lunes, 10 de agosto de 2020

Un exilio que no servirá de auxilio

Milio Mariño

La noticia de que el rey emérito se ha fugado, a no sabemos dónde, y vive en el exilio no lo es tanto si tenemos en cuenta que desde el año 1800 todos los reyes de España acabaron exiliados. La novedad podría ser que Juan Carlos I no tomó la decisión de exiliarse forzado por un cambio de régimen político que hiciera peligrar su vida, sino por la publicación de sus turbias relaciones con empresarios, sátrapas, amantes y supuestos testaferros que le ayudaron en el acopio de una gran fortuna que el New York Times, en base a una información de Forbes, cifra en más de 2.000 millones de euros.

Con todo, para ciertos medios de información y una buena parte de la clase política, lo del rey emérito es una cuestión privada que no afecta a la jefatura del Estado ni a Felipe VI. Pasan por alto que la monarquía, y la casa de Borbón, acumulan demasiados ejemplos que demuestran que no ha sido la primera vez que anteponen su afán por enriquecerse a los deberes del cargo que representan. El abuelo del emérito, Alfonso XIII, fue socio de los grandes empresarios de la época, se benefició de la explotación de las minas del Rif y cobró elevadas comisiones por los equipamientos comprados para el ejército, además de empeñarse en la construcción de una línea de ferrocarril, en Marruecos, que acabó provocando una guerra y terminó con la derrota de Annual, cuyo balance supuso más de 20.000 soldados de reemplazo muertos, todos hijos de familias pobres, ya que los hijos de las familias ricas estaban exentos de ir a la guerra si pagaban 1.000 pesetas.

El caso que, con el abuelo del rey emérito y bisabuelo de Felipe VI, tampoco se acaba la historia de las grandes fortunas de la realeza logradas a costa de la intervención en negocios más o menos turbios. Fernando VII fue quien negoció con Rusia que España comprara una parte de la flota del Zar. Una operación multimillonaria por la que percibió muchísimo dinero en comisiones. Sin embargo, cuando los barcos llegaron Cádiz se comprobó que eran chatarra y solo servían para el desguace. Había serias dudas de que pudieran navegar, sin hundirse, hasta el continente americano y, por tanto, fueron desechados. De todas maneras, Fernando VII se quedó con sus comisiones.

Podríamos seguir repasando la historia y encontraríamos nuevos escándalos, de modo que esto de ahora no es un hecho puntual y aislado. Juan Carlos I hizo, más o menos, lo que todos sus antepasados. Así que cabe preguntarse si servirá de algo que el rey emérito ya no viva en La Zarzuela. Si con el autoexilio ha pagado el precio de sus fechorías y los españoles consideran que la Monarquía está libre de toda deuda.

Hay una campaña para convencernos en ese sentido, pero no parece que sea así como se percibe. Los estrategas de Zarzuela han vuelto a equivocarse. El exilio no servirá de auxilio. Al contrario, en el imaginario popular la monarquía está mucho más asociada al padre que al hijo y el hecho de que el padre haya salido corriendo no solo resulta ridículo, sino que supone un nuevo escándalo que nos está haciendo pasar un bochorno que no merecemos. Somos el hazmerreír del mundo por este grotesco episodio mientras, aquí, todavía hay quien se empeña en defender lo indefendible.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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