Algunos estudiosos del delirio lo
definen como una particular configuración de la realidad que puede alcanzar
creencias irracionales. Desvaríos en los que es fácil incurrir cuando
idealizamos una postura. Imbuidos por esa euforia aceptamos cualquier cosa aunque
tengamos dudas de que sea lo más conveniente. Y, lo que es peor, prescindimos
de nuestro criterio, nos dejamos llevar y acabamos haciendo caso de los que se
erigen en guardianes de las esencias y nos indican cómo tenemos que mirar. Cuestión
harto peligrosa porque, como decía Campoamor, todo es según el color del
cristal con que se mira. Y hay cosas que, dependiendo de cómo se miren, podemos
ensuciarlas.
Sin pensarlo mucho, se me ocurre
una. Hace unos días, leí que un periodista le había dicho a Yolanda Díaz que
cada día estaba más guapa y la vicepresidenta reaccionó quejándose de que había
sido víctima de un comentario machista.
Tuve que volver a leerlo porque
se me aparecía Forrest Gump diciendo aquello que decía su madre: tonto es el
que hace tonterías. Reflexión que viene al caso porque la tontería no tiene que
ver con el cargo ni con el coeficiente intelectual, sino con lo que hace o dice
la persona. Y, en este sentido, la queja de Yolanda Díaz, dicho sea con todo el
respeto, me parece una tontería. Machismo sería que la llamara fea, pero no
creo que ninguna mujer tenga razones para sentirse ofendida porque la llamen
guapa. Bueno, a no ser que no tolere la mentira y considere que hay que decir
la verdad aunque duela.
Abundan quienes juzgan cualquier
comentario como si su minúscula visión del mundo fuera única e indiscutible. Sí
el periodista, en vez de decirle a Yolanda que cada día está más guapa, le hubiera
dicho que cada día es más inteligente, aunque también sea mentira, es posible
que no se hubiera ofendido. Tal vez lo prefiera a pesar de que seguramente sabe
lo que antaño nos decían a los niños feos, y por supuesto a las niñas, cuando
al vernos se santiguaban y volvían a mirarnos con ojos incrédulos. Corregían el
desliz con la perversidad de transformar en valía personal lo que la naturaleza
nos había negado. Decían que se notaba en la cara que éramos muy inteligentes.
Acertaban. Las cosas, depende de
cómo se miren. Hay quien considera de mal gusto elogiar las cualidades físicas
de una mujer porque piensa que si le dice guapa lo mismo entiende que la llama
tonta.
Estoy de acuerdo en que, en una
sociedad que pretende ser igualitaria, es de una superficialidad inaceptable
que la belleza de una mujer prime por encima de otras cualidades, pero llegar a
considerar que es incompatible con la inteligencia y el feminismo supone un
delirio. No creo que ninguna mujer defienda mejor sus derechos diciendo que le
ofende que la llamen guapa. La sensatez nos alerta de que no debemos sucumbir a
esa simpleza.
Yolanda Díaz aprovechó que la
llamaron guapa para sentirse agraviada y situarse del lado de las víctimas. Ella
sabrá, pero la suya es una postura que hace más daño que ayuda. Salvo raras
excepciones, a las mujeres, y los hombres, nos gusta que nos digan cosas
bonitas. Incluso sabiendo que es un cumplido puede alegrarnos el día. Por eso
digo que las mujeres, todas las mujeres, son inteligentes y guapas. Y allá
quien se ofenda, no pienso enfadarme si me llama machista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño