La frase seguro que la conocen porque es muy antigua y la habrán oído ya muchas veces, pero lo que tal vez no sepan es que nació en una tertulia, cuando uno de los tertulianos dijo a un recién llegado: Le voy a poner una dificultad a ver como se desenvuelve. Suponga que va por una calle y aparece un toro. ¿Qué haría? Echaría a correr en dirección contraria. Olvídese, la calle solo tiene una salida y es por donde viene el toro. Pues me metería en algún portal. Los portales están todos cerrados. Entonces me subiría a un árbol. Esa calle tampoco tiene árboles. No siga… Usted, lo que quiere es que me pille el toro.
El juego es sencillo: Sustituyan al tertuliano recién llegado por Pedro Sánchez, y al toro por la situación política, y tendrán la historia actualizada. Si gobierna Rajoy la culpa será de Pedro Sánchez. Si Rajoy no logra apoyos suficientes para formar gobierno, también será culpa de Pedro. Y si al final toca repetir las elecciones Pedro será el culpable de una solución que no quiere nadie.
De modo que así están las cosas. Pedro Sánchez está delante de un toro en una calle que no tiene salida, los suyos acaban de cerrarle cualquier portal donde refugiarse y, aunque esa calle ha mejorado y si tiene un árbol, el árbol de Pablo Iglesias es como una cucaña imposible pensada para que quien lo intente se estrelle.
Son tantos los inconvenientes que cualquiera diría que algo gordo habrá hecho, ese tal Pedro Sánchez, para que todo se ponga en su contra. Y aquí viene lo bueno porque lo que ha hecho Pedro ha sido un milagro. Ha conseguido mantener al PSOE como segunda fuerza política, con 90 diputados, a pesar del ascenso de Podemos y de una campaña de desprestigio que incluye el ninguneo de algunos líderes de su partido.
Pedro ha salido mejor parado de lo que pronosticaban las encuestas y ahí lo tienen, intentando coger al toro por los cuernos. Será difícil pero cabe la posibilidad, aunque remota, de que pueda formar gobierno. Por eso algunos principales de su partido se han puesto nerviosos y han comenzado a pintar rayas rojas, no vaya a ser que por una casualidad de la vida, como la de Oviedo, o la de Valencia, se convierta en Presidente del Gobierno y sea imposible descabalgarlo de la dirección del partido. Ese es el peligro. Por eso Javier Fernández, que en Asturias ha conseguido peor resultado que Pedro Sánchez, se opone a que se aplace un congreso que él mismo, a nivel regional, aplazó cuando le convino. Otro tanto se puede decir de su amiga andaluza y otros varones, líderes autonómicos, que no pintaron ninguna raya para hacerse con el gobierno en sus respectivas autonomías y están dando pruebas de un sectarismo y un ansia de poder que no pasa desapercibido para un electorado, estupefacto, que no volverá a dar su voto a esos caciques decimonónicos que viven en una dimensión paralela en la que solo cuenta lo suyo.
A Pedro Sánchez es posible que acabe cogiéndolo el toro, pero a quién cogerá, seguro, es al PSOE que, con estas intrigas y el espectáculo que está dando, no pasará de 50 diputados si es que cambia de líder y hay elecciones en marzo.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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