Hemos vuelto a cambiar de horario
sin que le haya llegado la hora al Consejo del Poder Judicial. Atrasamos
el reloj y sus ilustrísimas siguen viviendo un verano eterno que no tiene fin. No ha
dimitido ni uno a pesar de que su mandato expiró hace dos años y lo lógico
sería que ya se hubieran ido a su casa. Pero nada, no dejan el cargo ni a tiros;
siguen en sus poltronas, tomando decisiones a futuro, aunque no les corresponda.
Hace poco renovaron el Tribunal Supremo sin que los políticos intervinieran ni tuvieran
arte ni parte. Lo cual demuestra que la Justicia española, cuando quiere y le
interesa, actúa con una autonomía que para sí quisieran otros países de Europa.
Aquí nadie les tose, son la única institución que no se renovó durante la
Transición ni tampoco en democracia. Y eso se traduce en que siguen con sus
viejos hábitos. Es decir, que no solo son de derechas sino de derechas a la
vieja usanza.
Esa es la clave. Eso explica el
bloqueo que está llevando a cabo el PP. Los populares entienden que el sistema
judicial es suyo y no quieren perderlo. Quieren mantener, en la cúpula de la
Justicia, una mayoría absoluta que ya no tienen en el Parlamento y pretenden utilizarla
para sus casos de corrupción, que todavía están por juzgar, y como dique de
contención para frenar lo que ellos llaman el gobierno “socialcomunista”. Todo
lo cual evidencia la escasa calidad democrática que padecemos y contribuye a degradar, aún más, las instituciones.
Al igual que hizo en ocasiones
anteriores, en esta ocasión, el Partido Popular tampoco aceptó el resultado de
las elecciones ni la composición del parlamento y la legitimidad del nuevo
gobierno. Para muestra, solo hay que fijarse en las recientes declaraciones de
la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quién en una entrevista, en el
diario El Mundo, indicó hace diez días que era ella la que estaba liderando la
oposición al gobierno, en alianza con los jueces e incluyendo también al rey.
Ahí es nada. Y, mientras tanto, seguimos
con el bloqueo y con los reproches de parte y parte. Carmen Calvo dijo en el
Parlamento que sentía vergüenza de que Casado no permitiera la renovación del
órgano judicial y la respuesta de la portavoz del PP, Cuca Gamarra, fue que
vergüenza es la que siente Europa y muchos socialistas al ver la nueva
propuesta de elección del Consejo, por mayoría simple, que proponen el PSOE y
Podemos.
Viendo la situación, puede entenderse
que el Gobierno se haya cansado del no por sistema y, en un arrebato, dijera:
No quieres taza, pues taza y media. No quieres un acuerdo con mayoría de dos
tercios, pues mayoría simple y a correr. Una solución que, en mí opinión, no
arregla el problema. Lo digo porque por mucho que la postura del PP, con su
bloqueo a la renovación, sea un atentando a la decencia y al orden
constitucional, la solución no debería pasar por responder con la misma moneda
y un nivel de bajeza democrática parecido. Hacerlo significaría embarrar, aún
más, ese lodazal en el que algunos políticos parecen sentirse a gusto. Y no
solo los políticos pues sus señorías togadas, con eso de mantenerse en el cargo,
a pesar de que su mandato expiró hace dos años, también son responsables, y
mucho, de esta situación lamentable.
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Milio Mariño