Nuestro emérito don Juan Carlos ha
regularizado, con Hacienda, lo suyo de las Tarjetas Black, pero aún no ha regularizado
su vida. Su vida, y su figura, que la prensa glorificó durante décadas, ha ido
convirtiéndose en una especie de fraude, muy difícil de regularizar. No alcanza
con la socorrida historia de que fue él quien nos trajo la democracia. No
alcanza porque tampoco es cierto. España volvió a la democracia por la presión
social y política de sectores muy significativos de la población que no
aceptaron sucedáneos como los que, inicialmente, se pretendían.
Si nos atenemos a los hechos, don
Juan Carlos juró defender los Principios del Movimiento. Una decisión con la
que no estuvo de acuerdo su padre, don Juan, que insistía en que no debía
proclamarse rey antes de que hubiera democracia. Pero se conoce que había prisa;
importaba más ceñir la corona que normalizar la situación política.
El siguiente episodio, el 23 F, tampoco
deja muy claro cuál fue el papel que jugó don Juan Carlos. Cierto que esa noche
dio un paso al frente, pero, en principio, estaba de acuerdo con la idea de quitar
a Suárez y poner al general Armada al frente de un Gobierno de Concentración.
Al final, rectificó y apostó por la democracia. Nos salvó de un Golpe de Estado
que él mismo había puesto en marcha.
Lo que vino luego fue una
impunidad, mal entendida, que le permitió hacer y deshacer a su antojo, ante la
mirada de unos cortesanos que siempre estuvieron al quite para tapar sus
conductas impropias o, incluso, delictivas. Quienes le rodeaban, sabían de sus
adulterios continuados, de las amantes sufragadas con dinero público, las
cacerías de elefantes y osos, los maletines de dinero negro, las cuentas opacas
en Suiza y otros paraísos fiscales, la máquina de contar billetes, sus negocios
con los jeques árabes, su amistad con banqueros corruptos, el apoyo para que su
yerno montara un chiringuito y lograra enriquecerse y otras mil trapacerías que
se solucionaban por debajo de la mesa para que no se enterara nadie y el rey pudiera
seguir haciendo lo que le diera la real gana.
Vaya en su descargo que, don Juan
Carlos, lo que sí quiso regularizar fue su situación conyugal. Primero lo
intentó en 1.992, cuando le dijo a Sabino Fernández Campo que por qué no se
podía divorciar, como lo hacían miles de españoles, para casarse con el amor de
su vida, la mallorquina Marta Gayá. Volvió a intentarlo en 2012, en una cena en
el restaurante El Landó, con el entonces Príncipe Felipe y las Infantas, donde,
según se supo después, tanteó la posibilidad de divorciarse con el argumento de
que se había enamorado de una princesa alemana.
La situación, ahora, está más o
menos así: La regularización conyugal es evidente que no se hizo y la de Hacienda
parece ser que tampoco, pues a pesar del reciente pago de 678.393 euros, según los
técnicos de la Agencia Tributaria tendría que haber abonado más de treinta
millones para ponerse al día. Queda que regularice su vida y vuelva a vivir en España,
algo muy complicado porque don Juan Carlos desea volver, pero su hijo Felipe, que
le ha retirado la asignación de la Casa Real, no está por que vuelva y se aloje
en La Zarzuela. Lo quiere fuera y alejado de la monarquía.
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ResponderEliminarÉl no fue el protagonista de traer la democracia. La presión social y cuatro políticos con visión de futuro, le usaron como medio para facilitar el cambio. Ética y moralmente ha sido un desastre, en su vida privada y que todo el mundo sabia. A si se transmitió a su vida pública. Y el 23 F nunca engaño a nadie. Los militares le pusieron el cebo y casi lo pica. Un mal ejemplo par nuestra democracia y abrió una brecha para la permanencia de la Monarquía, que tampoco pasa nada si desaparece. Es una opinión como otra. Saludos.
ResponderEliminarGracias por leerme
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