lunes, 6 de enero de 2020

Los Reyes Magos y no se hable más

Milio Mariño

Aquí, por casa, estamos de fiesta. Celebramos el seis de enero porque en mi casa entran los Reyes Magos y no entra Papá Noel. No entra porque no le dejamos entrar, ni aunque venga avalado por el consenso internacional y prometa que los renos se quedarán fuera, con unos pañales puestos para que no ensucien la calle. Ya está bien de importar costumbres de otros países que no tienen nada que ver con nosotros ni con nuestra cultura. Son muchos años y muchas veces de pasar por lo mismo como para que a uno le engañen con mayor o menor disimulo. Así que ya digo, en mi casa entran los Reyes Magos y no se hable más.

La decisión es tan rotunda que no tendría por qué dar explicaciones, pero si tengo que darlas las doy. Y no me refiero a que el motivo sea, solo, preservar una antigua tradición, hay más cosas que algunos tomarán a broma, pero la broma sería no tenerlas en cuenta. Sería pensar que eso de que quieran que triunfe Papá Noel y que los Reyes Magos vayan perdiendo terreno, hasta desaparecer, ocurre por casualidad. De casualidad nada de nada, se trata de una operación que responde a un objetivo económico.

Pueden acusarme, si quieren, de recurrir al chiste fácil, pero, en el fondo, aplican el mismo criterio que emplean para todo lo demás. Los Reyes Magos eran, por así decirlo, fijos de plantilla hasta que los poderes económicos empezaron a subcontratar a ese barbudo de rojo que viene la víspera de Navidad y acabará ahorrando, ya lo verán, dos puestos de trabajo y una fiesta del calendario.
Tampoco es nuevo, es lo que suelen hacer con nosotros. Empiezan contándonos que todo seguirá igual, pero la idea es reducir gastos de modo que el trabajo de tres lo haga uno y además en un día que ya era festivo. Total, que amortizan una fiesta, dos puestos fijos y el engorro de los camellos, que son más costosos que un par de renos.

Tal vez suene a chiste, pero lo que subyace es eso. Dicen: es por los niños. Para que puedan disfrutar de los juguetes y los regalos en los primeros días de vacaciones y no al final. Y un cuerno. Es para que las tiendas lo vendan todo en diciembre y el dos de enero puedan empezar las rebajas con total comodidad. Es la puñetera globalización y el interés comercial, lo que lleva a ese empeño de querer meternos a Papá Noel, aunque sea con calzador.

Si quieren más pruebas solo tienen que fijarse en que los Reyes Magos son parte de una empresa de toda la vida, más de 2000 años, que desarrolla su actividad en el mercado español y suramericano. Una empresa que nunca tuvo intención de implantarse en otros países, pero en el mundo globalizado, tal como están los negocios, no ser agresivo equivale a la muerte. Equivale a que aparezca alguien como ese gordo ambicioso, inventado por Coca-Cola, a quien no le basta con lo que tiene, quiere coparlo todo.

Pues bien, ya puede querer lo que quiera y seguir intentándolo con mil campañas publicitarias que, en mi casa, quienes seguirán trayendo los regalos son los Reyes Magos. Por lo que se dijo antes, porque hoy no sería fiesta y porque, además, tampoco podríamos disfrutar del Roscón de Reyes.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Milio Mariño