No hace tanto, cuando un país se
enfrentaba a una epidemia, el miedo era perder la vida y pasar hambre y frio, pero
las sociedades cambian y ahora, con la epidemia del Coronavirus, lo que más
teme la gente es quedar sin papel higiénico para limpiarse el culo. Novedad que
no sé si habrá que tomar como un indicador fiable del alto grado de
civilización y progreso al que hemos llegado o como una muestra de que, en el
proceso evolutivo, el culo ha acabado por imponerse al cerebro.
Si fuera así, me costaría aceptarlo,
pero lo cierto es que hay casos, y no lo digo por lo del papel higiénico, en
los que se prescinde de la materia gris y se piensa en marrón obscuro. Se
piensa con el culo y el resultado acaba siendo un disparate como lo es que a una
persona se le ocurra comprar una pistola cuando anuncian que la epidemia se
extiende y puede afectarle.
De todas maneras, si habláramos
de una persona, la cosa no sería grave. Lo grave es que hablamos de muchas, pues
según el periódico Los Ángeles Times, la venta de armas en Estados Unidos
aumentó un 68% desde que se anunció la presencia del virus; desde finales de febrero
a mediados de marzo. Algo que a Donald Trump le parece normal y lógico, como
puso de manifiesto en un mensaje de Twitter en el que dijo: "no lo
necesitas hasta que lo necesites". Se refería a una pregunta, sobre el
coronavirus, en la que pedían su opinión acerca de que la gente saliera
corriendo a compararse un rifle o un revolver.
Dicen los expertos que, ante una
situación de riesgo, el comportamiento humano responde a diversas variables que
dependen del contexto donde se produzca y también de la personalidad, el nivel
de formación, la edad, el sexo y la tolerancia a la frustración de cada uno. Y,
a lo mejor, es por eso que mantener la cordura, en una situación de crisis, resulta
tan complicado. Pero bueno, entre dos locuras provocadas por el pánico, quiero
decir, entre comprar una pistola y doscientos rollos de papel higiénico, hay un
trecho más amplio que el Océano Atlántico; una diferencia de cultura y de
valores que se advierten en ese aire de superioridad con el que los americanos hacen
las cosas y en el convencimiento de que si un problema no se resuelve por las
buenas habrá que resolverlo a tiros. Así que bendita locura eso de que aquí nos
dé por comprar papel higiénico como si tuviéramos que ir al váter cada cinco
minutos. Siempre será más barato y, sobre todo, más inofensivo que comprar una
pistola.
No les oculto que mí opinión,
seguramente, estará influenciada. Pertenezco, porque ya tengo unos años, a la
sufrida y heroica generación que se limpiaba el culo con papel Elefante; un
papel áspero y recio, renuente a las caricias, que se vendía por unidades, envuelto
en un celofán amarillo. Con eso nos limpiábamos, de modo que, para nosotros,
los rollos de ahora son poesía y dulzura. Lástima que para los americanos no sean
lo mismo, a pesar de que fue un americano, Joseph Gayetty, quien allá por 1857
inventó el papel higiénico para aliviarse de la comezón de las hemorroides con
un papel más suave que el de las páginas arrancadas a The New York Times.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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