Cuando un día, hace tiempo, leí que
las personas inteligentes son las que piensan más y mejor y tienen mayor
facilidad para no sufrir, me cayó el alma a los pies. Pienso muchísimo, pero
sufro un montón. Ya me gustaría tener esa facilidad para pensar y pasar página
sin que me afectara lo más mínimo, pero lo que pienso acaba convirtiéndose en
mí realidad, tanto si quiero como sí no.
No puedo evitarlo. Ahora ando a vueltas con la
amenaza del apagón eléctrico, el precio de la energía y los problemas de
abastecimiento y sufro pensando que somos víctimas de un chantaje que nadie ve,
o no quiere ver. Cuantas más vueltas le doy más me convenzo de que el mundo
funciona al margen de nuestra voluntad política, es decir, de nuestra capacidad
para gobernarlo, y eso me lleva al convencimiento de que hay un poder oculto,
superior al de los Estados, que lo controla todo y provoca las crisis, la ruina
y la muerte cuando quiere y le da la gana.
Pensar en eso sé que es un problema
mío. Mi inteligencia no alcanza para dejarlo a un lado, tumbarme en el sofá y decir: anda y que le den
por saco. Sería más feliz si prestara menos atención a esos pensamientos, pero insisto
en buscar una explicación a cosas que, al parecer, no la tienen y sufro como un
ciclista que se empeña en subir el Angliru.
Suele pasarme a menudo. Hace año
y pico, cuando empezaron las restricciones por la pandemia, me rompía la cabeza
pensando cómo era posible que las autoridades prohibieran que sacáramos de
paseo a los niños y, en cambio, dejaran que paseáramos a los perros. Ya ven en
qué líos me meto. En casa decían que no me preocupara, que quienes mandaban
sabían bien lo que hacían, pero a mí me parecía una anormalidad difícil de
soportar.
Estoy en las mismas. Vuelve a
parecerme una anormalidad que las grandes empresas puedan subir los precios lo
que les apetezca y se permitan amenazarnos anunciando apagones y desabastecimientos.
Cada vez es más evidente que el poder económico hace lo que quiere y los
gobiernos no hacen nada por evitarlo. Dicen que no pueden, que las grandes corporaciones, las compañías
eléctricas, las entidades bancarias y todos los que manejan el cotarro económico,
operan dentro de lo que llaman el libre mercado y lo único que puede hacer el Gobierno
es pasarles la mano por el lomo y pedirles que sean benévolos.
Me indigno cuando oigo ese
discurso. Pedirle clemencia al monstruo es una ingenuidad comparable a pedir un
milagro. Es confirmar que solo nos queda rezar para que los poderosos se
apiaden y no cumplan sus amenazas. Así que lo llevo fatal. No soporto que nos
avasallen y nos metan miedo con total impunidad.
Pero siguen haciéndolo. El tiempo
pasa y el truco es el mismo. Sacan de paseo al monstruo porque saben que el
miedo es el mejor estímulo para empujarnos a consumir. Lo inteligente sería no
hacerles caso, pero me pongo de los nervios cuando leo que con las linternas y los
hornillos de camping gas está pasando lo que pasó al principio de la pandemia
con el papel higiénico. La esperanza es que el anuncio de desabastecimiento solo
alcance a los microchips que vienen de China porque como llegue a los
polvorones estamos perdidos.
Tienes razon Mariño . Nos tienen acongojados por no decir acoj...dos. Pero yo siempre le digo a la señora de casa....¡virgen como ha subido la fruta!. Como ha subido el pescado etc etc, Siempre la digo lo mismo, no lo compres y que se les pudra en el mostrador. Lo contrario son caprichos nuestros. Bueno lo del apagón son "noticias falsas" para que el miedo nos inunde y no hay peor enemigo que "el miedo".
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