lunes, 1 de noviembre de 2021

Los trabajadores pasan de la reforma laboral

Milio Mariño

El Gobierno de Pedro Sánchez está en pleno debate sobre si deroga total o parcialmente la Reforma Laboral que el Gobierno de Mariano Rajoy impuso en febrero de 2012 y trajo consigo devaluar las relaciones laborales y devolverlas a los tiempos del franquismo. Aquella reforma afectó a cerca de cien artículos de diferentes de leyes como el Estatuto de los Trabajadores, la Ley General de la Seguridad Social o la Ley de Empleo y se hizo sin que el Gobierno del Partido Popular negociara absolutamente nada con los Empresarios y los Sindicatos. El PP ya tenía decidido lo que pensaba hacer. Dictó un Decreto Ley que supuso, según el ministro de economía de entonces, Luis de Guindos, “una reforma extremadamente agresiva para los trabajadores”.

Nueve años después, con unas relaciones laborales devaluadas al máximo, no parece que los trabajadores muestren mucho interés por cambiarlas o tengan pensado movilizarse para dar el empujón definitivo que acabe con el marco jurídico que ampara, legaliza y propicia la precariedad y los bajos salarios. No se percibe un clamor en la calle ni en los centros de trabajo pidiendo al Gobierno que derogue la Reforma Laboral. Así que mucho me temo que esta apatía se deba a la tesis según la cual el ascenso de la extrema derecha es consecuencia de que muchos trabajadores han cambiado su voto y están dispuestos a brindarle su apoyo. Tesis que llevaría a la reflexión de que la conciencia de clase ha pasado a mejor vida y ya no tiene vigencia aquella famosa frase: no hay nadie más tonto que un obrero de derechas. Ahora un obrero puede ser de derechas y decir convencido que tonto es quien no lo sea. Quien lo diga, no insistiré en llamarlo tonto, pero un atleta mental tampoco parece. No creo que demuestre tener muchas luces alguien a quien no le importa una ley que le exige agachar la cabeza y que le pateen el culo por 900 euros al mes.

La disculpa, de quienes no están dispuestos a mover un dedo para que se modifique esa ley, es que este tiempo que vivimos obliga a no rebelarse con tal de sobrevivir. Y, es muy cierto que no se rebelan, pero se quejan. Se quejan porque es más cómodo quejarse y culpar al Gobierno, los sindicatos o incluso a la propia familia de que llevan una vida de mierda y no tienen esperanza de que mejore. No se les ocurre pensar que sus padres y sus abuelos lo tuvieron peor que ellos y no se dedicaron a encogerse de hombros y decir: “es lo que hay”.

Sí es lo que hay habrá que cambiarlo. No puede ser que los trabajadores, sobre todo los más jóvenes, acepten sobrevivir y se tumben en el sofá. Es una mala noticia, para el progreso de la sociedad, que el Gobierno y los Sindicatos peleen por derogar la Reforma Laboral y no tengan a nadie detrás.

Hay quien opina que si las cosas están así es porque la izquierda y los sindicatos no han sabido conectar con los trabajadores y deben cambiar su discurso. Es posible, pero también puede ser que quienes deberían escuchar ese discurso hayan comprado el discurso de que siempre hubo ricos y pobres y acepten la precariedad y la sumisión. Que piensen que la suerte está echada y no vale la pena luchar por cambiarla. 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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