lunes, 21 de diciembre de 2020

Regularizar una vida es, realmente, difícil

Milio Mariño

Nuestro emérito don Juan Carlos ha regularizado, con Hacienda, lo suyo de las Tarjetas Black, pero aún no ha regularizado su vida. Su vida, y su figura, que la prensa glorificó durante décadas, ha ido convirtiéndose en una especie de fraude, muy difícil de regularizar. No alcanza con la socorrida historia de que fue él quien nos trajo la democracia. No alcanza porque tampoco es cierto. España volvió a la democracia por la presión social y política de sectores muy significativos de la población que no aceptaron sucedáneos como los que, inicialmente, se pretendían.

Si nos atenemos a los hechos, don Juan Carlos juró defender los Principios del Movimiento. Una decisión con la que no estuvo de acuerdo su padre, don Juan, que insistía en que no debía proclamarse rey antes de que hubiera democracia. Pero se conoce que había prisa; importaba más ceñir la corona que normalizar la situación política.

El siguiente episodio, el 23 F, tampoco deja muy claro cuál fue el papel que jugó don Juan Carlos. Cierto que esa noche dio un paso al frente, pero, en principio, estaba de acuerdo con la idea de quitar a Suárez y poner al general Armada al frente de un Gobierno de Concentración. Al final, rectificó y apostó por la democracia. Nos salvó de un Golpe de Estado que él mismo había puesto en marcha.

Lo que vino luego fue una impunidad, mal entendida, que le permitió hacer y deshacer a su antojo, ante la mirada de unos cortesanos que siempre estuvieron al quite para tapar sus conductas impropias o, incluso, delictivas. Quienes le rodeaban, sabían de sus adulterios continuados, de las amantes sufragadas con dinero público, las cacerías de elefantes y osos, los maletines de dinero negro, las cuentas opacas en Suiza y otros paraísos fiscales, la máquina de contar billetes, sus negocios con los jeques árabes, su amistad con banqueros corruptos, el apoyo para que su yerno montara un chiringuito y lograra enriquecerse y otras mil trapacerías que se solucionaban por debajo de la mesa para que no se enterara nadie y el rey pudiera seguir haciendo lo que le diera la real gana.

Vaya en su descargo que, don Juan Carlos, lo que sí quiso regularizar fue su situación conyugal. Primero lo intentó en 1.992, cuando le dijo a Sabino Fernández Campo que por qué no se podía divorciar, como lo hacían miles de españoles, para casarse con el amor de su vida, la mallorquina Marta Gayá. Volvió a intentarlo en 2012, en una cena en el restaurante El Landó, con el entonces Príncipe Felipe y las Infantas, donde, según se supo después, tanteó la posibilidad de divorciarse con el argumento de que se había enamorado de una princesa alemana.

La situación, ahora, está más o menos así: La regularización conyugal es evidente que no se hizo y la de Hacienda parece ser que tampoco, pues a pesar del reciente pago de 678.393 euros, según los técnicos de la Agencia Tributaria tendría que haber abonado más de treinta millones para ponerse al día. Queda que regularice su vida y vuelva a vivir en España, algo muy complicado porque don Juan Carlos desea volver, pero su hijo Felipe, que le ha retirado la asignación de la Casa Real, no está por que vuelva y se aloje en La Zarzuela. Lo quiere fuera y alejado de la monarquía.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva ESpaña

3 comentarios:

  1. Él no fue el protagonista de traer la democracia. La presión social y cuatro políticos con visión de futuro, le usaron como medio para facilitar el cambio. Ética y moralmente ha sido un desastre, en su vida privada y que todo el mundo sabia. A si se transmitió a su vida pública. Y el 23 F nunca engaño a nadie. Los militares le pusieron el cebo y casi lo pica. Un mal ejemplo par nuestra democracia y abrió una brecha para la permanencia de la Monarquía, que tampoco pasa nada si desaparece. Es una opinión como otra. Saludos.

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Milio Mariño