Hoy, y sobre todo mañana, estamos
obligados a brindar por el año nuevo. Un brindis que solemos hacer con la frase
de rigor. Ya saben: salud y suerte. Pero no estaría mal que a esas palabras
añadiéramos aquello que dijo Nietzsche: “Quien tiene un por qué para vivir
puede soportar, casi, cualquier cómo”. Una reflexión a tener en cuenta pues
encarar la vida con un propósito es lo que nos permite seguir adelante y darle
sentido a nuestra existencia.
El propósito al que me refiero no
son las promesas que solemos hacer estos días con la idea de empezar a
cumplirlas pasado mañana, cuando despertemos de la moña y la farra de nochevieja.
El propósito ha de ir más allá del aquí y ahora, ha de ser eso que nos haga
saltar de la cama con la motivación suficiente para enfrentarnos a la vida, de
modo que consigamos vivir de la mejor manera posible y no ser víctimas de las
circunstancias.
No es fácil, ya lo sé. Sobre todo,
porque, mientras brindamos por la salud y la felicidad, insisten en amargarnos el
brindis con noticias negativas sobre la situación política, la economía, la
contaminación, el clima y cualquier cosa que se les ocurra para evitar que
pensemos que podemos mejorar, aunque solo sea un poco. El objetivo es que
tiremos la toalla y acabemos convenciéndonos de que, estemos como estemos, nuestra
aspiración a futuro debe ser no ir a peor, lo cual ya sería un triunfo.
La realidad va por ahí. Así que
no debería extrañarnos que el último día del año mucha gente decida coger una moña
y olvidarse de todo. Son tantas cosas las que tenemos en contra que llega el
momento en que nos puede la impotencia y acabamos pronunciando esa maldita frase
que soporto a duras penas. Me refiero a cuando nos encojemos de hombros y
decimos: es lo que hay. Frase que significa que lo que hay no nos gusta, pero tenemos
que aceptarlo porque las circunstancias son las que son y no cabe otra que
resignarse.
Esto que digo lo sufro como el
primero, no vayan a pensar que soy inmune al desaliento. Todo lo contrario.
Suelo venirme abajo con más frecuencia de la que quisiera, solo que he
descubierto una formula muy barata y muy eficaz para darme ánimos. Cuando estoy
en mis horas bajas me asomo por la ventana y me fijo en un árbol que hay en el
pequeño jardín que tengo delante de casa. Un árbol que está al borde mismo de
la calle y aguanta con una dignidad asombrosa todo lo que le viene encima. La
fría escarcha, la lluvia, los vientos huracanados, el bufido toxico de los autobuses
y hasta los corrosivos orines de unos perros que no tienen culpa de que sus
amos los animen a usar los árboles como urinarios.
Eso hago. Me fijo en el árbol y pienso
que sigue, ahí, orgulloso y dispuesto a no arredrarse ante nada. Quién sabe si
en vez de ser un ciprés le hubiera gustado ser un manzano, pero asume la
realidad, en todos sus sentidos, y supera los inconvenientes y los días tristes
porque tiene un propósito vital que cumplir. De modo que, en mi opinión, si logramos
plantearnos un propósito y nos empeñamos en conseguirlo, no solo podremos superar
las adversidades, sino que las convertiremos en un desafío.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
................
ResponderEliminar