Los lunes suelen tener mala fama,
pero vamos por el tercer lunes que es medio fiesta o fiesta entera. Nochebuena,
nochevieja y ahora este lunes de Reyes que lo ponen festivo y viene al pelo por
aquello de que empiezan las rebajas y habrá mucha gente que aproveche para
cambiar los regalos. Una moda que ha ido ganando terreno y nos ha metido en el
lío de que todo el mundo haga lo mismo. Me refiero a que los regalos ya no se
hacen para que los disfrute quien los recibe, se hacen para que pueda
cambiarlos por otra cosa.
En eso estamos. Ahora, lo primero
que dice, quien te hace un regalo, es que puedes cambiarlo o que, incluso, te
devuelven el dinero. Algo que se presenta como una ventaja y pienso que es una faena
para quien regala, pues ha hecho un esfuerzo por acercarse a tus gustos y estar
presente en tu vida a través del recuerdo que supone un regalo. Pero la gente
va a lo práctico, no le importa sacrificar el regalo.
Ayer, en muchos hogares, supongo
que se oiría esto: Si que me gusta, me encanta. No sabes el tiempo que llevaba
pensando en comprarme algo así. La respuesta es de libro, figura en el manual de
cumplidos, solo que, pasados unos minutos, después del entusiasmo inicial, la
cara dibuja un gesto y ya pueden adivinar la pregunta: ¿Has dicho que puedo
cambiarlo?
Todos regalamos y esperamos que
nos regalen. Que nos regalen cosas, no que hagan lo que muchos hacen con sus
hijos y sus nietos. Yo al mío le doy 100 euros y que compre lo quiera, no me
rompo la cabeza. Pues no se la rompa pero que sepa que el chico, o la chica, no
malgastará el dinero en algo que sabe que acabarán comprándole sus padres y lo
que debería ser un regalo será para el botellón o una juerga con los amigos.
Otro problema, que habrá surgido estos
días, es lo mucho que sufren algunos cuando tienen que hacer un regalo. Hay
casos en que supone, casi, una tortura. Y qué le regalamos a Fulano, si tiene
de todo, si no hay cosa que no tenga, preguntaba, angustiada, una señora a su
amiga.
Estuve por sugerirles que probaran
con un libro, pero como las señoras tenían, más o menos, mi edad y el Fulano sería
de una edad parecida, lo mismo estaban pensando en regalarle un patinete
eléctrico, de esos que son un peligro, y me pareció de mal gusto quitarles la
ilusión. Los regalos son un asunto muy delicado, sobre todo para los que
venimos de una época en la que nunca había sorpresas, siempre nos regalaban ropa
interior y unos calcetines de rombos.
Ahora es distinto, los regalos
son otra cosa. Lo digo por experiencia. ¿Una chaqueta de punto? Pero si ya
tengo una, protesté de forma amable, dando a entender, a mis hijos, que no hacía
falta que gastaran un dineral. Lo sabemos, pero esa que tienes está anticuada y
muy gastada por los codos. Además, si no te gusta, puedes cambiarla.
Cualquiera les decía que la nueva
es horrorosa. Soy de los de antes, de los que no cambian los regalos porque
entienden que es una faena. Así que me quedaré con ella y les haré sufrir. La
pondré los domingos, que es cuando vienen a comer.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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