lunes, 13 de noviembre de 2023

Somos nada y algunos ni eso

Milio Mariño

Hará como un par de semanas, leí que la investigadora y científica francesa Anne L’Huillier había sido galardonada con el Premio Nobel de Física por haber descubierto que las personas, por dentro, estamos compuestas básicamente de espacio vacío.

El caso que acabé de leerlo y quedé que ni fu ni fa. No sentí esa emoción que se siente ante algo novedoso o inesperado. No me sorprendió lo más mínimo. Muchos, entre los que me cuento, que no nos tenemos precisamente por atletas mentales, ya sospechábamos que somos nada. Ahora bien, una cosa es sospecharlo y otra, como dicen en Oslo, que Anne lo haya demostrado con una fórmula de esas que te dejan con la boca abierta y no la cierras hasta que tragas un par de mosquitos. Así que supongo que merece el premio.

 De todas maneras, sin quitarle mérito, sigo pensando que la mejor prueba de que somos nada es lo mucho que insisten para que seamos algo. Desde muy pequeños ya están metiéndonos en la cabeza que tenemos que sobresalir y hacernos visibles. Insisten de tal manera que la gente nunca había peleado tanto por hacerse notar. La visibilidad se ha convertido en un objetivo que se persigue al precio que sea. Lo curioso es que quienes, de verdad, mandan en el mundo son invisibles, no los conoce nadie. De modo que ahora que han demostrado que somos nada, no estaría mal que nos explicaran como es que algunos no llegamos ni a eso. Somos menos que nada. Un déficit en sí mismo, un lastre social del que se quejan quienes al alcanzado el éxito.

Anne L’Huillier algo debió intuir porque dijo que el espacio vacío que somos no tiene una explicación concreta. Ella misma y los que comparten con ella el premio han aclarado que ese vacío no está tan vacío como pensaban, que a veces se llena de unas fluctuaciones que no conocen ni saben de dónde afloran, lo cual les obliga a seguir investigando para buscar nuevas teorías con las que poder explicarlo.

A saber qué saldrá de ahí. A veces se empieza por el vuelo de una mariposa, por un bello atardecer o simplemente por hacer la lista de la compra y no sabe uno dónde puede ir a parar. Lo mismo insisten con la física cuántica y, dentro de unos años, descubren que ser menos que nada es un chollo. No te asignan ningún papel; no necesitas quedar bien con nadie; no tienes obligaciones, no corres el riesgo de equivocarte… Bastará que aceptes ser gilipollas y lo tendrás todo resuelto. Para entonces, la inteligencia artificial habrá rellenado el espacio vacío y los gilipollas serán una especie protegida porque habrán entrado en vías de extinción.

Historias como la que intentan colarnos, que por dentro somos un espacio vacío, demuestran que los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos van más allá de lo que alcanzamos a comprender. Ni dando rienda suelta a nuestras mayores fantasías podíamos imaginar que aceptaríamos lo que estamos aceptando como normal.

No señalo a nadie, hablo por mí, que todo esto me sobrepasa y mejor estaba callado que escribiendo estas tonterías con las que lo único que consigo es ponerme en evidencia. Pero no escarmiento. Ahora ando a vueltas con eso de que si cuando cae un árbol en el bosque, y nadie está allí para escucharlo, hará algún ruido.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

1 comentario:

  1. Respeto por su disposición a compartir sus conocimientos e ideas con el mundo.

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Milio Mariño