Resulta agotador, y muy aburrido,
escuchar a todas horas que la inteligencia artificial es la repera y cambiará
nuestras vidas. Es tanta la insistencia que no hace sino confirmar que la
mediocridad y la estupidez se han instalado en la sociedad copándolo todo. La
sensación, dios me perdone, es que los tontos abundan. No lo comento, ni
siquiera con los amigos, no vaya ser que piensen que me creo más listo que
nadie y me incluyan, también, en la lista de idiotas. Pero la sensación sigue
ahí. Salgo a la calle y no puedo evitar ir contando los tontos que encuentro.
Luego sumo los de la tele, las redes
sociales, los periódicos…
Al final, sumo más tontos que
trigo. Y no crean que se trata de gente mayor con pocos estudios, los tontos a
los que me refiero son personas formadas, de entre treinta y cincuenta años, que
por alguna razón misteriosa no se enteran ni quieren saber nada de lo que
afecta a sus vidas y, sin embargo, lo saben todo de su equipo de futbol.
Personas que carecen de opinión y sólo opinan en función de lo que ven en la
tele y en las redes sociales. Es como si hubieran llegado a la conclusión de
que no necesitan pensar. Es más, cuando les dices que no comprendes como pueden
vivir así, se ríen y se encogen de hombros. Les parece gracioso.
Francamente, no le veo la gracia.
Había leído que el concepto neoliberal de felicidad consiste en eso, en que
cada uno vaya a su bola y pase olímpicamente de todo, pero sospechaba que debía
haber algo más. Y sí que lo había. Hay países que llevan muchos años haciendo
test de inteligencia a la población y saben muy bien cómo estamos. Estamos como
no se imaginan.
Diferentes estudios, realizados
por Bernt Bratsberg y Ole Rogeberg de la Universidad de Oslo, y otras
Universidades de Europa, señalan que entre los años cincuenta y mediados de los
setenta, del siglo pasado, el coeficiente intelectual medio aumentó 7,7 puntos,
pero ahora, en el siglo XXI, la tendencia es, claramente, a la baja. Las nuevas
generaciones, los nacidos a partir de 1976, tienen un coeficiente intelectual inferior. Lo
cual no quiere decir que sean tontos, pero sí que hemos ido a peor. Cada
generación, hasta hace unos años, siempre había superado el coeficiente
intelectual de la generación anterior. Ahora no.
Perplejo por este dato, pensé que,
a lo mejor es por eso que insisten tanto en la inteligencia artificial. Pero, a
saber si para la inteligencia no rige, también, la ley Lavoisier. Es decir que,
lo mismo que la materia, la inteligencia no se crea ni se destruye, sólo se
transforma. De modo que la inteligencia que ahora ponen en las máquinas igual
se la están quitando a las nuevas generaciones.
No lo descarten. Los científicos
no acaban de ponerse de acuerdo sobre las causas que han provocado el retroceso
de la inteligencia humana. Algunos lo achacan a la tecnología, otros al sistema
educativo y los menos a que ya habíamos llegado a unas cotas de inteligencia que
eran difíciles de mejorar.
Al final, no sé yo si no
conseguirán entontecernos a todos. Ese camino llevan pero, por mucha inteligencia
artificial que les pongan, las máquinas siempre serán más tontas que nosotros. Siempre
será mejor la inteligencia artesana que la artificial que quieren vendernos.
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Milio Mariño