lunes, 15 de noviembre de 2021

El monstruo y el miedo

Milio Mariño

Cuando un día, hace tiempo, leí que las personas inteligentes son las que piensan más y mejor y tienen mayor facilidad para no sufrir, me cayó el alma a los pies. Pienso muchísimo, pero sufro un montón. Ya me gustaría tener esa facilidad para pensar y pasar página sin que me afectara lo más mínimo, pero lo que pienso acaba convirtiéndose en mí realidad, tanto si quiero como sí no.

 No puedo evitarlo. Ahora ando a vueltas con la amenaza del apagón eléctrico, el precio de la energía y los problemas de abastecimiento y sufro pensando que somos víctimas de un chantaje que nadie ve, o no quiere ver. Cuantas más vueltas le doy más me convenzo de que el mundo funciona al margen de nuestra voluntad política, es decir, de nuestra capacidad para gobernarlo, y eso me lleva al convencimiento de que hay un poder oculto, superior al de los Estados, que lo controla todo y provoca las crisis, la ruina y la muerte cuando quiere y le da la gana.

Pensar en eso sé que es un problema mío. Mi inteligencia no alcanza para dejarlo a un lado,  tumbarme en el sofá y decir: anda y que le den por saco. Sería más feliz si prestara menos atención a esos pensamientos, pero insisto en buscar una explicación a cosas que, al parecer, no la tienen y sufro como un ciclista que se empeña en subir el Angliru.

Suele pasarme a menudo. Hace año y pico, cuando empezaron las restricciones por la pandemia, me rompía la cabeza pensando cómo era posible que las autoridades prohibieran que sacáramos de paseo a los niños y, en cambio, dejaran que paseáramos a los perros. Ya ven en qué líos me meto. En casa decían que no me preocupara, que quienes mandaban sabían bien lo que hacían, pero a mí me parecía una anormalidad difícil de soportar.

Estoy en las mismas. Vuelve a parecerme una anormalidad que las grandes empresas puedan subir los precios lo que les apetezca y se permitan amenazarnos anunciando apagones y desabastecimientos. Cada vez es más evidente que el poder económico hace lo que quiere y los gobiernos no hacen nada por evitarlo. Dicen que no pueden,  que las grandes corporaciones, las compañías eléctricas, las entidades bancarias y todos los que manejan el cotarro económico, operan dentro de lo que llaman el libre mercado y lo único que puede hacer el Gobierno es pasarles la mano por el lomo y pedirles que sean benévolos.

Me indigno cuando oigo ese discurso. Pedirle clemencia al monstruo es una ingenuidad comparable a pedir un milagro. Es confirmar que solo nos queda rezar para que los poderosos se apiaden y no cumplan sus amenazas. Así que lo llevo fatal. No soporto que nos avasallen y nos metan miedo con total impunidad.

Pero siguen haciéndolo. El tiempo pasa y el truco es el mismo. Sacan de paseo al monstruo porque saben que el miedo es el mejor estímulo para empujarnos a consumir. Lo inteligente sería no hacerles caso, pero me pongo de los nervios cuando leo que con las linternas y los hornillos de camping gas está pasando lo que pasó al principio de la pandemia con el papel higiénico. La esperanza es que el anuncio de desabastecimiento solo alcance a los microchips que vienen de China porque como llegue a los polvorones estamos perdidos.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

1 comentario:

  1. Tienes razon Mariño . Nos tienen acongojados por no decir acoj...dos. Pero yo siempre le digo a la señora de casa....¡virgen como ha subido la fruta!. Como ha subido el pescado etc etc, Siempre la digo lo mismo, no lo compres y que se les pudra en el mostrador. Lo contrario son caprichos nuestros. Bueno lo del apagón son "noticias falsas" para que el miedo nos inunde y no hay peor enemigo que "el miedo".

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Milio Mariño