene que
ver con la libertad para nada. Tiene que ver con la tontería de unos cuantos
entontecidos.
Y lo grave que a estos tontos entontecidos, los están usando la política, en nombre de "La Libertad" y sacan votos, hasta para desafiar al presidente de su partido...que ese si que esta entontecido. Saludos.
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