Una semana después, desconocemos qué
pudo pasar. El apagón que nos dejó siete horas sin luz no parece que fuera culpa
del chachachá, pero tampoco lo descarten. Buscar culpables en base a razones
inverosímiles es el recurso que emplean quienes utilizan el mondongo cerebral
para manipular la realidad y darle una bofetada a quien tengan en el punto de
mira.
Pedro Sánchez se las lleva todas.
Esta vez le han atizado por el apagón y las consecuencias. Lo consideran culpable
de que los trenes hayan parado en los túneles, muchas personas quedaran
atrapadas en los ascensores y hasta de que un tendero de Madrid intentara aprovecharse
y vender por 50 euros una radio vieja que tenía en el escaparate y ponía 17 en
la etiqueta.
La casuística de damnificados
daría para mil páginas y estaría incompleta. Me refiero a damnificados de
verdad. También hubo de los otros, pero incluso sumándolos todos fueron más los
que entendieron la situación, mantuvieron la calma y se portaron con un civismo
ejemplar. No había motivos para temer nada grave y menos para que las
Comunidades gobernadas por el PP pidieran al Gobierno Central que decretara el
estado de alarma y se hiciera cargo de la situación. Y, si no había motivos
para una medida así, imaginen los que había para que la Presidenta de la
Comunidad de Madrid pidiera al Gobierno que movilizara al Ejército y lo
desplegara en las calles para mantener el orden. Una petición propia de alguien
que hizo frente a una catástrofe sanitaria firmando un protocolo que dejó sin
asistencia médica a miles de ancianos y que, incluso, defiende la gestión de Mazón,
en la Dana, desde su puesto de mando en El Ventorro.
Alarmismos aparte, el apagón
acabó resolviéndose de forma aceptable. Conviene tenerlo en cuenta porque, en
los momentos críticos, cuando lo más importante era tranquilizar a la
ciudadanía y no intentar sacar rédito político, hubo quien pidió la intervención
del ejército, en previsión de que nos dedicáramos al saqueo y el pillaje. Era
lo que pensaban quienes estaban mandándonos un recado que venía a decir algo
así como: si no han tenido suficiente para desengañarse ahí tienen: la
pandemia, el volcán de La Palma, las inundaciones de Valencia, la muerte del
Papa, y ahora esto. Qué más quieren. La única forma de que no sigan ocurriendo desgracias
es que gobernemos nosotros.
La gente sana y bien intencionada
pensará que las Comunidades Autónomas que pidieron al Gobierno que se hiciera
cargo de la situación, fue porque no se consideraban capaces de hacer frente al
problema. Ni lo sueñen. Lo hicieron porque preveían que ocurriría un desastre y
querían imputárselo a Pedro Sánchez.
Las malas artes acaban
descubriéndose. Hubo quien trató de envenenar la situación y consiguió que
sacáramos lo mejor de nosotros. Ahora que pasó todo convendría que reflexionáramos
sobre las intenciones de quienes intentaron generar más alarma y se encontraron
con unos valores que muchas veces permanecen ocultos, pero emergen cuando son necesarios.
Que el apagón acabara
resolviéndose bien tal vez no fuera mérito del Gobierno. Si tenemos en cuenta
que en otros países hubo apagones masivos y tardaron días en resolverlos, algún
mérito hay que darle. Pero a quien corresponde colgarse medallas es a la
sociedad española, una sociedad que demostró un civismo que dejó boquiabiertos
a quienes pretendían sacar rédito de la desgracia.