lunes, 10 de marzo de 2025

Inteligentes y guapas

Milio Mariño

Algunos estudiosos del delirio lo definen como una particular configuración de la realidad que puede alcanzar creencias irracionales. Desvaríos en los que es fácil incurrir cuando idealizamos una postura. Imbuidos por esa euforia aceptamos cualquier cosa aunque tengamos dudas de que sea lo más conveniente. Y, lo que es peor, prescindimos de nuestro criterio, nos dejamos llevar y acabamos haciendo caso de los que se erigen en guardianes de las esencias y nos indican cómo tenemos que mirar. Cuestión harto peligrosa porque, como decía Campoamor, todo es según el color del cristal con que se mira. Y hay cosas que, dependiendo de cómo se miren, podemos ensuciarlas.

Sin pensarlo mucho, se me ocurre una. Hace unos días, leí que un periodista le había dicho a Yolanda Díaz que cada día estaba más guapa y la vicepresidenta reaccionó quejándose de que había sido víctima de un comentario machista.

Tuve que volver a leerlo porque se me aparecía Forrest Gump diciendo aquello que decía su madre: tonto es el que hace tonterías. Reflexión que viene al caso porque la tontería no tiene que ver con el cargo ni con el coeficiente intelectual, sino con lo que hace o dice la persona. Y, en este sentido, la queja de Yolanda Díaz, dicho sea con todo el respeto, me parece una tontería. Machismo sería que la llamara fea, pero no creo que ninguna mujer tenga razones para sentirse ofendida porque la llamen guapa. Bueno, a no ser que no tolere la mentira y considere que hay que decir la verdad aunque duela.

Abundan quienes juzgan cualquier comentario como si su minúscula visión del mundo fuera única e indiscutible. Sí el periodista, en vez de decirle a Yolanda que cada día está más guapa, le hubiera dicho que cada día es más inteligente, aunque también sea mentira, es posible que no se hubiera ofendido. Tal vez lo prefiera a pesar de que seguramente sabe lo que antaño nos decían a los niños feos, y por supuesto a las niñas, cuando al vernos se santiguaban y volvían a mirarnos con ojos incrédulos. Corregían el desliz con la perversidad de transformar en valía personal lo que la naturaleza nos había negado. Decían que se notaba en la cara que éramos muy inteligentes.

Acertaban. Las cosas, depende de cómo se miren. Hay quien considera de mal gusto elogiar las cualidades físicas de una mujer porque piensa que si le dice guapa lo mismo entiende que la llama tonta.

Estoy de acuerdo en que, en una sociedad que pretende ser igualitaria, es de una superficialidad inaceptable que la belleza de una mujer prime por encima de otras cualidades, pero llegar a considerar que es incompatible con la inteligencia y el feminismo supone un delirio. No creo que ninguna mujer defienda mejor sus derechos diciendo que le ofende que la llamen guapa. La sensatez nos alerta de que no debemos sucumbir a esa simpleza.

Yolanda Díaz aprovechó que la llamaron guapa para sentirse agraviada y situarse del lado de las víctimas. Ella sabrá, pero la suya es una postura que hace más daño que ayuda. Salvo raras excepciones, a las mujeres, y los hombres, nos gusta que nos digan cosas bonitas. Incluso sabiendo que es un cumplido puede alegrarnos el día. Por eso digo que las mujeres, todas las mujeres, son inteligentes y guapas. Y allá quien se ofenda, no pienso enfadarme si me llama machista.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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