lunes, 14 de diciembre de 2020

Menuda tropa, los militares de las cartas

Milio Mariño

La actualidad de estos días ha puesto de manifiesto la repercusión que puede tener que alguien firme una carta y añada que ha pertenecido a las Fuerzas Armadas. Es como si lo que escribiera fuera muy importante y mereciera una mayor atención. Pues bien, aunque quienes suelen leerme tal vez se extrañen y frunzan el ceño, yo también me considero un militar retirado. Anda que no. Estuve dieciocho meses en el ejército, haciendo la mili, y, en tan corto espacio de tiempo, logré ascender nada menos que a cabo primero. De modo que ahí lo dejo, no quiero especular sobre la graduación que podía haber alcanzado si llego a estar treinta o cuarenta años en ese oficio. Imagino que, como poco, daría para que me incluyeran en un WhatsApp de militares yayos y me preguntaran si deseaba suscribir, y firmar, algunas de las cartas que enviaron al Rey como quien escribe a los Reyes Magos.

Que no haya sido el caso no quiere decir que renuncie a considerarme un militar retirado. Lo que dije lo mantengo a pesar de que, sospecho, debo estar entre los 26 millones de españoles, en realidad ni siquiera nos llaman así, sino que nos califican como hijos de puta, que merecen ser fusilados. No es una sospecha infundada, cuando el Golpe de Tejero ya me avisaron de que estaba en una lista que habían confeccionado los ultras de la comarca. Así que me doy por aludido. Mi contribución fue modesta, pero estoy entre quienes se dejaron la piel y la vida por aquello que llamaron la transición hacia la democracia. Una democracia imperfecta y muy mejorable, de acuerdo, pero democracia, al fin y al cabo. Algo muy diferente de lo que pretenden quienes hablan de fusilamientos y animan al Rey para que se ponga al frente de una rebelión que nos devolvería a los tiempos de Franco.

Era lo que nos faltaba para completar este año aciago, lleno de muerte, enfermedad y ruina económica. Parece como que fuéramos víctimas de una maldición o un castigo que consiste en que nunca conseguiremos librarnos de que los militares nos amenacen con volver a la dictadura. Siguen haciéndolo y lo inconcebible del caso es que justifiquen sus amenazas diciendo que el Gobierno impone el pensamiento único y quiere cargarse la democracia.

Parece una broma, pero es para tomarlo en serio. Estamos ante otro episodio como aquel de la Operación Galaxia que acabó desembocando en el 23F. Entonces también se dijo que eran conversaciones de café, aún no había WhatsApp, de unos viejos uniformados nostálgicos del franquismo. Quizá sea eso, pero en Francia, el Reino Unido o Alemania sería inconcebible que unos militares, retirados o no, fueran capaces de decir y hacer algo parecido. El pasado mes de junio, Ángela Merkel desmanteló un cuerpo de élite del Ejército por sus vínculos con la extrema derecha. Así que no valen ambigüedades ni ponerse de perfil. Estos militares, que hablan de fusilamientos y de volver a la dictadura, ostentaban el mando del ejército y la defensa de España hace apenas cuatro días.

La pregunta es obvia: ¿En manos de quién estábamos? Pues ya lo ven. En manos de unos militares que creíamos demócratas y resulta que eran, y son, unos golpistas que ensalzan a Franco y actúan como si España fuera suya y nosotros carne de cañón. Menuda tropa.  


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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