Me enteré hace poco, siempre voy
con retraso, de que las élites que dominan el mundo, los muy guapos y los muy
ricos, han vuelto a poner de moda el estoicismo de Séneca y Marco Aurelio. Al
parecer, suscriben lo que decían los sabios estoicos: que todo lo que ocurre, ocurre
con razón. Que no le demos vueltas porque todo es consecuencia y el resultado
no puede ser otro que cada cual reciba su merecido.
Cojonudo. A los millonarios les
viene al pelo y a los pobres también. A unos les confirma la legitimidad de sus
fortunas y a los otros el consuelo del conformismo y la comodidad de aceptar lo
que venga sin moverse del sofá. El consejo es que, cuando nos toque
enfrentarnos a cosas contra las que no podemos luchar, contengamos las
emociones y nos dediquemos a silbar.
Llama la atención que, veinte
siglos después, vuelva a cobrar vigencia la filosofía del siglo uno pero, si reflexionamos
un poco, enseguida caemos del burro. Las similitudes son asombrosas. Séneca, el
filósofo cordobés, era uno de los hombres más ricos de su época. Le atribuían
una fortuna de 300 millones de sestercios, que viene a ser el equivalente de
los 260.000 millones de dólares que tiene Elon Musk. Además, era consejero del
cruel emperador Nerón y Musk lo es de este nuevo emperador americano, que si no
nombra, como el otro, senador a su caballo es porque dispone de animales de
sobra.
No hacía falta esta evidencia
para confirmar que la historia se repite. Y menos que lo haga con un regüeldo.
Que vuelva de la mano de unos multimillonarios y unos tiranos que no solo se
creen superiores, sino que consideran que la mayoría de nosotros sería mejor
que no hubiéramos nacido porque somos gente vaga o fracasada que carece de ambiciones.
Gente que protesta y no debería quejarse porque tiene lo que, realmente, merece.
Quienes han elegido ser
gobernados por Trump estarán disfrutando con sus despropósitos, pero me incluyo
entre la multitud que no merece la sarta de estupideces que estamos viendo. Es
un escarnio la impunidad con la que el Presidente americano amenaza a todo el
planeta y la sumisión bochornosa de los que bajan la cabeza y dicen que hace lo
correcto.
Si lo piensan, lo contrario de la
estupidez no es la inteligencia, es la cordura. Una cordura que está en crisis
porque cada vez se usa menos. La gente aplaude que la maltraten. Celebra que no
se respeten los derechos humanos, que acaben con las políticas de igualdad y que
no se preste ayuda a los más desfavorecidos.
El debate que, ahora mismo,
cabría plantearse es si a Trump y a los de su cuerda hay que mandarlos al
manicomio o a la cárcel, pero son multitud los que defienden que su ascenso al
poder era necesario y es normal. Dicen que, tal como están las cosas, es normal
que los pobres voten a los millonarios. Lo presentan como un avance cultural,
como el nuevo camino para alcanzar la libertad.
Cualquiera en su sano juicio no alcanza a
explicarse como hemos llegado a esto, pero no es un delirio, va en serio. La
gente ha decidido votar contra sí misma. Así que lo mismo me apunto al
estoicismo y sigo el consejo de Seneca, que decía que es un sufrimiento inútil
quejarnos del sinsentido.
Milio Mariño / artículo de Opinión / Diario La Nueva España
SIN SENTIDO ES CUANDO UNO SE MUERE.... PARA SEGUIR VIVIENDO COMO ELLOS QUIEREN. LO MEJOR TAL VEZ .....
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