Siempre que estalla un caso de
corrupción, y toca asumir responsabilidades, el criterio que se utiliza para
exigir que se corten cabezas o pedir dimisiones, depende de si se trata de uno
de los nuestros o alguien de otra familia. El doble rasero es una unidad de
medida que suele emplearse de forma descarada no solo en política, también en la
justicia, la policía y, aunque parezca mentira, el área de penalti de los
campos de fútbol.
En política, algunos recurren a
la presunción de inocencia como disculpa para parar el golpe y no asumir responsabilidades
hasta que se pronuncie la justicia. Sin embargo, cuando el implicado es de otro
partido piden la guillotina de forma inmediata.
Ejemplos de doble rasero hay a
montones. Hay jueces que no ven quién está detrás de M. Rajoy y tienen vista de
lince para ver lo que no ve nadie. También es habitual que la policía golpee
con saña a los obreros en huelga o a los que tratan de impedir un desahucio,
mientras que a los manifestantes de extrema derecha los trata como a hermanitas
de la caridad.
Este trato selectivo que, para
entendernos, llamamos doble rasero, suele darse a menudo y es, por así decirlo,
una costumbre arraigada. Jordi Puyol o Rodrigo Rato, pueden estar implicados en
el robo de cientos de millones, pero son tratados con una consideración y un
respeto que para sí quisiera un ratero que roba una lata de berberechos. Por lo
visto, es más peligroso y más despreciable un ratero de tres al cuarto que un ladrón
de guante blanco.
El doble rasero hace que algunas
realidades sean ignoradas mientras que otras se magnifican para que la prensa, la
televisión y la radio amigas, las conviertan en tragedias apocalípticas. Tal
vez sea oportuno preguntarse qué pasaría si Koldo García fuera hermano de Isabel
Díaz Ayuso y se hubiera trajinado las mismas comisiones vergonzosas por el
asunto de las mascarillas. Seguramente, la reacción hubiera sido distinta, el
tema se trataría como algo anecdótico y la noticia no alcanzaría la categoría
de escándalo.
Con la corrupción solo cabe ser
implacables pero, a veces, da la impresión de que se exige más a unos que a
otros. Los partidos de derechas suelen ser más tolerantes cuando el corrupto es
de los suyos. En ese caso, el partido lo arropa siguiendo un patrón que
consiste en escurrir el bulto y cierta chulería. Aquí no ha pasado nada y si
alguien pide responsabilidades que se atenga a las consecuencias. La prueba de
cargo está en Pablo Casado, que lo echaron por tratar de esclarecer un caso de
corrupción mientras que su sucesor, Feijoo, miró para otro lado y no le importa
presidir y dirigir el partido desde un despacho y una sede cuyas obras se
pagaron con dinero negro.
El doble rasero viene de muy
antiguo y no se considera injusticia. La gente importante y de buena familia
puede tener un desliz, pero si hace algo malo nunca lo hace queriendo. Así que
cuando le piden cuentas responde como aquel obispo que dijo que los menores provocan
mucho y están deseando el abuso.
La corrupción, en ningún caso es
disculpable. Hay que atajarla y condenarla venga de donde venga, no solo si el
corrupto es de otro partido. El rasero debe ser el mismo para los nuestros que
para cualquiera.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
Así somos los españoles ,el revés para muchos y el derecho para los privilegiados
ResponderEliminarLa equidad no es una virtud muy considerada entre la ciudadanía de las Españas.
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