La elección de Presidente del
Gobierno está generando tanta crispación y tanto ruido que vendría bien darle
un giro y analizar lo sucedido desde un punto de vista menos trascendental y más
lúdico. No sé… Verlo como una partida de mus. Una partida donde las cartas son
importantes, pero también que quienes participan sepan jugarlas pues no siempre
gana quien tiene las mejores.
Las cartas de Alberto Núñez
Feijoo y Pedro Sánchez, no las repartió el azar, las repartieron los españoles
el pasado 23 de julio. Dieron a cada uno las que creyeron que merecía y cada
uno eligió a su pareja de juego. Alberto eligió a Santiago Abascal y Pedro a
Yolanda Díaz.
Las dos parejas se disputaban
gobernar y era obligado que jugaran con las cartas que tenían en la mano.
Cierto que podían haber sido otras pero, al final, fueron las que fueron y no vale
lamentarse. No vale echarles un vistazo, decir no me gustan, tirarlas encima de
la mesa y pedir que vuelvan a dar de nuevo, a ver si tocan mejores.
La partida de la que hablamos no
se disputó en el cuarto trasero de un garito clandestino apestado por el humo
de los cigarros, como vemos en las películas. El ambiente estuvo enrarecido,
pero fue porque así lo quisieron quienes pretendían hacerlo irrespirable con el
fin de llamar la atención de los espectadores y lograr de esa manera presionar
al contrario.
Una de las parejas, la formada por Alberto y
Santiago, antes incluso de sentarse a la mesa, ya presumía de tener mejores
cartas. Se creía ganadora y no soportaba la idea de que pudiera perder; de ahí
que, además de enrarecer el ambiente, intentara convencernos de que los rivales
eran unos tramposos y no merecían ganar aunque jugaran mejor.
El resultado, al final, fue que ganaron
los que tenían peores cartas. Un desenlace que los perdedores consideran
inaceptable. Debe ser duro verte ganador y, al mismo tiempo, percibir que vas
perdiendo y todo apunta a que perderás la partida. Hay que ser fuerte y tener
capacidad para asimilar la derrota. La frustración puede transformarse en rabia
y empujar a cualquiera a que esté tentado de romper la baraja. Y no solo eso, también
a que, como perdedor, se desahogue dando voces y culpando al contrario de haber
hecho trampas. No arregla el problema que intenten consolarlo diciendo que la
próxima vez seguro que tendrá mejores cartas y podrá jugar de otra manera.
Cuesta aceptar, sobre todo, que, a veces, una carta de poco valor pueda ser la
llave para una jugada maestra que suponga ganar la partida.
Uno de los fallos, quizá el
principal, de Alberto y Santiago fue que nadie les advirtió, o no se dieron
cuenta, de que, en el mus, lo más importante no es tener buenas cartas, es
saber jugar con las malas. Que fue lo que hizo la pareja que resultó ganadora.
Ahora, con la partida acabada, lo
lógico sería que los perdedores aceptaran la derrota. Que fueran responsables y
demócratas. Que se dieran cuenta de que seguir insistiendo con que España se
rompe está muy gastado y ya no cuela. No recuerdo quien dijo que a una oveja se
la puede esquilar toda la vida, pero despellejarla solo se puede hacer una vez.
Así que, pataletas aparte, no les queda otra que lo que dice el refrán. Paciencia
y barajar.
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ResponderEliminarGracias por ser una voz única en el vasto panorama de la blogosfera.
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