El lunes de la semana pasada,
estaba adormilado en el sofá y me despertó una sorpresa que me hizo espabilar enseguida.
Por televisión anunciaron que acababan de destituir a la portavoz del PP Cayetana
Álvarez de Toledo. Vaya, la voluntad del todopoderoso líder siempre acaba imponiéndose,
pensé entonces. Otro héroe, heroína en este caso, al que han defenestrado. Con
razón reprochaban a Pedro Sánchez que estuviera de vacaciones; ni en agosto
descansa Casado. Una pena porque mejor estaba con Teresa Mallada dando un paseo
por Los Oscos que defenestrando héroes en esa sede de Génova que comparte
número y cada vez se parece más al 13 Rue del Percebe.
Quienes tengan la buena costumbre
de leerme, tal vez se sorprendan de que, para mí, Cayetana sea un héroe. Lo
digo en serio. Insisto y además me resisto a llamarla heroína porque había quien
se inyectaba sus discursos en vena y tampoco es como para mentar la droga cuando
hablamos de política. Cierto que, como decimos en Asturias, tenía fama de ser un
pelín “repunante”, pero disfrutaba oyéndola. La tomaba por un ser irreal que
surgía de la nada para entretener nuestra imaginación y estimular nuestra
curiosidad. Nunca sabías por donde podía salir. Lo mismo defendía la eutanasia
con vehemencia, que hacía una crítica despiadada de Vox y el populismo de
ultraderecha, que cargaba contra el feminismo, los nacionalismos periféricos y
la izquierda en cualquiera de sus versiones. Por algo, quien en principio fue
su principal valedor y la nombró portavoz, Pablo Casado, llegó a decir, en
Barcelona, que Cayetana era la “Messi del PP”. Un fichaje espectacular, un auténtico crack.
Menudo tortazo. Nadie es un crack
y al cabo de un año se convierte en un tuercebotas al que hay que echar del
equipo. Si para Pablo Casado, hace doce meses, Cayetana Álvarez de Toledo era
la mejor portavoz que había en el Congreso, no puede ser que, de repente, no
valga un pimiento. Que haya que sustituirla de prisa y corriendo porque el PP
se dispone a iniciar un supuesto viaje al centro para el que hacen falta otras
alforjas.
El caso de Cayetana es muy común
en la política. Los partidos entienden poco de sentimientos y mucho de poder y
de egos. No hay clemencia para quien, en un momento determinado, consideran que
no es útil, discrepa o se enfrenta al aparato. No hay remilgos ni
sentimentalismos que valgan. Más que organizaciones democráticas, los partidos son
estructuras militares en las que impera el ordeno y mando. Exigen una
mansedumbre ovejuna que llaman disciplina y actúan de forma dictatorial. Que se
sepa, Pablo Casado no convocó al grupo parlamentario del PP ni consultó o
sometió a votación de los diputados la conveniencia de destituir a su portavoz.
Tomó la decisión que quiso y ejecutó el castigo.
Por eso insisto en que, Cayetana,
fue un héroe. Hay una definición de los héroes que dice que son gente poco
corriente que hace cosas extraordinarias ordinariamente. Y Cayetana, ahí la
tienen, a las pocas horas de ser destituida por Casado, hubo quien la vio en el
aeropuerto de Barajas con una falda rosa, una blusa blanca y una mascarilla rosa
de lunares blancos, a juego, cogiendo un avión para Palma de Mallorca. Quienes
la vieron dicen que volaba en preferente. Casado la cesó, pero no pudo cortarle
las alas.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / diario La Nueva España
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