Tal día como hoy, hace un año, la
alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, decía esperanzada: “El año que viene,
no solamente celebraremos la comida en la calle, celebraremos la vida, en un
día que valoraremos mucho más”. Unas palabras que, a pesar de la tristeza de
aquellos primeros días de encierro, intentaban transmitir la ilusión de que el
sacrificio no sería en vano. Nadie imaginaba, entonces, que un año después íbamos
a estar igual. Es decir, sin nada que celebrar a no ser que celebremos que estamos
vivos y hemos aprendido a convivir con el virus por más que el virus no tenga
la menor intención de convivir con nosotros y su idea sea infectarnos a todos.
La alcaldesa y el resto de avilesinos, excepto
los infalibles, nos equivocamos. Este año, como el pasado, las calles de Avilés
vuelven a estar vacías de comensales por culpa del covid19. El calendario ha
vuelto a repetirse sin dejar sitio para las fiestas. Solo hay una diferencia, ahora
ya sabemos que la vida es un conjunto de cosas sencillas como comer en la calle
el Lunes de Pascua, tomar un café en una terraza, ir de Avilés a Salinas cuando
nos apetezca, disfrutar del sol en la cara sin mascarilla, o ver una película compartiendo
la obscuridad del cine con la persona que amas. Sabemos muchas más cosas que
hace un año cuando nos confinaron. Hemos aprendido a buscar la felicidad entre
las ruinas de la desgracia, lo cual es muy posible que acabe traduciéndose en
que cuando la vida regrese, que regresará, apreciaremos mejor lo que tenía poca
importancia.
El año que se ha ido, el que va de
Pascua a Pascua, ha sido el año de firmar la paz con lo difícil y aceptar la grandeza
de lo corriente. Tal vez luego se nos olvide, pero casi todos reconocemos que nos
quejábamos de vicio. Quejas que, algunos, han sustituido por otras a pesar de que
si estamos aquí como especie es porque hemos sido capaces de superar situaciones
extremas que, a lo largo de la historia, han alterado la convivencia de forma
terrible. Por eso cuesta entender y aceptar ciertas reivindicaciones sociales que
han surgido y son muy distintas de las que se hicieron en el pasado. Me refiero
a esa reivindicación por la que se reclama, como derecho fundamental, que se garantice
y proteja el derecho a la diversión y el ocio, al mismo nivel que el derecho a
la vida. Algo que viene a ser como si nos acercáramos a un precipicio con la
precaución del que tiene dos dedos de frente y luego, en lugar dar un paso atrás,
decidiéramos saltar al vacío sin que nos importen las consecuencias.
Reflexionar sobre éstas y otras contradicciones
casi es obligado, pero la nostalgia puede con todo y nos devuelve a pasados
Lunes de Pascua mejores. No hay nada más doloroso que recordar los días
felices. Días que volverán, como volverán las fiestas, de la mano de la deseada
vacuna que, además de inmunizarnos, inoculará el olvido. Olvidaremos los días
tristes y solo respetaremos el recuerdo de lo querido. Así que van a permitirme
que recuerde a los 273 avilesinos y avilesinas que desde que empezó la pandemia
perdieron la vida por culpa del virus. Ojalá que quienes ahora estamos volvamos
a estar el año que viene y no falte nadie a la cita.
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Milio Mariño