lunes, 22 de junio de 2020

Virus y verano

Milio Mariño

Dándole vueltas al viejo refrán de que no hay mal que por bien no venga, caí en la cuenta de que el mal del Covid19 puede traernos el bien de un verano mejor de lo que pensábamos. Un verano como los de antes: bueno, sencillo y barato. Nada de cruceros por el Mediterráneo ni viajes en avión a las Seychelles; coche propio, desplazamientos cortos y playas con cita previa. Un turismo de cuarentena que, si el tiempo no lo impide, no tiene por qué ser aburrido ni tampoco inseguro.

El turismo doméstico será bueno para Asturias y quizá no tanto para el resto de España, pues en 2019 fueron 84 millones los turistas que vinieron y aportaron el 12% del PIB y el 13% del empleo. Una cifra brutal que no volverá a repetirse porque, aunque consigamos dominar la pandemia, necesitaremos seguir tomando precauciones para impedir un rebrote del virus y eso obliga a establecer controles y rechazar la entrada de turistas que vengan de aquellos países donde siga habiendo nuevos contagios. Así que miedo me da lo que reclaman los hosteleros y, al parecer, acaba de asumir el Gobierno. Esa premisa de que por el turismo lo que haga falta.

 Lo que haga falta hasta cierto punto. Está bien que se aborde un plan de choque que intente paliar los efectos nocivos de una crisis que afecta de manera muy importante a dicho sector, pero cabe esperar que se imponga el sentido común. Que no abramos las puertas de par en par y luego tengamos que lamentarlo. Sería un grave error porque, para reactivar el turismo, la seguridad supone un nuevo valor al alza. Ya no basta con vender playas, sol, naturaleza, monumentos, gastronomía y festejos, hay que vender seguridad para los que vengan. Destinos seguros que generen confianza.

La tentación de sucumbir a las presiones de los hosteleros viene de que dependemos del turismo de una forma exagerada. Tal vez no sea el momento porque ahora lo que importa es salir de esta crisis cuanto antes y lo mejor posible, pero llevamos años a vueltas con la idea de que habría que diseñar una nueva economía que no dependiera tanto de la llegada de extranjeros.  De los extranjeros y la masificación. Una apuesta por el turismo barato que en muchos sitios se ha salido de madre, hasta el punto de que la gente no aguanta más y empieza a odiar a los turistas, en general. Cabe suponer que sería mejor aceptado el turismo llamado “de calidad”, aunque para ser rigurosos deberíamos decir millonario, pues no importa tanto la calidad de las personas como su dinero y, necesariamente, uno no va unido a lo otro.

En cualquier caso, el turismo doméstico es la esperanza para este verano. En Asturias, sobre todo. En otros sitios, en las islas y en el Mediterráneo, deberán olvidarse de la llegada masiva de turistas extranjeros. Las restricciones por el Covid19 impedirán que vengan millones de personas. Pero no solo eso, al virus y los inconvenientes citados, hay que añadir que, según el cardenal Cañizares y el exministro Fernández Diaz, el demonio ha decidido instalarse en España y anda por aquí haciendo de las suyas. Un inconveniente añadido del que los asturianos es previsible que también nos libremos. Acostumbrado al calor del infierno, lo normal es que el demonio elija un clima más cálido que el nuestro.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

2 comentarios:

  1. Hola Milio. Nun tengo otru mou de llegar a tí. Préstame munchu los tos artículos. Nun habría manera de que pudiéramos publicar dalgún d'ellos nuna revistuca que publicamos en bable en Villaviciosa, 'Friúz'. Si nos das una dirección de corréu mandámostela. Gracies. Lluis Portal (lluisportall@gmail.com)

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Milio Mariño