lunes, 20 de marzo de 2023

Primavera de pánico financiero

Milio Mariño

La noticia de un nuevo crack financiero me pilló en el váter mirando el móvil. Así que dije: Pues ya que estoy aprovecho. En vez de tirarme de un rascacielos me tiro un cuesco. Más que nada porque lo sucedido cuando el crack de 1.929 ya no volvió a repetirse. Me refiero a los suicidios. En el otro crack, el de 2008, hubo fotógrafos que pasaron varios días al acecho, esperando a ver si algún banquero se tiraba del balcón abajo, y tuvieron que marcharse sin una triste foto. Ningún ejecutivo saltó al vacío desde su despacho. Los responsables de los bancos quebrados estaban negociando sus millonarias indemnizaciones, que luego fueron pagadas con dinero público. El único suicidio del que tuvimos noticia fue el de un pensionista griego que dejó una carta en la que decía que prefería morir antes que vivir en la miseria.

Esta primavera no llega con las tradicionales alergias, llega con la quiebra de un par de Bancos, la amenaza de un nuevo crack financiero y el recado de que no cunda el pánico. Pánico que, de momento, no ha cundido. La gente se lo toma con mucha tranquilidad. Sabe lo que va a pasar. Leí, en algún sitio, que el capitalismo sin quiebras sería como el cristianismo sin infierno. Totalmente imposible. De modo que la solución será la de siempre: Los Bancos confesarán sus pecados, harán propósito de enmienda, rezarán un Padre Nuestro y seguirán a lo suyo. Ya ocurrió a finales de 2008, cuando la crisis de las hipotecas. El presidente Bush y sus asesores, los neocons enemigos acérrimos de cualquier regulación y del sector público, aconsejaron nacionalizar los bancos quebrados y quedaron tan panchos. Merrill Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley y otros de la misma familia, que presumían de ser los amos del mundo, fingieron pasar por el aro de ser regulados y recibieron el dinero público que necesitaban.  Ángela Merkel y sus colegas de Europa hicieron algo parecido. Salvaron a los Bancos y nos condenaron a sufrir multitud de recortes sociales y una austeridad que estuvo a punto de hundir el euro.

Fue en el año 2008 y ahora, cuando, por fin, estábamos estirando el pescuezo, vuelven con otro crack y la cantinela de que no cunda el pánico. Será el pánico a que vuelvan a estafarnos. Ese es el miedo porque nada ha cambiado. Los banqueros siguen campando a sus anchas y cobrando sueldos escandalosos, los bancos centrales les siguen otorgando grandes sumas de dinero a bajos tipos de interés y nosotros seguimos siendo sus accionistas, pero solo para lo malo, para pagar los pufos.

Que Dios bendiga este puto timo, dijo en un correo electrónico un ejecutivo de Standard & Poor's cuando vio lo que estaba pasando. El timo fue colosal. Una y no más dijimos, entonces, muy enfadados. Y, para consolarnos, prometieron que nunca  volvería a suceder lo mismo. Que la economía se iba a regenerar, el sistema financiero se sometería a una regulación exhaustiva, los mercados volverían al equilibrio, no se crearían nuevas burbujas y los especuladores tendrían que cambiar de oficio.

 Todo lo que prometieron seguro que lo han cumplido. Podemos estar tranquilos. Los Bancos ofrecen confianza y felicidad. Ofrecen tanto que cuando un anciano fue a un Banco y el empleado le preguntó: ¿Viene usted a ingresar? Respondió: No venía a eso, pero si hay cama igual me quedo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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