lunes, 12 de febrero de 2024

A buen tiempo… ¿mala cara?

Milio Mariño

Este año hemos subido la cuesta de enero con un tiempo estupendo. Daba gusto; parecíamos ciclistas subiendo el Angliru en junio. Hubo eneros, casi todos, en  los que, a las dificultades que siempre tenemos para subir la maldita cuesta, había que añadir un tiempo de perros. Lluvia, nieve, heladas y ese viento frio que te deja las orejas como dos berenjenas sin dueño. Este año nada, ni siquiera daba pereza salir a tirar la basura. Y si añadimos la fortuna que ahorramos en calefacción, lo del cambio climático solo parece negativo por el incordio de tener que disparar todos los días los cañones de nieve. Solo por eso, porque las restricciones de agua no son consecuencia del clima.  Lo dijo Isabel Díaz Ayuso. Dijo que cerrar las plazas de toros y darle alas al separatismo es la causa de que haya menos libertad y más sequía.

La Presidenta de la Comunidad de Madrid acostumbra a sorprendernos con sus diagnósticos atrevidos y sus recetas originales para casi todo y también para el clima. Una idea muy aplaudida fue la de poner macetas con flores en los balcones. Lo suyo con el clima es como lo de Groucho Marx en aquella película: “¿A quién va usted a creer: a mí o a sus propios ojos?”

Nuestros ojos nos llevan a que casi todos estemos de acuerdo en que no debe ser nada bueno que haga buen tiempo en invierno. Pero, claro, también nos gusta que la primavera empiece en enero. Las terrazas de los bares están llenas a rebosar y la gente disfruta olvidándose de los abrigos. Y como, al final, lo que importa es que el personal disfrute y se lo pase en grande, todo lo demás tendrá que supeditarse al bien principal. Incluidos, por supuesto, los agricultores, que insisten en protestar cuando deberían plantearse si en vez de seguir cultivando las frutas y verduras que cultivaban sus abuelos no sería mejor que cambiaran el chip y cultivaran frutas tropicales como el caqui, la guayaba o el mango. Algo nuevo. Las verduras del tipo berza de toda la vida, el brócoli o la coliflor podemos importarlas de Taiwán o de China, lo mismo que importamos los pantalones vaqueros. 

Lo principal es que la gente esté contenta y vengan muchos turistas, luego ya veremos cómo se soluciona la escasez de agua. Igual tenemos que ducharnos menos, no tirar de la cadena siempre que vamos al váter o cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes. Medidas que nunca vienen mal porque suponen un ahorro que podemos destinar a tomarnos otra cerveza.

Sobre que haga buen tiempo en invierno hay mucho que hablar. Por un lado nos invitan a vivir el presente como si no hubiera un mañana y por otro se empeñan en no dejarnos vivir hablándonos del mañana que nos espera y de un cúmulo de desgracias. Habíamos dejado atrás el covid19, como una preocupación que nos agobiaba, y cuando empezábamos a respirar vuelven a meternos miedo con el cambio climático, la guerra de Ucrania, la situación en Oriente Medio, los inmigrantes…   

Hablar del futuro, solo, en negativo aporta pesimismo y amarga nuestro carácter. Además, sirve de poco. No parece que los desarreglos del cambio climático vayan a solucionarse poniendo mala cara al buen tiempo. Ser feliz es adaptarse a los cambios. Y a este, aquí por el norte, estamos adaptándonos divinamente.


Milio Mariño / Artículo de Opinión

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