Aunque soy abuelo desde hace
tiempo, hay cosas que no se me olvidan. Por ejemplo, que los Bancos me deben
dinero. No se rían, tengo testigos. Mariano Rajoy y Luis de Guindos que,
gracias a dios, siguen vivos me dijeron más de una vez, y de dos, que no me
preocupara, que los 43.000 millones de euros, de nuestros bolsillos, que el
Estado había prestado a los Bancos no eran a fondo perdido. Que, las entidades
bancarias, no solo devolverían ese dinero si no que, además, lo harían con
intereses.
No hablo de cualquiera, me
refiero a dos personas como el entonces Presidente del Gobierno y su Ministro
de Economía, que ahora es Vicepresidente del Banco Central Europeo. Así que estaba
tranquilo. Cierto que iba pasando el tiempo y no había noticias de que los
Bancos devolvieran nada, pero que gente tan importante empeñara su palabra
disipaba todas mis dudas. Además, de verdad se lo digo, soy un buen tipo. Si
quien que me debe dinero está pasando por un mal momento prefiero esperar antes
que ponerle la soga al cuello.
La cuestión es que ser bueno no
significa que a uno le guste hacer el canelo. Han pasado trece años y los Bancos
han devuelto 6.000 millones de los 60.000 en los que se ha puesto el préstamo
si sumamos los intereses. La deuda es importante y, como no pagan, sigue
creciendo. Por eso que tampoco quiero engañarles, ya empezaba a mosquearme. Me
mantenía callado porque pensaba que igual seguían teniendo dificultades, pero
salí de dudas cuando los portavoces del BBVA, el Santander, el Sabadell y La
Caixa, uno tras otro, fueron convocando ruedas de prensa y dijeron, muy orgullosos,
que 2024 había sido el mejor año de su historia, que la banca había tenido un beneficio
record de 32.000 millones de euros.
Quedé que no daba crédito. Me
acordé del pufo y estallé a gritos: En vez de presumir mejor pagabais lo que
debéis. Cualquier persona decente se siente mal y agacha la cabeza, cuándo debe
dinero y no paga. Hay que tener mucha cara para presumir de ganar miles de
millones y no liquidar las deudas.
Estaba muy cabreado. El primer
impulso, lo primero que se me ocurrió, fue empezar a llamarlos por teléfono a
la hora de comer y la hora de la siesta, que es lo que hacen ellos con quienes
tienen una hipoteca y no pagan. Luego comprendí que igual servía de desahogo
pero no arreglaba nada.
Más en frio, pensé en la
intimidación, que también es lo que suelen hacer los Bancos con quienes les
deben dinero. No en la intimidación física, por supuesto, me refiero a la
psicológica. A machacarlos con la amenaza de que les va a caer el pelo, pues el
ordenamiento jurídico me ampara ya que sería un abuso de derecho sin
precedentes que los Bancos pudieran reclamarme una deuda y yo no pudiera hacer
lo mismo cuando son ellos los que deben.
Acabé con la cabeza como un cencerro y un
dolor de aquí te espero. No sabía si ir directamente al juzgado y poner una
denuncia o recurrir a Manos Limpias o los Abogados Cristianos, que últimamente están
trabajando a destajo y consiguen lo que nadie había conseguido. Pero me está
costando decidirme. Así que, al final, mucho me temo que haré lo que ustedes. No
haré nada.