lunes, 18 de mayo de 2020

Tonterías, las justas

Milio Mariño

Es lógico que sintamos admiración por las personas que tienen mucho poder o mucho dinero. Si han llegado tan alto, solemos decir, por algo será. Claro que después, cuando observamos lo que hacen, o dicen, algunas de esas personas, la imagen mitificada se desmorona y nos queda la cara como el culo de un mono. Descubrimos que entre los grandes potentados y los altos cargos de la política hay unos cuantos, en realidad bastantes, que son tontos muy tontos. Y, entonces, la admiración se convierte en asombro y pasamos a preguntarnos cómo es posible que alguien tan tonto haya hecho tanto dinero o haya llegado tan alto.

Así es. Todos nos hemos sorprendido con las idioteces y las salidas de tono de algún político o personaje famoso. Debe ser que tal vez olvidamos que ser tonto y tener dinero o desempeñar un cargo importante, no sólo no es incompatible, sino que, con desgraciada frecuencia, son características que concurren en una misma persona. Hay casos tan evidentes que seguro que ya estarán pensando en alguno. En alguien que nos resistimos a creer que pueda ser tonto, pero que se ha ganado ese calificativo a pulso por las tonterías que hace o dice sin cortarse ni un pelo.

Que llame tontos a esos personajes de la política, que suelen decir tonterías, no significa que los meta a todos en el mismo saco. Habrá unos cuantos que sean tontos, otros idiotas, algún imbécil y más de un caradura, de modo que cada cual puede poner lo que considere oportuno al lado del personaje que haya elegido.

Por lo que a mí respecta, pienso que Donald Trump, Boris Jhonson, Jair Bolsonaro, Isabel Ayuso y otros cuantos han hecho méritos, por sus declaraciones sobre el Covid-19, para que los incluyamos en esa lista de imbéciles que según el filósofo Maurizio Ferraris no habitan solos en el vacío, sino que necesitan un contexto, es decir un entorno, que los adule, haciéndoles creer que sus tonterías son propias de una mente brillante y que los tontos somos nosotros. Algo muy peligroso porque si nos atenemos al viejo refrán: “Cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue”.

Para acallar el aluvión de críticas han salido al paso algunos expertos, imagino que los expertos que trabajan para los tontos, apuntando que cuando Trump recomienda beber lejía o Ayuso, a propósito del hospital de IFEMA, dice que la mortalidad allí fue baja porque los techos del local era muy altos, no deberíamos tener en cuenta el nivel intelectual que sugieren esos mensajes pues es tendencia, en los políticos de todo el mundo, que abandonen el discurso racional y el pensamiento analítico para dirigirse a los ciudadanos con mensajes simples y sencillos. Justificación que cabe entender como que los políticos dicen esas chorradas para hacernos creer que son tontos, pero de tontos nada. Se hacen los tontos para pegárnosla. Para que piquemos como en el timo de la estampita.

Quién sabe, a lo mejor es verdad. De todas maneras, tanto si es tontería como maldad, no creo que sea bastante con lo que estamos haciendo, que es reírnos. Reírnos está bien, pero tenemos que luchar contra la estupidez. Atajar esas tonterías porque si, al final, todo se queda en unas risas, lo mismo hay quien vuelve a votar a esos imbéciles. Y sería imperdonable que volviera a ocurrir.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

1 comentario:

  1. Todos de la denominada «derecha» en sentido político. Escriba bien Johnson.

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Milio Mariño