Después de la rueda de prensa que siguió al Consejo de Ministros, antes de
las vacaciones, el Gobierno anunció que había creado y puesto a trabajar a un grupo
de altos cargos, de trece ministerios, para que planifiquen y organicen lo que
sea necesario, al objeto de que no haya problemas con los tres eclipses de sol
que están previstos para el año que viene, el siguiente y el otro.
Intenté razonar en serio, pero me costaba creerlo. Que un país alegre y
despreocupado, como el nuestro, que se caracteriza por la improvisación, adopte
medidas que no suscriben ni los más previsores es tan increíble que parece un
despropósito. Y, tal vez lo sea si tenemos en cuenta que el primer eclipse se
producirá el 12 de agosto de 2026, a las ocho y media de la tarde, y durará
1,48 minutos.
No me olvido de que también tendremos eclipses los dos años siguientes y
no habrá otro hasta 2.081, pero ni con esas creo que esté justificado semejante
despliegue. Aunque la disculpa sea que millones de personas estarán esperando
ese momento, y hay que protegerlas, no puede ser que el Estado gaste una
millonada en decirle a la gente que evite mirar al sol y en regalar gafas negras
para que no utilicen inventos caseros. Si el Estado decide asumir, a su cargo,
la responsabilidad de evitar irresponsabilidades, el gasto será estratosférico.
No habrá presupuesto que lo resista.
El grupo que se ha creado,
presidido por el Secretario de Estado de Ciencia, dice que su misión es
prevenir riesgos y garantizar que millones de personas puedan observar los
eclipses de forma segura y sin poner en jaque al sistema. Un objetivo que vuelve
a reabrir el debate sobre si lo que llamamos Estado de Bienestar debe ser un
modelo de Estado que garantice el bienestar de los ciudadanos, proporcionando servicios
básicos como salud, educación y pensiones, o debe ir más allá y protegerlos,
también, cuando se empeñan en hacer tonterías.
Hay datos que corroboran que la estupidez va en aumento y cada vez está
más subvencionada. Ya me dirán si tiene sentido ese letrero que pone: Mire
antes de cruzar. Ejemplos iguales o perecidos encontramos a montones. Un hotel
de Mallorca ha colocado en sus habitaciones y en varios idiomas: El balcón no
es un trampolín.
Aunque la inteligencia artificial avanza, avanza todavía más la estupidez
humana. En estos últimos años han muerto 379 personas por hacerse selfies en
sitios peligrosos. La explicación de los siquiatras es que las emociones
fuertes pueden más que el instinto de protección. Pues nada, qué se le va a
hacer… Si la estupidez no tiene límites, servirá de poco que las autoridades contemplen
acciones de prevención para cuando se produzcan los eclipses. Existe el deber
de auxilio, es cierto, pero habría que ver hasta qué punto está justificado que
el Estado auxilie, con el dinero de los contribuyentes, a los insensatos que
decidan hacer idioteces.
Si el Estado se ha propuesto evitar los problemas que puedan surgir por la
contemplación de los eclipses, en vez de crear una comisión de expertos, para
proteger a los imbéciles de sus imbecilidades, mejor sería que empezara con una
campaña de vacunación intelectual, a todos los niveles, contra la estupidez. Saldría
más barato y sería más eficaz.