A veces se nos olvida que somos
animales. Se nos olvida con frecuencia, menos mal que ahí están los jueces para
recordárnoslo y devolvernos a la realidad con sentencias como esa que considera
objetivo el despido de un trabajador que falte un veinte por ciento de los días
laborales, durante dos meses, aunque sea por enfermedad y con justificación del
médico.
La sentencia, que se conoció a
finales de octubre, avala el despido de una trabajadora de Barcelona, aquejada
de hernia discal, que faltó nueve días, justificados con baja médica, y declara
constitucional el artículo 52 del Estatuto de los Trabajadores que había sido modificado
por la reforma laboral de Mariano Rajoy. Considera que, en base a la libertad
de empresa y la defensa de la productividad, las bajas médicas son causa de
despido objetivo. Además, y por si fuera poco, según el Tribunal: “Despedir a
un trabajador por superar un número de faltas de asistencia al trabajo,
justificadas o no, en un determinado periodo de tiempo, no comporta actuación
susceptible de afectar a la salud del trabajador”. Es decir, que, para esos
jueces, ir a trabajar con gripe, o cualquier enfermedad contagiosa, no afecta a
la salud de quien la padece ni tampoco a la de sus compañeros de trabajo.
Leyendo sentencias como esta, es
fácil llegar a la conclusión de que creer que los trabajadores tienen derechos
viene a ser como creer en Dios. Una ilusión que algunos siguen manteniendo a
pesar de que las evidencias indican que hay razones para pensar que es solo eso, una ilusión. Esto lo mismo. La supuesta protección laboral significa, en la práctica,
que los empresarios tienen carta blanca para despedir a quien les apetezca,
incluidos los trabajadores enfermos que justifiquen su ausencia con un certificado
médico.
Podría parecer que hablamos de África,
pero estamos hablando de España, un país que presume de su Estado de Bienestar
y de tener una sociedad culta y civilizada. Pues bien, en esta sociedad civilizada,
los jueces acaban de sentenciar que cualquier trabajador que se ponga enfermo
podrá ser despedido por vago. Al final, es como queda. El trabajador queda como
un vago o un indeseable que se escaquea y comete un fraude, cuando lo único que
ha hecho es tener la desgracia de caer enfermo.
Según los Magistrados del Tribunal
Constitucional, la productividad de las empresas está por encima de la salud de
las personas. Por lo visto, quienes nos contratan, y nos pagan un salario, tienen
derecho no solo a pagarnos poco y exigir que trabajemos mucho sino a tratarnos
como animales. Pero no como animales domésticos, que ya quisiéramos, sino como
animales de la selva, donde solo sobreviven los más fuertes. Esa, al parecer, es
la legalidad vigente. Así que apenas unos pocos, los que tengan una salud de
hierro, conseguirán no ponerse nunca enfermos y superar con éxito una exigencia
que parece más propia del tiempo de la esclavitud que de los empresarios del
siglo XXI.
La salud es un derecho fundamental
que debe estar protegido por encima de cualquier otra consideración, incluidas
la llamada libertad de empresa o el cálculo de la productividad. Por eso que la
sentencia, además de condenarnos al despido, nos condena a perder la condición
de personas y establece que somos, solo, animales. Cosa que también son los
jueces, pero deben pertenecer a otra especie distinta de la vulgar homo sapiens.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España