Entre los enigmas que ni los
sabios ni los científicos han conseguido descifrar, como la existencia de la
materia oscura, la desaparición de los dinosaurios o el ronroneo de los gatos,
no sé por qué, todavía, no han incluido el recibo de la luz. Un galimatías que
nadie entiende por más estudios, indagaciones y experimentos que se hayan hecho.
Así que si usted de los míos, de los que tampoco entienden el recibo, no debería
agobiarse pensando que tal vez su coeficiente intelectual o su preparación académica
no alcanzan el nivel adecuado. Debería estar tranquilo. No lo entienden las compañías
eléctricas como para que lo entendamos los usuarios.
Los usuarios, cuando llega el recibo
de la luz, lo que hacemos es mirar la cantidad que viene al final y compararla
con la del mes anterior. Nadie sabe cómo se llega a esa cantidad ni entiende
esas graficas que ahora incluyen, supongo que para despistarnos todavía más. Asumimos,
resignados, que el banco ya ha pagado el recibo y tratamos de olvidarlo a menos
que nos den un susto como el que nos dieron a principios de este mes de enero, cuando
anunciaron una subida del 27%. Entonces saltan las alarmas y nos ponemos
histéricos.
Para estos casos, siempre hay
gente dispuesta que intenta tranquilizarnos diciendo que no es para tanto. Que
la subida del recibo, aunque coincida con una ola de frío, es puntual y no una
tendencia. Que la luz no sube debido a la inclemencia del tiempo sino a las
inclemencias del mercado.
Menudo consuelo. De todas maneras,
como estos supuestos sabelotodo insisten en su empeño, pasan a explicarnos que el
recibo incluye una parte fija, una parte variable, los peajes de acceso, que
también tienen una parte fija y otra variable, y los impuestos. Todo lo cual, a
su vez, hay que considerarlo en función de la empresa comercializadora que cada
uno haya elegido y según el modelo de contrato que tenga suscrito. Capítulo
aparte es si, preocupado por la protección del medio ambiente, eligió una
tarifa verde. Un verdadero timo porque todos los generadores y
comercializadores utilizan la misma red de distribución y transporte y los
electrones no pueden distinguirse unos de otros. Es decir, que tanto la energía
renovable como la fósil se mezclan y el usuario no sabe si la electricidad que recibe
procede de una central térmica, nuclear, hidráulica o eólica.
Además de lo dicho, también
conviene tener en cuenta que las facturas de la luz indican consumos
correspondientes a períodos distintos: pueden ser de un mes, dos meses, quince
días o lo que cuadre. Con lo cual, los consumos unas veces son estimados y
otras reales, de modo que aparecen cantidades añadidas o descontadas,
dependiendo de si la estimación fue al alza o a la baja. Añadan a esto que las
compañías eléctricas suelen pasar, a veces, hasta seis meses sin hacer las
lecturas reales de los contadores y en ese tiempo envían facturas basadas en
estimaciones de consumo que regularizan más tarde.
Como ven un lio morrocotudo. Lío que
se complementa con un dato curioso. Según el último estudio de la Comisión
Nacional de los Mercados, el 63% de los hogares españoles desconoce quién le
cobra el recibo de luz. Sorprende, ya lo sé. Pero si damos por descontado que
nos roban, casi es preferible no saber el nombre del ladrón.
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