Ahora que ya sabemos lo que pide Pablo Iglesias para votar a Pedro Sánchez hay división de opiniones. Unos dicen que pide mucho y otros que le hizo la boca un fraile. No está mal traído. El político de Podemos tiene modales de fraile y la prueba de que el hábito no hace al monje es que lo mismo se viste de Dominico para acudir a la Corte que lo hace de Agustino para ir de copas con los actores. Con la iglesia, digo Iglesias, hemos topado. Buenos son los políticos, y los frailes, cambiando de hábitos y de chaqueta y pidiendo por esa boca.
Casi no queda otra que recurrir a los chascarrillos y los refranes para referirse a cómo va la feria. Huir de la seriedad impostada y apostar por la ironía para hablar de la situación política es un recurso casi obligado. Llevaba tiempo que no lo hacía y algunos de mis lectores, que según ellos son unos cuantos pero sospecho que deben ser menos, dicen que lo echaban en falta.
Tampoco es que no quiera mojarme. Si me preguntan qué pienso, a propósito de lo que pide Pablo Iglesias, la respuesta es que, puestos a pedir, podía haber pedido que lo quisiera una mujer casada. Algunos filósofos, y muchos escritores famosos, aseguran que es lo más que un hombre puede pedir cuando de amor se trata. Así que no lo descarten. De todas maneras, Pablo ha mostrado tanto interés por ser vicepresidente que lo mismo renuncia a todo lo que ha pedido y se conforma con la vicepresidencia y el ministerio de agricultura y pesca.
Contaba Julio Camba que, en cierta ocasión, un político gallego se presentó en el despacho de un ministro y le pidió un puerto. ¡Un puerto! ¿No le valdría a usted un puente?... Hombre señor ministro yo, a los de mi pueblo, les he prometido un puerto… Pues es que verá, la consignación para ese tipo de obras está totalmente agotada. Anímese y llévese un puente, podemos darle uno magnífico. El diputado iba resignándose… Se lo agradezco señor ministro… Aunque no sé… Si en el pueblo, por lo menos, tuviéramos rio… exclamaba medio convencido… Pero bueno, oiga, si no hay otra cosa, venga ese puente, ya veremos qué hacemos con él.
Pablo Iglesias, no digo que vaya a seguir el ejemplo del político gallego pero tal vez se haya fijado en lo que hizo Manuel Azaña en el primer gobierno de la II República. Azaña, además de la presidencia, pidió tres carteras. Una propuesta ambiciosa que motivó que Alejandro Lerroux dijera en el Congreso:
Así que tres carteras y la presidencia… Tenga cuidado su Señoría porque de eso a que lo llamen carterista no hay más que un paso.
Lo que más sorprende, de todo este lio de posibles pactos, es que parece que se ha puesto de moda dar lo que no se tiene y pedir lo que no pueden darte. Rajoy no es Presidente pero ofrece la Vicepresidencia a Pedro Sánchez. Pablo Iglesias no es Vicepresidente, aunque se haya nombrado a sí mismo, pero ofrece a Sánchez ser Presidente. Es como si a usted le ofrecen el cielo si reza tres padrenuestros. Mal haría si lo creyera. Y, en esto, tanto da que el ofrecimiento venga de un fraile que de un cura gallego.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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