lunes, 23 de marzo de 2020

Pistolas y papel higiénico

Milio Mariño

No hace tanto, cuando un país se enfrentaba a una epidemia, el miedo era perder la vida y pasar hambre y frio, pero las sociedades cambian y ahora, con la epidemia del Coronavirus, lo que más teme la gente es quedar sin papel higiénico para limpiarse el culo. Novedad que no sé si habrá que tomar como un indicador fiable del alto grado de civilización y progreso al que hemos llegado o como una muestra de que, en el proceso evolutivo, el culo ha acabado por imponerse al cerebro.

Si fuera así, me costaría aceptarlo, pero lo cierto es que hay casos, y no lo digo por lo del papel higiénico, en los que se prescinde de la materia gris y se piensa en marrón obscuro. Se piensa con el culo y el resultado acaba siendo un disparate como lo es que a una persona se le ocurra comprar una pistola cuando anuncian que la epidemia se extiende y puede afectarle.

De todas maneras, si habláramos de una persona, la cosa no sería grave. Lo grave es que hablamos de muchas, pues según el periódico Los Ángeles Times, la venta de armas en Estados Unidos aumentó un 68% desde que se anunció la presencia del virus; desde finales de febrero a mediados de marzo. Algo que a Donald Trump le parece normal y lógico, como puso de manifiesto en un mensaje de Twitter en el que dijo: "no lo necesitas hasta que lo necesites". Se refería a una pregunta, sobre el coronavirus, en la que pedían su opinión acerca de que la gente saliera corriendo a compararse un rifle o un revolver.

Dicen los expertos que, ante una situación de riesgo, el comportamiento humano responde a diversas variables que dependen del contexto donde se produzca y también de la personalidad, el nivel de formación, la edad, el sexo y la tolerancia a la frustración de cada uno. Y, a lo mejor, es por eso que mantener la cordura, en una situación de crisis, resulta tan complicado. Pero bueno, entre dos locuras provocadas por el pánico, quiero decir, entre comprar una pistola y doscientos rollos de papel higiénico, hay un trecho más amplio que el Océano Atlántico; una diferencia de cultura y de valores que se advierten en ese aire de superioridad con el que los americanos hacen las cosas y en el convencimiento de que si un problema no se resuelve por las buenas habrá que resolverlo a tiros. Así que bendita locura eso de que aquí nos dé por comprar papel higiénico como si tuviéramos que ir al váter cada cinco minutos. Siempre será más barato y, sobre todo, más inofensivo que comprar una pistola.

No les oculto que mí opinión, seguramente, estará influenciada. Pertenezco, porque ya tengo unos años, a la sufrida y heroica generación que se limpiaba el culo con papel Elefante; un papel áspero y recio, renuente a las caricias, que se vendía por unidades, envuelto en un celofán amarillo. Con eso nos limpiábamos, de modo que, para nosotros, los rollos de ahora son poesía y dulzura. Lástima que para los americanos no sean lo mismo, a pesar de que fue un americano, Joseph Gayetty, quien allá por 1857 inventó el papel higiénico para aliviarse de la comezón de las hemorroides con un papel más suave que el de las páginas arrancadas a The New York Times.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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