lunes, 20 de noviembre de 2023

Paciencia y barajar

Milio Mariño

La elección de Presidente del Gobierno está generando tanta crispación y tanto ruido que vendría bien darle un giro y analizar lo sucedido desde un punto de vista menos trascendental y más lúdico. No sé… Verlo como una partida de mus. Una partida donde las cartas son importantes, pero también que quienes participan sepan jugarlas pues no siempre gana quien tiene las mejores.

Las cartas de Alberto Núñez Feijoo y Pedro Sánchez, no las repartió el azar, las repartieron los españoles el pasado 23 de julio. Dieron a cada uno las que creyeron que merecía y cada uno eligió a su pareja de juego. Alberto eligió a Santiago Abascal y Pedro a Yolanda Díaz.

Las dos parejas se disputaban gobernar y era obligado que jugaran con las cartas que tenían en la mano. Cierto que podían haber sido otras pero, al final, fueron las que fueron y no vale lamentarse. No vale echarles un vistazo, decir no me gustan, tirarlas encima de la mesa y pedir que vuelvan a dar de nuevo, a ver si tocan mejores.

La partida de la que hablamos no se disputó en el cuarto trasero de un garito clandestino apestado por el humo de los cigarros, como vemos en las películas. El ambiente estuvo enrarecido, pero fue porque así lo quisieron quienes pretendían hacerlo irrespirable con el fin de llamar la atención de los espectadores y lograr de esa manera presionar al contrario.

 Una de las parejas, la formada por Alberto y Santiago, antes incluso de sentarse a la mesa, ya presumía de tener mejores cartas. Se creía ganadora y no soportaba la idea de que pudiera perder; de ahí que, además de enrarecer el ambiente, intentara convencernos de que los rivales eran unos tramposos y no merecían ganar aunque jugaran mejor.

El resultado, al final, fue que ganaron los que tenían peores cartas. Un desenlace que los perdedores consideran inaceptable. Debe ser duro verte ganador y, al mismo tiempo, percibir que vas perdiendo y todo apunta a que perderás la partida. Hay que ser fuerte y tener capacidad para asimilar la derrota. La frustración puede transformarse en rabia y empujar a cualquiera a que esté tentado de romper la baraja. Y no solo eso, también a que, como perdedor, se desahogue dando voces y culpando al contrario de haber hecho trampas. No arregla el problema que intenten consolarlo diciendo que la próxima vez seguro que tendrá mejores cartas y podrá jugar de otra manera. Cuesta aceptar, sobre todo, que, a veces, una carta de poco valor pueda ser la llave para una jugada maestra que suponga ganar la partida.

Uno de los fallos, quizá el principal, de Alberto y Santiago fue que nadie les advirtió, o no se dieron cuenta, de que, en el mus, lo más importante no es tener buenas cartas, es saber jugar con las malas. Que fue lo que hizo la pareja que resultó ganadora.

Ahora, con la partida acabada, lo lógico sería que los perdedores aceptaran la derrota. Que fueran responsables y demócratas. Que se dieran cuenta de que seguir insistiendo con que España se rompe está muy gastado y ya no cuela. No recuerdo quien dijo que a una oveja se la puede esquilar toda la vida, pero despellejarla solo se puede hacer una vez. Así que, pataletas aparte, no les queda otra que lo que dice el refrán. Paciencia y barajar.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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