Doy por supuesto que estarán al
tanto de que, este año, el Ayuntamiento de Madrid ha instalado, como principal
novedad del alumbrado navideño, cuatro banderas de España de un kilómetro de
longitud, cada una, en los puntos cardinales de la ciudad. Las citadas
banderas, formadas por luces led, cuestan 154.000 euros y el coste total del
alumbrado asciende a 3,2 millones. Cuestión que señalo como un dato más ya que la
intención no es suscitar el debate sobre si gastar tres millones de euros en
luces de navidad se ajusta a la situación económica actual o es un derroche. El
tema no es ese. Lo que llama la atención, más que el coste del alumbrado, es
que sustituyan las típicas luces de navidad, ya saben, los muñecos de nieve,
las velas, los renos con sus trineos y las campanillas de colores por cuatro
banderas de España de un kilómetro de longitud. No le encuentro sentido. Entiendo que es aprovecharse
de un símbolo y utilizarlo para unos intereses políticos que no vienen al caso
y menos en Navidad.
Dice el alcalde, Martínez
Almeida, que a nadie debería extrañarle que esas cuatro
banderas enormes, de luces led, estén presentes en la Navidad de la capital.
Que las banderas de España se ponen como elemento de unión y para levantar la
moral. Eso dijo, sin darse cuenta que le crecía la nariz, pues todo apunta a
que, en realidad, lo que se pretende no es iluminar las calles para llenarlas
de luz y color, sino utilizar las banderas como arma para demostrar que hay una
España patriota, la que gobierna en la capital, y otra España deleznable que no
pone banderas kilométricas porque está gobernada por rojos de la peor calaña
que reniegan de los símbolos nacionales.
Disimulan y se ríen por lo
bajinis porque el objetivo es evidente. Encaja con la actitud obscena de los
políticos que se envuelven en la bandera para justificar lo injustificable. Lo vemos
cada dos por tres, aunque si algo nos faltaba por ver es que vinculen la bandera
de España con la Navidad. A este paso, imagino que plantarán otra bandera
enorme en el Portal de Belén para que nos quede claro que María y José son de
derechas y su hijo Jesús también. Y, ya puestos, tampoco me extrañaría que, en
otro arrebato patriótico, a alguien se le pudiera ocurrir sustituir la mula del
pesebre por la cabra de la legión, si es que la cabra se deja y no tira al
monte.
No pretendo hacer un chiste. Pretendo
poner en evidencia que aprovechar las luces de Navidad para endilgarnos cuatro banderas
de España, de un kilómetro de longitud, es una mamarrachada hortera que causa vergüenza
ajena. En la propia disculpa del alcalde, en eso de que a nadie debería
extrañarle, se advierte la penitencia. Parece que, a él, si le extraña. Pero,
como debía estar en racha, aprovechó la rueda de prensa para añadir muy ufano:
“Puedo garantizar a todos que los Reyes llegarán a Madrid pues, este año, es
más necesario que nunca que nos dejen regalos".
Viendo las luces del alcalde, cabe preguntarse si la garantía que ofrece, eso de que los Reyes llegarán a Madrid, se refiere, solo, a los Reyes Magos o también incluye a ese Rey patriota que, ahora, vive en oriente a costa de los regalos.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario / La Nueva España
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