Como cada cual es como es y a mí no suele gustarme hacer lo que está mandado, esperé que pasara el día de Todos los Santos y subí al cementerio el sábado por la mañana.
No hubo sorpresas. Lo
encontré como lo dejó el Ayuntamiento, hace años, cuando decidió desnudarlo
talando aquellos cipreses que parecían lágrimas verdes. Estaba tranquilo. Las
tumbas y los muertos seguían en su sitio, las flores lucían un poco mustias
después de una semana envueltas en celofán de regalo y no había turistas buscando
lapidas con inscripciones curiosas o apellidos famosos para hacerles una foto y
guardarla como recuerdo. En realidad no había nadie. Así que supuse que los
muertos estarían contentos disfrutando del en paz descanse después de unos días
de agobio por las visitas y los conciertos.
¿Pero qué cojones es esto? Imagino que dirían
los muertos, con un rictus de incredulidad, cuando vieron aparecer a la Banda
Municipal con sus instrumentos seguida de los que siempre se apuntan a todo,
convencidos de que así vivirán más años.
No les extrañe la expresión que
pongo en boca de los muertos porque si damos crédito a lo que escribió Juan
Rulfo en "Pedro Páramo", los muertos no hablan con los vivos pero hablan entre ellos
como los vecinos de cualquier barrio. De modo que cabe suponer que habría acalorados
debates a propósito de ese empeño de algunos Ayuntamientos, incluido el
nuestro, de utilizar los cementerios para atraer turistas con el reclamo de
que, por si no fuera bastante con el valor histórico y artístico de algunas tumbas,
también se ofrece un variado programa de actos.
Lo de aquí fue un concierto pero
en otros cementerios, además de conciertos, hubo recitales de poesía, proyección
de películas, representaciones de Don Juan Tenorio, instalaciones artísticas, rutas
guiadas y en unos cuantos, aunque tal vez no lo incluyeran en el programa,
supongo que también habría misas, rosarios y algún responso.
Viendo el auge y la promoción que
están dando al turismo de cementerios no me extrañaría que los Ayuntamientos
completaran su oferta ofreciendo espichas, tapas variadas, degustaciones
de jamón, queso y vino y cualquier otra
ocurrencia que atraiga al público. Algunos ya lo han hecho y han convertido los
cementerios en el espacio elegido para celebrar bodas, sesiones fotográficas y
desfiles de modelos como el que celebró Gucci en el cementerio de Arles y contó
con la asistencia de Elton John, Salma Hakey y Valeria Golino, entre otras
celebridades.
Dicen que de lo que se trata es
de llevar vida a los cementerios y acabar con la imagen de que son espacios sombríos
que remiten al dolor y la tristeza. La tendencia, al parecer, es convertirlos en
museos a cielo abierto, donde se lleven a cabo múltiples actividades.
No lo entiendo. Y entiendo menos
que no se deje en paz a los muertos y se utilicen los cementerios fuera del
contexto de los usos y costumbres vinculados con la muerte a lo largo de la
historia. Creo, sinceramente, que al margen de que uno sea ateo o católico, la
idea de que los cementerios se conviertan en un recurso turístico para hacer
negocio merece una reflexión.
La mía es que los conciertos y
todos esos actos en los cementerios provocan el desconcierto de los muertos y
de quienes no entendemos que pudiendo promocionar mil lugares, cosas y actividades se
promocione el turismo necrófilo.
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Milio Mariño