Cualquiera podría pensar,
fiándose del apellido, que el señor del Pino, presidente de Ferrovial, es de madera.
Pero ni mucho menos. Es de carne y hueso como nosotros. Siente las críticas y
está muy afectado por lo que dicen en el Gobierno y quienes le ponen a caldo,
aunque no sean gente de bien. No le sirve de consuelo que Feijóo y el PP hayan manifestado que lo
comprenden y entienden que quiera irse de España.
Barrunto que del Pino no se
consuela porque tiene poca, o ninguna, confianza en que Feijóo gane las
próximas elecciones. Hace dos meses, en un acto en Madrid, se deshizo en
elogios hacia el político gallego, destacando su capacidad de gestión y añadiendo
que la voluntad de Ferrovial era seguir contribuyendo a la construcción de una
España mejor y más próspera. Pero nada, pura retórica. Es de cajón de madera que
si del Pino confiara en Feijóo no se iría de España. Claro que también pude ser
que a del Pino y a Ferrovial les traiga sin cuidado que gobierne Sánchez o el
dúo Abascal y Feijóo. Es posible que la ideología y el patriotismo de Ferrovial
sean el dinero antes que cualquier partido político o el país donde nació y le
ayudó a crecer y a ganar miles de millones. Así que menudo papelón el de Feijóo
y el PP, apoyando a una empresa que se va de España para no pagar impuestos. Se
están convirtiendo en cómplices de quienes utilizan los paraísos fiscales.
No parece buena idea qué, por
desgastar a Sánchez, el PP aplauda lo que debería condenar sin reparos. Está meridianamente
claro que las empresas van a lo suyo y les importa un comino cómo le vaya al
país. Según el Banco de España, las grandes empresas del Ibex 35 tuvieron, en
2022, unos beneficios espectaculares. Los datos reflejan que los beneficios crecieron
siete veces más que los salarios, pero los dirigentes empresariales no solo siguen
pidiendo moderación salarial sino que se han opuesto a la revisión de las
pensiones y la subida del salario mínimo. No se conforman con ganar mucho
dinero, quieren que los pensionistas y los trabajadores ganen menos. Ya se han
olvidado de los 11.000 millones que recibieron, como ayudas, cuando la pandemia,
y de los ERTES que pagó el Gobierno. Eso es agua pasada. Ahora, cuando vuelven
a ganar miles de millones, siguen con sus quejas y alguna, como Ferrovial, dice
que se va de España por unos motivos que no se los cree nadie. Se va para no
pagar. Se aprovechó cuando venían mal dadas y ahora ahí os quedáis que os
zurzan.
Hay ilusos que pretenden
convencer a Ferrovial, para que se quede, adulando al señor del Pino. Otros
apelan a un patriotismo empresarial, que saben que es imposible, y los más
sensatos entienden que sólo nos queda el recurso al pataleo y despacharnos a gusto pero disimulando, no vaya
a ser que, encima, nos empapelen.
Con la indignación y la rabia hay
que tener cuidado. Pueden llevarnos a decir lo que pensamos. Es mejor tomar
ejemplo de aquel americano que, tras un juicio, le dijo al juez: O sea que, según
usted, no puedo llamar cerdo a mi jefe, el señor Smith. Exactamente, no puede.
¿Y tampoco puedo llamar señor Smith a un cerdo? Eso sí, eso puede hacerlo, no
constituye delito. Pues ya lo estoy llamando.
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Milio Mariño