Sospecho que tengo la curiosidad
del gato. La obsesiva necesidad saber el porqué de todo, incluso de lo que sé
que no sabré nunca. En ese caso, lejos de amilanarme, imagino la parte oculta y
compongo mi propia historia. Fue lo que hice cuando leí el plan de estudios de
la Princesa. Ni ustedes ni yo sabemos, ni vamos a saber nunca, si hubo
discusión, o no, en el seno de la familia real. Es decir, si Leonor decidió,
por ella misma, ingresar en el ejército o le dijeron te pongas como te pongas
tienes que hacerlo y no se hable más.
En la nota difundida por La Zarzuela,
los Reyes dicen que acogen esta nueva etapa formativa de la Princesa con la
satisfacción de conocer su voluntad, interés e ilusión en recibir dicha formación,
pero no se despeja la duda de si Leonor hubiera preferido ir a la Universidad.
Sobre todo, después de que algunos cortesanos dijeran que la reina Letizia se
oponía a la formación militar de su hija y fue muy difícil convencerla. Tal vez
por eso, la nota aclara que la universidad vendrá después. Lo cual no evita que
se priorice la formación militar sobre la humanística.
Anteponer una formación a otra tiene
importancia. En cuestiones de aprendizaje, el orden los factores sí puede alterar
el producto. Cuando lo primero que te enseñan es a mandar y que los demás estén
obligados a obedecerte sin rechistar, el pensamiento crítico pasa a un segundo
plano y la necesidad de razonar cae en desuso porque no hace falta. Pero así es
el Ejército, es cosa aparte en la sociedad. No es lugar para debates. Es a sus órdenes
y taconazo para cerrar.
Tantos esfuerzos por convencernos
de que el ingreso de la Princesa en el ejército fue una decisión personal
alientan la sospecha de que lo más probable es que se trate de una imposición relacionada
con lo que, algunos entienden, deben ser sus obligaciones más que con sus
preferencias.
Contribuyen a esa sospecha el comunicado de la
Casa Real y las declaraciones de Margarita Robles que, una vez más, ha vuelto a
equivocarse. Primero asegurando que, como en todas las monarquías
parlamentarias, el heredero, en este caso heredera, tiene que tener
antecedentes militares. Lo cual es falso. Y luego cubriéndose de gloria con eso
de que: “En los últimos años, hemos hecho un esfuerzo importante para
incorporar a las mujeres a las Fuerzas Armadas”.
Margarita viene a decir, más o
menos, que ella misma y no sé si el Gobierno en pleno, insistieron para que la
Princesa se incorpore al ejército. Me gustaría creer que no es verdad, que no
la presionaron aunque les encante que la paridad alcance al manejo de las armas
y que las mujeres se preparen para la guerra. Ahí es nada pasar del “Hogwarts Hippie”,
como llaman al colegio donde estudia la Princesa, a una Academia Militar.
Solo es el comienzo. Cabe esperar
que tendremos matraca para rato porque en ese empeño por convencernos de que es
buena idea que Leonor ingrese en el ejército, acaban de filtrar que la Princesa
renunciará a los 400 euros que le corresponderían como cadete y que los viernes
tendrá que arrastrarse por el barro como parte de su instrucción militar.
Olvidan lo principal: que ese barro tiene poco que ver con el que debería pisar,
el de la sociedad civil.
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Milio Mariño