lunes, 10 de noviembre de 2025

Mazón, un relato de ficción

Milio Mariño

¡¡ Papel !! Gritó Mazón a un ujier que dormitaba en un banco a la puerta de su despacho. Y, cuando el ujier lo trajo, salió corriendo, derrapó en la esquina del pasillo y entró en el baño. Una vez allí, cerró la puerta, echó el pestillo y, con el pantalón abajo, el calzoncillo por los tobillos y la mandíbula desencajada, dijo: No puedo más. Llevaba un año aguantando un embrollo que se le había atravesado en el tránsito del intestino al cerebro y las entrañas le echaban fuego provocándole un sudor frio que delataba su sufrimiento. Así que decidió abandonarse al único placer que, sin incurrir en pecado, le es permitido a un cristiano y puso fin al suplicio.

Cuando terminó, sintió que se le despejaba la mente y se aclaraban sus ideas. El calvario había acabado. Lo siguiente era hacer lo que procede en estos casos. Y eso hizo. Con manos temblorosas cogió el rollo y trató de limpiarse de modo que no quedara ni rastro de aquella inmundicia que, por fin, se había quitado de encima. Casi lo había conseguido pero, cuando estaba acabando, le vino una náusea y estuvo a punto de vomitar. El olor era insoportable. Trató de evitarlo agitando con fuerza los brazos y moviéndolos por encima de su cabeza, a fin de crear una corriente de aire que dispersara aquel pestazo. No sirvió de nada. A pesar de sus esfuerzos el mal olor lo envolvía formando una especie de halo y persistía en el ambiente hasta el punto de que, cuando salió a dar una rueda de prensa, el olor salió con él y algunos de los presentes hicieron ostensibles gestos de asco, al tiempo que mascullaban varias palabras alusivas a su madre.

Esto que acaban de leer, acabo de inventarlo. Es pura ficción. Hay pocas posibilidades, por no decir ninguna, de que Mazón hiciera algo parecido. No sabemos qué hizo la tarde de la Dana ni tampoco el día que anunció su dimisión, pero dado que se oye, como un clamor, que la realidad supera a la ficción, quienes escribimos tenemos que arreglárnoslas como podamos si queremos escribir de este asunto. Ya me dirán qué hacemos con unos sucesos reales que no parecen reales. Habrá que contarlos de alguna forma que les dé verosimilitud. Habrá que seguir el consejo del narrador y poeta José María Merino, quien decía que la ficción es el mejor medio para desvelar la realidad.

La ficción es necesaria para convencernos de que las cosas pueden ser distintas de como son. No es un refugio frente a la verdad, es el espacio donde la verdad se vuelve más soportable. Permite entender cosas que, de otra forma, resultarían incomprensibles. Llena los silencios de quienes se empeñan en reescribir lo sucedido con la desfachatez de presentarse como víctimas de una tragedia a la que ellos mismos contribuyeron con su pasividad.

La dimisión de Carlos Mazón fue un vergonzoso ejercicio de auto justificación y cinismo que sustituyó la verdad por bulos que ya habían sido desmontados con certezas incontestables y autos judiciales. Mazón se despidió mintiendo. Y, puestos a mentir, podía haber recurrido a una ficción como la que encabeza este artículo. Después de todo, es creíble. No es inverosímil ni descabellada. Es lo que suele ocurrirle a cualquiera que esté de mierda hasta el cuello


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España 


lunes, 3 de noviembre de 2025

Noviembre de aniversario

Milio Mariño

Aunque hagamos esfuerzos por vivir el presente, el pasado siempre se impone al olvido. Permanece dentro de nosotros y regresa, unas veces a su antojo y otras cuando lo convocamos. Noviembre es buena fecha. Es un mes romántico que empieza con el recuerdo de nuestros difuntos y acaba con el aniversario de una muerte que abrió las puertas a la democracia.

Hace cincuenta años, noviembre se estrenaba con las familias camino del cementerio, pero ahora tienen que organizarse para seguir cumpliendo con la visita y las flores y llevar al niño a la Fiesta de Halloween, disfrazado con lo más aterrador que hayan encontrado en los bazares chinos.

Los tiempos cambian. Ahora, los jóvenes y los más pequeños disfrutan con lo macabro, el miedo y el terror. Algunos adultos también, pero menos. Los viejos, en cambio, detestan estos festejos. En su infancia, el miedo siempre estuvo presente y todo el año era Halloween. Durante la dictadura, la sumisión era obligatoria y ejercía su dominio acompañada por los castigos, el clasismo, la insistencia en que la guerra la habían ganado los buenos y el clima asfixiante de una sociedad amordazada que desconocía la democracia y lo que significaban los derechos y las libertades. Así vivieron toda su etapa infantil y no les quedaron ganas de hacer bromas con el miedo.

Nunca más, dicen cuando les recuerdan aquellos años. Y en esas estaban, sin prestarle mucha atención al cincuenta aniversario de la muerte de Franco, cuando el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicó un estudio según el cual el 19% de los españoles, de entre 18 y 24 años, cree que aquellos fueron unos años buenos o muy buenos y que, durante la dictadura, se vivía mejor.

Tezanos siempre tan oportuno. Llevo toda la vida escuchando qué quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo y va resultar que es verdad. Quienes creen que aquellos años fueron buenos o muy buenos es evidente que desconocen cómo fueron. Y, por supuesto, son culpables de su ignorancia, pero más culpa tenemos nosotros. Los hemos educado de forma que ni en los colegios ni en los institutos se ha querido hablar del franquismo; con lo cual ni los chavales de 18 años ni los que ahora tienen 50 saben nada sobre Franco y la dictadura. Creen que aquello fue jauja y se apoyan en lo que decimos: Que, a su edad, vivíamos mejor.

A pesar de todo, tal vez sea una ingenuidad considerar que el ascenso del fascismo y la ultraderecha son fruto del desconocimiento. Si funcionara la máquina del tiempo y los jóvenes pudieran viajar a la dictadura, no está claro que  regresaran pensando distinto. Ser rebelde, en estos tiempos, es ser fascista o de ultraderecha. Hace poco, entrevistaron a un chaval en televisión y dijo: “Lo que necesitamos es un Presidente autoritario que actúe con mano dura y acabe con esta mierda”.  

No hace falta ser un atleta mental para deducir que se refiere a la democracia. Hasta, como quien dice, ayer más allá de la posición ideológica de cada uno, prácticamente, todos defendíamos con orgullo el régimen democrático. Algunos seguimos defendiéndolo, pero somos ya muy mayores para salir a la calle y pelear, otra vez, como hace cincuenta años. Sería ridículo. Sería como esa gilipollez de demostrar que no somos un robot seleccionando tres fotos absurdas.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


lunes, 27 de octubre de 2025

El robo de París

Milio Mariño

Nunca se había robado tanto y de tantas maneras distintas como en estos últimos años. Es exagerado. No supone motivo de alarma porque los ladrones han mutado en magos circenses que con una mano distraen al público y con la otra le roban la cartera. Han conseguido incluso que en vez de llamarlos ladrones los llamemos corruptos. Y la diferencia no estriba en que la palabra suponga menos rechazo social. Eso no les importa, lo que les importa es el trullo. Los corruptos cumplen menos años de cárcel.

Insisto: Se roba muchísimo. Y, para mayor desgracia, apenas quedan ladrones como los de antes. Ya no hay ladrones como aquellos de las novelas y las películas, que eran muy ingeniosos y tenían unos principios morales que respetaban a rajatabla. Solo robaban a los ricos y no hacían daño a nadie. No usaban la violencia ni las armas. Así que no pude por menos que acordarme de ellos cuando leí la noticia del robo en el Museo del Louvre de París.

También leí muchas opiniones, pero la mayoría evitaban decir la verdad. Menuda obra de arte saquear las vitrinas de la Galería Apolo un domingo por la mañana, sin tocarle un pelo a nadie, y llevarse nueve piezas de las Joyas de la Corona. Una diadema de oro y diamantes; un collar de 8 zafiros y 631 diamantes; unos pendientes también de zafiros; un collar de esmeraldas; un par de pendientes a juego; un broche de piedras preciosas llamado relicario; una diadema con 212 perlas y 2.000 diamantes y un broche representando un gran lazo de diamantes rosa.

El Ministro del Interior francés, Laurent Núñez, convocó una rueda de prensa y dijo que el valor de lo robado era incalculable. Pero luego aparecieron los tasadores y dijeron que suponía 88 millones de euros. Poco me parece.

Dándole vueltas al robo tropecé con una frase que no acabo de acordarme de quién es: “Ya que vas a robar, roba bien”. Descarto que fuera El Lute y El Dioni pienso que tampoco. No es igual robar gallinas que las Joyas de la Corona. Las gallinas se roban fácil pero, para compensar esa facilidad, a modo de disuasión, suponen más años de cárcel. De todas maneras, robar para comer tiene nombre, se llama hurto famélico. Sí se roba por extrema necesidad, para evitar morir de hambre, siempre que el importe sea menor de 400 euros, solo entraña una pequeña multa o un mes de cárcel. Una excepción absurda porque quien se está muriendo de hambre no creo que tenga fuerzas para robar.

Los ladrones de París robaron para comer y para una espléndida sobremesa de café, copa y puro. Robaron unas joyas que si preguntáramos por su origen entraríamos en un terreno muy peligroso. Su historia se remonta varios siglos atrás y combina expolios, intrigas, asesinatos…   El diamante de mayor tamaño, 426 quilates, proviene de la India y daría para una novela. Así que vale más no hurgar en la herida porque lo mismo acabamos invocando el refrán: El que roba a un ladrón…  Y tampoco es eso. Cualquier robo, el  que sea, merece ser condenado. 

La parte positiva es que en España sería imposible ese robo. No por mérito de la policía, sino porque no tenemos joyas de la corona. La joya más importante está en Abu Dabi. 


Milio Mariño / Articulo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 20 de octubre de 2025

Guerras, animales y personas

Milio Mariño


Cuando el pasado 12 de octubre, en el desfile de la Fiesta Nacional, vi que habían sustituido a la cabra de la Legión por un borrego, que fue igualmente muy aplaudido, tuve la sensación de que el animal no disfrutaba con los aplausos y hubiera preferido que lo dejaran tranquilo y no lo metieran en aquel lío.

Los animales son pacifistas, no les gusta mezclarse con los ejércitos ni entienden que haya guerras. Lo cual no impide que puedan acabar siendo víctimas igual que nosotros. El otro día leí en un periódico que los rusos habían atacado, con drones, una granja en Ucrania, en la región de Járkov, y habían causado la muerte de 13.600 cerdos. Una masacre.

 Si las guerras resultan incomprensibles para nosotros, imaginen para los animales. Los animales no saben que el mundo se divide en países. Ni siquiera el toro bravo sabe que es español. Embiste aquí como embestiría en Pekín si hubiera toreros chinos desafiándolo en un ruedo. Lo suyo, como lo de cualquier animal, no es atacar, es defenderse. De modo que los animales no necesitan ninguna justificación. Todo lo contrario que nosotros, que cometemos atrocidades y luego hacemos lo indecible por justificarlas.

Miguel Gila, que era muy observador, decía que cuando hay una guerra matas a cualquiera y nadie te pregunta. Está justificado que mueran miles de personas. Por eso, muchos de los que se tienen por gente decente, incluido Felipe González, justifican que Israel mate a mujeres, ancianos y niños para que los terroristas reflexionen y piensen que siempre puede haber alguien más bestia.

 Puestas así las cosas ya me dirán que argumentos tenemos para reprocharles a los rusos que hayan matado 13.600 cerdos o destruyeran la gigantesca granja de Chornobaivka, donde había cuatro millones de gallinas que murieron de hambre y sed porque los rusos bloquearon el suministro de pienso y agua. Otro tanto sucede con las cabras, gallinas, ovejas y camellos que han muerto en Gaza por los bombardeos y porque también están pasando hambre igual, o más, que las personas. Hay una foto en la que aparecen unos niños palestinos y un burro comiendo, todos, del mismo cuenco. Seguro que a Netanyahu le parecerá simpática.

Desde que comenzó la guerra, según las estimaciones de la ONU, en Gaza han muerto 60.000 ovejas y 10.000 cabras. No hay registro de las gallinas, los burros y los camellos. Otros animales como los perros también han sufrido bajas, no se han librado, pero son los que mejor lo llevan. Son los únicos que no están flacos porque, al parecer, se alimentan de los cadáveres que encuentran abandonados en las calles.

Analizando las cifras de animales y seres humanos que han muerto en Gaza sorprende que sean muy parecidas. Tal es así que el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant y el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, no hacen distinciones. Los dos han dicho, públicamente, que los palestinos son animales. Les quitan la condición de humanos para justificar que tienen derecho a matarlos.

Sería absurdo negar que las personas no somos animales. Lo somos, además la diferencia entre ellos y nosotros no estriba en el destino, pues unos y otros morimos por igual. Lo que nos hace diferentes es la inteligencia. A los animales nunca se les ocurriría desfilar detrás de un borrego.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

 


lunes, 6 de octubre de 2025

Luna llena de otoño

Milio Mariño

Mañana martes, siete de octubre, podremos disfrutar de la primera Luna llena de otoño, que es la más grande del año y añade un toque mágico a una estación que favorece las leyendas y las historias de los abuelos. Será todo un espectáculo si tenemos en cuenta que la Luna siempre ha sido fuente de fascinación y misterio, incluida su enigmática cara oculta, que fue inmortalizada por Pink Floyd en un disco que es música para los sentidos y bálsamo para el cerebro.

Viene de muy antiguo que asociemos los plenilunios a poderes mágicos y misteriosos que pueden ir desde que un hombre se convierta en lobo a propiciar que cambiemos de humor o que el pelo nos crezca más rápido. Nuestros parientes, los gorilas, celebran la luna llena bailando y los lobos aúllan al cielo, aunque hay quien dice que lo que hacen es rezar y pedir por la conservación de su especie. También las plantas se dejan influenciar por la Luna, así como los árboles, el agua de los océanos y sus inquilinos los peces.

La Luna es como una ternura flexible que lo envuelve todo. Y esta primera de otoño, que viene vestida de ocre y es la más grande y brillante, llegará, como siempre,  para favorecer nuestros sueños. Seguro que lo consigue, pero tiene difícil convencer a esa legión de científicos que, últimamente, parecen empeñados en corregir las enseñanzas de nuestros ancestros y aseguran que la Luna no nos influye en absoluto, que solo se trata de mitos y falsas creencias que han venido transmitiéndose a través de los siglos. Los hay que afirman, incluso, que subiendo una escalera experimentamos más cambios gravitacionales de los que puede ejercer la Luna sobre nosotros.

No me lo creo. Tampoco entiendo a qué viene esa campaña de desprestigio. Parece como si la Luna les hubiera jugado una mala pasada. Tenían mucha prisa por subir allí arriba y Collins, Aldin y Armstrong subieron en 1969, hace 56 años, pero nadie ha vuelto. Había muchos proyectos para establecer bases permanentes que permitirían explorar otros planetas, pero nada de nada. Y, tal vez por eso, por la indiferencia y el desprecio, la Luna se está alejando de nosotros.

Lo dice la NASA en un informe difundido hace poco. Dice que la Luna se está alejando de la tierra a razón de 3,8 centímetros por año. No parece gran cosa pero, según los expertos, de aquí a un tiempo podría tener consecuencias para nuestro planeta. Podría afectar a la duración de los días, el efecto de las mareas y hasta los eclipses.

Este informe de la NASA, y la postura de algunos científicos, evidencia lo mucho que saben de la Luna y lo que, aún, desconocen. Que es mucho más y denota su ignorancia en cuanto a la relación de la Luna con la Tierra. Un vínculo que nació hace millones de años y se fue acrecentando por razones de vecindad y mutuo respeto al orden cósmico que les permite girar a su bola.

Se entiende mal que quienes niegan que la Luna tenga alguna influencia sobre nosotros nos alerten del peligro de que, poco a poco, se vaya alejando. A saber qué pasará cuando se haya alejado tanto que ya no pueda influir en nada. Cuesta imaginar cómo será la vida entonces.

 


lunes, 29 de septiembre de 2025

Aún quedan ingenuos

Milio Mariño

Si se trata de confesar los pecados, aquí tienen un ingenuo que seguirá siéndolo hasta que se muera. Son incontables las veces que me la dieron con queso y no escarmiento, vuelvo a picar como un necio. Insisto en engañarme a pesar de que me consta, como a todos, que el altruismo y la bondad escasean tanto como el niobio, que es un mineral muy escaso y muy codiciado.

 Es evidente que sigue habiendo constructores que sobornan y consiguen que recalifiquen sus terrenos, banqueros que estafan y el Estado los subvenciona con millones de euros, empresarios que explotan a sus trabajadores y pasan por ser ejemplares, políticos que cobran mordidas y dan lecciones de ética… En fin, toda una casuística variopinta de la que no se escapan jueces, policías y hasta alguna eminencia reverendísima, pues las monjas de la Asociación Lumen Dei se enfrentan, desde hace años, a lo que consideran un expolio irregular por parte del arzobispo de Oviedo: la venta por más de 12,7 millones de euros de edificios repartidos entre Asturias, Barcelona y Madrid y el destino de ese dinero cuyo paradero se desconoce.

Ejemplos hay a montones, pero ni esos ejemplos, ni siquiera la edad que, según dicen, nos hace desconfiados, me llevan a anteponer la malicia a la buena fe. Sé que la virtud está en el término medio, ni ser muy ingenuo ni desconfiar de todo, pero sigo reaccionando como si la esencia de nuestra especie no fuera la maldad.

Ahora entenderán por qué. En el periódico que estaba leyendo decían que un billete de avión no siempre cuesta lo mismo, que el precio puede variar en función del asiento, el día de la semana, la hora del vuelo o la época del año. Me parecía lógico y muy normal. Pero introducían una variable. ¿Qué pasa con quienes tienen que viajar por una urgencia como asistir al entierro de un familiar?

Ahí se me encendió la bombilla. Pensé: menos mal que todavía queda algo de humanidad. Sería injusto que una persona que viaja porque falleció un familiar tuviera que pagar la misma tarifa que quien se permite hacerlo un viernes de julio, víspera de vacaciones.

Lo digo con toda franqueza, me sentía orgulloso de lo que creía un detalle humanitario. Pero seguí leyendo y caí del caballo. La aerolínea estadounidense Delta Air Lines, si presentas un certificado de defunción y dices que te urge un billete porque se ha muerto tu madre, te cobra el doble. Establece los precios de forma personalizada mediante un programa de inteligencia artificial que procesa los datos de cada cliente. Es decir, cuanto más lo necesitas más caro te sale. Ir al entierro de tú madre te sale más caro que si viajas por vacaciones.

Estuve llamándome imbécil hasta que cansé. Luego di un repaso para ver si suele pasar que exploten la desesperación o la urgencia por un producto o servicio esencial y quedé asombrado. Si ven que lo necesitas pagas más y si insistes en que lo necesitas mucho pagas mucho más. Ocurre con todo: con las medicinas, las vacunas, la vivienda…

Al final, llegué a la conclusión de que no valía la pena mortificarme por aquel desliz. La primera característica de la maldad es que nunca la ves venir. Siempre se disfraza de algo bueno, por eso te pilla desprevenido y picas como un ingenuo.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 22 de septiembre de 2025

Fumar en una terraza

Milio Mariño

Mientras disfrutaba, en una terraza, de un vino, un pincho y un cigarrillo recién encendido, pasaron, a escasos metros, un autobús articulado, un camión de reparto, una furgoneta vieja y una recua de vehículos motorizados. Ya imaginan, supongo, cómo quedó la terraza. Envuelta en una nube de humo que seguirá siendo legal y dejará en ridículo al humo del cigarrillo que estaba fumando. 

No faltarán los que digan que es la disculpa infantil del abuelo gamberro que quiere seguir fumando aunque lo prohíba la ley. Ni mucho menos. Soy consciente de que fumar es malo. También aprovecho para decir que respeto esa ley, no escrita, de que la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. Y, por si no fuera bastante, creo que vivimos en el mejor de los mundos posibles y no pienso invocar la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Dicho lo dicho, insisto en que prohibir que se fume en las terrazas me parece una tontería, otra más, de las muchas que padecemos quienes, al parecer, hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en súbditos. Las autoridades, todas en general, han aumentado de forma exagerada su poder sobre nosotros y ya ni siquiera disimulan su pulsión censora y su afán por prohibir las cosas más peregrinas y absurdas, promulgando leyes que carecen de cualquier justificación.

No hay nada que siente mejor, a cualquier sociedad, que el sentido común. Las leyes o normativas absurdas siempre producen situaciones estúpidas. Situaciones que se repiten sin que los políticos rectifiquen y acepten que su misión es hacernos la vida más agradable y no inventar la pólvora cada mañana.

Las leyes deben interpretar la demanda de la sociedad y no al revés. Pero no hay manera. Cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue. Con la falsa disculpa de avanzar en derechos, los políticos están recortando las libertades hasta dejarlas en nada. Somos rehenes de una panda de frikis que pretenden darnos lecciones y corregir nuestros excesos. Y, como lo mejor es predicar con el ejemplo, ahí van unos cuantos para que cada cual juzgue al respecto.

En Tenerife, está prohibido hacer castillos de arena en la playa sin permiso del Ayuntamiento. El Mallorca, se puede tener un máximo de cuatro gallinas sin autorización. Para tener cinco hay que solicitar el correspondiente permiso y disponer de un veterinario de referencia por si hay problemas.  Varios ayuntamientos tienen prohibido, a los niños, jugar al balón en los parques municipales. La multa puede ascender de 50 a 700 euros. En Villanueva de la Torre, Guadalajara, está prohibido dejar una fregona en el balcón o la terraza. La Ley de bienestar animal exige un cursillo obligatorio para tener perro. En Madrid, hay que pasar un examen para  cantar en la calle.

El catalogo es tan extenso que podría llenar cuatro folios, pero creo que lo expuesto es suficiente para dejar en evidencia a quienes, si pudieran, prohibirían las flatulencias de las vacas y multarían a los ganaderos como responsables subsidiarios.   

Afortunadamente, los seres humanos evolucionamos cuando aprendemos, reflexionamos y tomamos decisiones voluntarias, no cuando el Estado nos amenaza con una multa.

Los promotores de la ley dicen que los tiempos han cambiado. Cierto, pero eso no hace razonable que se prohíba fumar en las terrazas. Y, no lo es.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España