Confieso que, a mí, en el cine me
gusta que ganen los malos. Ya sé que casi siempre ganan los buenos, pero
disfruto con esas películas en las que un grupo de expertos prepara el asalto a
un banco, roba una millonada y sale por piernas sin dejar ni rastro. Lo paso
genial. Pienso que se lo curran y que robar a un banco no es robar. Uno es como
es: no tiene muy buena opinión de los bancos y le fastidia que siempre ganen
los mismos. Los buenos de la película que, en realidad, son peores que los
malos, lo que pasa que quienes juzgan sus fechorías siempre acaban
absolviéndolos por falta de pruebas. Por eso me gustan los ladrones de bancos y,
si acaso, los roba gallinas, pero pocas veces salen absueltos, suelen acabar en
la cárcel condenados a muchos años.
No ocurre lo mismo con los
asesinos financieros. Para muestra solo hay que fijarse en el asunto de las
preferentes, con 700.000 afectados, donde hubo más ancianos que murieron del
disgusto que ahora por la pandemia y, al final, ningún banquero acabó en la
cárcel. Así que, en buena lógica, no debería extrañarnos que Sala de lo Penal
de la Audiencia absolviera a los 34 acusados por la salida a Bolsa de Bankia.
Dicen los jueces que los de
Bankia son inocentes, pero para inocentes nosotros que esperábamos que acabaran
condenados y que el Estado recuperara los 22.400 millones de euros que puso
para el rescate de la entidad bancaria. El caso, que parecía claramente una
estafa, debió caer en manos de los mismos que fueron incapaces de descifrar
quién era el sujeto "M. Rajoy" que aparecía en los papeles de
Bárcenas. De modo que con razón decía Rodrigo Rato que estaba convencido de que
todo acabaría bien.
Solo hay que leer la sentencia para llegar a
la conclusión de que la Sala de lo Penal cree que somos fáciles de engañar. Al
parecer no hubo delito por tres razones: por el aval de los supervisores, es
decir, el Banco de España, la CNMV y el FROB; porque cualquiera, supongo que
hasta yo mismo, hubiera entendido el folleto de salida a Bolsa, de lo clarito
que estaba; y porque en el juicio nadie acusó a los 34 acusados de actos
concretos sino de actitudes genéricas.
Ole, ole y olé. Nada menos que
442 páginas para cargarse la postura inicial de la Fiscalía Anticorrupción que
aseguraba tajante: “No fue un error empresarial, sino una estafa consciente
impulsada por los acusados para mantener sus puestos y privilegios”.
Eso parece, una estafa, pues los
accionistas de Bankia vieron cómo en dos años sus títulos bajaban de 375 a 17 euros.
Lo cual supuso qué si un ahorrador había metido en 2011, con el aval del Estado,
50.000 euros de los ahorros de toda su vida, esos ahorros, tras las maniobras de
2013, acabaron convertidos en apenas 2.000. Menudo negocio. Y lo, realmente,
curioso es que no hay ni un culpable, son cosas que pasan. Es la justicia, que
nos regala divertidas sentencias, a la vez que insiste en que creamos en la independencia
del Poder Judicial y la imparcialidad de los jueces.
El resultado ya lo conocen, otros
34 inocentes. Nada nuevo. Por eso reitero lo que decía al principio, para
inocentes nosotros que creíamos que los responsables acabarían en la cárcel.
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Milio Mariño