lunes, 17 de marzo de 2025

Esta primavera florecen las armas

Milio Mariño

La guerra ha dejado de ser algo que ocurrió en un pasado remoto, hace ya muchos años, para convertirse en el problema de nuestros días. En un temor, hasta ahora, desconocido por los más jóvenes, vivido por los más viejos, de los que ya quedan pocos, y presente en la infancia de los que crecimos oyendo hablar en voz baja de las atrocidades que contaban nuestros padres y nuestros abuelos. Relatos de crueldad, hambre y miseria que contrastaban con las películas que veíamos de niños y trataban de unas guerras que siempre eran en legítima defensa, unos ejércitos que se portaban de forma humanitaria y unos soldados, hijos de familias humildes, que ascendían a sargentos y se jubilaban de generales, respirando muy malamente por el peso de las medallas.  

La historia y la realidad siempre han sido manipuladas, no es un invento de ahora. Lo de ahora es que la manipulación se utiliza a diario para embaucarnos y hacernos creer que es verdad lo que no es. Un empeño que, en este momento, tiene como objetivo convencernos de que estamos en peligro y hay de nosotros si nos quedamos solos y no asumimos el enorme gasto militar que proponen para que podamos vivir tranquilos.

 En esas estamos. Esta primavera florecen las armas abonadas con el argumento de que lo más importante ya no es seguir mejorando la sanidad, la educación, los servicios sociales y la lucha contra el cambio climático. Ahora, lo importante, lo primero y principal, es conseguir que el ejército aumente su capacidad de matar. Un objetivo que habíamos descuidado hasta el punto de que utilizábamos a los soldados para que ayudaran en los incendios, las inundaciones y las catástrofes de todo tipo.

Si pudiera colarme en uno de esos grandes edificios desde los que se dirige el mundo, acercarme a la puerta de un despacho importante y mirar por el ojo de la cerradura, seguramente vería a un pez gordo con los pies encima de la mesa, riéndose a carcajadas y presumiendo de lo fácil que es engañarnos y meternos el miedo en el cuerpo.

Es tan fácil que ya lo han conseguido. No se habla de otra cosa. El delirio militarista es portada en las televisiones y los periódicos. También que Úrsula Von der Leyen, la presidenta, ha lanzado la propuesta de movilizar 800.000 millones de euros para financiar el rearme de la Unión Europea. Y, para que no queden dudas, ha explicado cómo puede hacerse.

Las inversiones en armamento no computarán para el techo de gasto ni como deuda pública de los Estados; se eliminará el Impuesto de Valor Añadido (IVA) y los impuestos especiales en las transacciones de armas en el mercado intracomunitario y el Banco Central Europeo emitirá eurobonos con la finalidad de que los Estados miembros puedan realizar compras conjuntas de armas.

Todo facilidades. Así que no valen escusas. Ningún país podrá escaquearse y quedar al margen de la vorágine belicista. Volvemos a la guerra absurda que contaba, como nadie, aquel gran filósofo que era Gila y con el que tanto nos reímos. Ahora acabaremos llorando porque, después de la crisis financiera de 2008, se avecina otra que también pagaremos nosotros. Y, como siempre, será por nuestro bien. Si queremos seguir viviendo tranquilos tenemos que pagar para que nos defiendan. No sabemos de quién, pero seguramente será de los mismos que nos vendan las armas.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Milio Mariño